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sábado, 10 de abril de 2021

La leyenda negra que rodea a Georges Soros

 

George Soros nació en Budapest (Hungría), el 12 de agosto de 1930 y es uno de los hombres más ricos del mundo gracias a sus inversiones financieras. Sin embargo, este magnate es un gran desconocido para la población en general y normalmente solamente es nombrado cuando es relacionado con las teorías conspiratorias de toda índole que circulan en la actualidad.


George Soros.


Soros sobrevivió a la ocupación alemana de Hungría y se marchó al Reino Unido en 1947. Estudió en la Escuela de Economía de Londres y obtuvo una licenciatura, luego una maestría y finalmente un doctorado en Filosofía por la Universidad de Londres.


George Soros comenzó su carrera empresarial controlando varios bancos comerciales en el Reino Unido y luego en los Estados Unidos, a donde emigró en 1956, para iniciar la creación de su primer fondo de cobertura, Double Eagle, en 1969. Las ganancias de su primer fondo proporcionaron el capital inicial para comenzar Soros Fund Management su segundo fondo de cobertura, en 1970. Double Eagle pasó a llamarse Quantum Fund que tenía 12 millones de dólares en activos, cantidad que en 2011 se había multiplicado hasta los 25.000 millones, la mayoría del patrimonio neto general de Soros.


Soros es conocido como ‘el hombre que provocó la quiebra del Banco de Inglaterra’ debido a su venta al descubierto de 10.000 millones de dólares en libras esterlinas, que le reportaron una ganancia de mil millones de dólares durante la crisis cambiaria del Reino Unido del llamado Miércoles Negro de 1992.


Basándose en sus primeros estudios de filosofía, Soros formuló la Teoría General de la Reflexividad para los mercados de capitales, que según él ofrece una imagen clara de las burbujas de activos y el valor fundamental del mercado de los valores, así como las discrepancias de valor utilizadas para vender en corto y en canjear acciones. Soros es un partidario de causas políticas progresistas y liberales, a las que distribuye donaciones a través de su fundación, Open Society Foundations.


Entre 1979 y 2011, donó más de 11 mil millones de dólares a diversas causas filantrópicas; en 2017, sus donaciones para iniciativas civiles para reducir la pobreza y aumentar la transparencia, y en becas y universidades de todo el mundo totalizaron 12 mil millones de dólares. Nunca ha negado su influencia en el colapso del comunismo en la Europa del Este a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990 y proporcionó una de las mayores donaciones de educación superior de Europa a la Universidad Centroeuropea en su ciudad natal húngara.


Su financiación de causas políticas lo ha convertido en un objetivo de los nacionalistas europeos. Numerosos conservadores estadounidenses han promovido leyendas que hacen creer que Soros es un supuesto titiritero, singularmente peligroso, en manos de poderes ocultos y que está detrás de muchos presuntos complots globales. Las teorías de conspiración dirigidas contra Soros, se basan en su ascendencia judía, pero por el contrario, otros califican sus iniciativas como antisemitas


Recientemente, se ha relacionado a Soros y a otros multimillonarios, como Bill Gates, de ser los creadores de la Covid-19. Su nombre apareció también entre el grupo QAnon, que aseguraba que existía una conspiración para acabar con Donald Trump.


No parece casualidad que el mito fundacional de Soros como buitre sea tan semejante al de los Rotshchild, dos siglos antes. La popular familia, contaban los panfletos de su época, había obtenido su fortuna durante las guerras napoleónicas aprovechándose de la información privilegiada que le proporcionaba su red de informadores, lo que les había permitido enriquecerse especulando con el resultado de la batalla de Waterloo. De igual manera que habría hecho George Soros en la ya citada operación del Miércoles Negro de 1992


En España también ha estado presente la figura del filántropo. No es de extrañar que el dirigente ultraderechista Santiago Abascal, dirigente de Vox, publicase un tuit con motivo de la reunión de Soros con el presidente socialista Pedro Sánchez el pasado 28 de junio. “Soros es uno de los personajes más siniestros de la actualidad”, escribía. “Impulsa el tráfico de seres humanos con sus ONGs, y ha sido colaborador del golpe separatista (en Cataluña). Sánchez se hace amigos de todos los enemigos de España y de Europa. Casi parece Soraya (Sáenz de Santamaría)”.


Una vez más, se puede comprobar, cómo los medios de comunicación afines a Vox hablaron de “reunión secreta” o del “silencio de las autoridades”. Apenas unas semanas antes, Steve Bannon, el célebre asesor de Donald Trump, había entrado en contacto con el partido ultraderechista español.


Hay auténticos enemigos de las acciones de Soros, como el profesor de la Universidad Complutense Juan Antonio de Castro, coautor del libro Soros, rompiendo España en el que aborda cómo el multimillonario está detrás del intento de ruptura de España en Cataluña como base para eliminar la soberanía nacional en todos los países de Europa e imponer el tsunami globalista y el relativismo moral.


