Mastodon Clave Menor: Nobleza y burguesía contra la República (I)

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sábado, 20 de julio de 2019

Nobleza y burguesía contra la República (I)

Acaba de cumplirse, el pasado 18 de julio, el 83 aniversario del golpe de Estado del general Franco contra la República Española. Un hecho que fue precedido de una vasta conspiración en la que además de los militares tuvieron un papel determinante tanto la nobleza como destacadas familias de la burguesía española.

Una cuestión que se aborda en el libro “Asesinato, masonería y franquismo” del periodista Ramón Triviño, en el que el autor trata de esclarecer los hechos que se produjeron en los meses previos al golpe militar y que, en concreto, se investiga en el capítulo X de la citada obra, titulado “Gibraltar, Franco y la alta burguesía”. Durante las próximas semanas se ofrecerá aquí un extenso resumen.

La investigación aborda el papel que jugó el territorio de Gibraltar 
en la preparación del golpe de Estado de 1936.
La investigación se centra en el papel que jugó el territorio del Campo de Gibraltar, con el Peñón incluido, en la preparación del golpe de Estado de 1936. Así como el cambio de rumbo que tomaron los planes de los golpistas tras la visita de Franco a la Roca en 1935. Por supuesto, también se estudia la relación con los citados preparativos de acaudaladas familias españolas, entre ellas los Larios, sin olvidar la presencia de la masonería. Una investigación todavía abierta pero de la que, con el paso del tiempo, se van conociendo más detalles.

Es curioso lo que afirma el profesor Salustiano del Campo en su obra “Franco y Gibraltar” en donde muestra su extrañeza de que en ninguna de las dos grandes biografías de Franco publicadas, las de Paul Preston y Stanley Payne y Jesús Palacios, se menciona la visita realizada por Franco a Gibraltar el 8 de marzo de 1935.
En su visita a Gibraltar el general Franco mantuvo reuniones que le llevaron a rediseñar la sublevación de 1936 que marcaría la historia reciente de España. No fue una visita secreta ya que el periódico “Gibraltar Chronicle” publicó una información sobre el particular al día siguiente.

Está contrastado que Franco, entonces jefe superior militar del Protectorado y que se disponía a incorporarse a su nuevo puesto en Marruecos, llega a Algeciras el día 6 de marzo de 1935, después de toda la noche viajando en tren desde la estación madrileña de Atocha. Lo recibe Luis Martín-Pinillos, comandante militar de Algeciras, con quien acuerda posponer el traslado al otro lado del Estrecho, con el argumento de que hacía días que un fuerte temporal de levante había cortado el tráfico entre la península y la costa africana.

Con esto obtiene lo que los investigadores José Beneroso Santos y Belén López Collado, en su trabajo “Gibraltar, marzo de 1935. Diseño de una conspiración” consideran "la excusa perfecta" para quedarse en Algeciras y, de ahí, desplazarse al Peñón "sin levantar sospechas".

Según el citado trabajo, la reunión mantenida por Franco es sumamente importante porque se piensa que a partir de ese momento es cuando se produce un viraje en la ideología, es decir, en los fundamentos del futuro golpe de Estado, que hasta entonces estaba siendo gestado por elementos monárquicos o muy próximos a éstos.

Los intereses económicos de importantes empresarios españoles,
con Juan March a la cabeza, inclinaron la balanza  para que el levantamiento
fuera dirigido por un militar sin convicción política definida.

Este cambio de rumbo hacia lo militar, o mejor dicho sin un planteamiento claro del régimen político a adoptar tras el derrocamiento de la República, puede definir perfectamente el malestar, la desconfianza exterior que la vuelta de los Borbones producía para poder frenar el presunto peligro marxista en ciernes sobre España.

Los intereses económicos, no solo ya británicos, sino de otras naciones pero también de importantes empresarios españoles con Juan March a la cabeza, inclinaron la balanza para que el levantamiento fuera dirigido por un militar sin convicción política definida, y para March esa fue la razón fundamental para elegir al militar más capacitado para neutralizar una revolución como ya había demostrado en Asturias.

Un militar, muy ambicioso en el plano personal, que aunque contaba con un gran respeto de sus compañeros también despertaba un gran recelo porque nunca tuvo un posicionamiento claro, haciendo de la indecisión y la ambigüedad su principios ideológicos.

En el ya citado trabajo del profesor Salustiano del Campo se dibuja bien el perfil del general Franco en esos momentos. Según Del Campo desde 1931 y por diversos motivos Franco se había granjeado la desconfianza de un amplio sector de monárquicos y militares, y en 1932 negó su ayuda a Sanjurjo, lo que pudo ser probablemente la causa por la que fue destinado a Baleares en febrero de 1933.

Su intervención en los sucesos de Asturias de 1934 le rehabilitó ante los militares, al habérsele concedido la Gran Cruz del Mérito Militar y nombrado Jefe Superior de las tropas de Marruecos en febrero de 1935. Estos hechos le hicieron aparecer entonces en el ámbito militar como un elemento a tener en cuenta por las clases pudientes españolas.

Tras la entrada de Gil Robles en el gobierno de la República como ministro de la Guerra, Franco regresó a la península y fue nombrado Jefe del Estado Mayor, cargo de máximo prestigio que desempeñó hasta febrero de 1936, aunque sin el apoyo unánime del Ejército. Su siguiente destino fue Canarias, que siempre consideró como un castigo que atribuyó a la animadversión que sentía Azaña por él, algo que influyó mucho en su comportamiento posterior.

Poco tiempo antes de su nombramiento como Jefe Superior de las fuerzas militares de Marruecos, Rico Avelló, Alto Comisario de España en ese país, había conseguido que este cargo dependiera de su autoridad y que no se permitiera ninguna acción militar sin su autorización previa.

A las pocas semanas de incorporarse Franco a su nuevo destino, pidió que las tropas indígenas marroquíes pasaran a depender del Jefe Superior de las fuerzas militares y dejaran de estar a las órdenes del Delegado de Asuntos Indígenas, que era el general Capaz. Con esta petición Franco no solo anuló a Capaz, sino que logró aumentar de forma considerable la aceptación por los militares de un mando único, el suyo.

El citado Alto Comisario de España en Marruecos, parecía desconfiar de Franco como militar que se había enfrentado a la República y al que no se le conocía vinculación importante con la monarquía. Pese a todo, la relación de Franco con Rico era mucho mejor que la que tenía con otros militares más próximos a la monarquía como Sanjurjo y Mola.

Sanjurjo era un monárquico posibilista, que en 1931 aceptó la República, a la vez que se inclinaba sobre todo por una dictadura militar republicana en la que él mismo sería el presidente hasta que se celebraran elecciones y se restaurara la monarquía.

Próximo capítulo: Nobleza y burguesía contra la República (II)


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