En definitiva, Soros es en realidad un inversionista y filántropo multimillonario que hasta mayo de 2020 tenía un patrimonio neto de 8300 millones de dólares, habiendo donado más de 32.000 millones a la Open Society Foundations, de los cuales, 15.000 millones ya se han distribuido, lo que representa el 64 por ciento de su fortuna original, lo que lo convierte en el donante más generoso, en términos de porcentaje del patrimonio neto según la revista Forbes. Y a pesar de las críticas es una de las voces más respetadas en el panorama global y su presencia es permanente en distintos foros internacionales, como el de Davos, donde en el año 2019 lanzó un ataque mordaz contra China y su presidente Xi Jinping. Soros advirtió que Pekín podría usar su desarrollo de la inteligencia artificial y del aprendizaje automático para consolidar el control totalitario en el país asiático.


sábado, 20 de julio de 2019

Nobleza y burguesía contra la República (I)

Acaba de cumplirse, el pasado 18 de julio, el 83 aniversario del golpe de Estado del general Franco contra la República Española. Un hecho que fue precedido de una vasta conspiración en la que además de los militares tuvieron un papel determinante tanto la nobleza como destacadas familias de la burguesía española.

Una cuestión que se aborda en el libro “Asesinato, masonería y franquismo” del periodista Ramón Triviño, en el que el autor trata de esclarecer los hechos que se produjeron en los meses previos al golpe militar y que, en concreto, se investiga en el capítulo X de la citada obra, titulado “Gibraltar, Franco y la alta burguesía”. Durante las próximas semanas se ofrecerá aquí un extenso resumen.

La investigación aborda el papel que jugó el territorio de Gibraltar 
en la preparación del golpe de Estado de 1936.
La investigación se centra en el papel que jugó el territorio del Campo de Gibraltar, con el Peñón incluido, en la preparación del golpe de Estado de 1936. Así como el cambio de rumbo que tomaron los planes de los golpistas tras la visita de Franco a la Roca en 1935. Por supuesto, también se estudia la relación con los citados preparativos de acaudaladas familias españolas, entre ellas los Larios, sin olvidar la presencia de la masonería. Una investigación todavía abierta pero de la que, con el paso del tiempo, se van conociendo más detalles.

Es curioso lo que afirma el profesor Salustiano del Campo en su obra “Franco y Gibraltar” en donde muestra su extrañeza de que en ninguna de las dos grandes biografías de Franco publicadas, las de Paul Preston y Stanley Payne y Jesús Palacios, se menciona la visita realizada por Franco a Gibraltar el 8 de marzo de 1935.
En su visita a Gibraltar el general Franco mantuvo reuniones que le llevaron a rediseñar la sublevación de 1936 que marcaría la historia reciente de España. No fue una visita secreta ya que el periódico “Gibraltar Chronicle” publicó una información sobre el particular al día siguiente.

Está contrastado que Franco, entonces jefe superior militar del Protectorado y que se disponía a incorporarse a su nuevo puesto en Marruecos, llega a Algeciras el día 6 de marzo de 1935, después de toda la noche viajando en tren desde la estación madrileña de Atocha. Lo recibe Luis Martín-Pinillos, comandante militar de Algeciras, con quien acuerda posponer el traslado al otro lado del Estrecho, con el argumento de que hacía días que un fuerte temporal de levante había cortado el tráfico entre la península y la costa africana.

Con esto obtiene lo que los investigadores José Beneroso Santos y Belén López Collado, en su trabajo “Gibraltar, marzo de 1935. Diseño de una conspiración” consideran "la excusa perfecta" para quedarse en Algeciras y, de ahí, desplazarse al Peñón "sin levantar sospechas".

Según el citado trabajo, la reunión mantenida por Franco es sumamente importante porque se piensa que a partir de ese momento es cuando se produce un viraje en la ideología, es decir, en los fundamentos del futuro golpe de Estado, que hasta entonces estaba siendo gestado por elementos monárquicos o muy próximos a éstos.

Los intereses económicos de importantes empresarios españoles,
con Juan March a la cabeza, inclinaron la balanza  para que el levantamiento
fuera dirigido por un militar sin convicción política definida.

Este cambio de rumbo hacia lo militar, o mejor dicho sin un planteamiento claro del régimen político a adoptar tras el derrocamiento de la República, puede definir perfectamente el malestar, la desconfianza exterior que la vuelta de los Borbones producía para poder frenar el presunto peligro marxista en ciernes sobre España.

Los intereses económicos, no solo ya británicos, sino de otras naciones pero también de importantes empresarios españoles con Juan March a la cabeza, inclinaron la balanza para que el levantamiento fuera dirigido por un militar sin convicción política definida, y para March esa fue la razón fundamental para elegir al militar más capacitado para neutralizar una revolución como ya había demostrado en Asturias.

Un militar, muy ambicioso en el plano personal, que aunque contaba con un gran respeto de sus compañeros también despertaba un gran recelo porque nunca tuvo un posicionamiento claro, haciendo de la indecisión y la ambigüedad su principios ideológicos.

En el ya citado trabajo del profesor Salustiano del Campo se dibuja bien el perfil del general Franco en esos momentos. Según Del Campo desde 1931 y por diversos motivos Franco se había granjeado la desconfianza de un amplio sector de monárquicos y militares, y en 1932 negó su ayuda a Sanjurjo, lo que pudo ser probablemente la causa por la que fue destinado a Baleares en febrero de 1933.

Su intervención en los sucesos de Asturias de 1934 le rehabilitó ante los militares, al habérsele concedido la Gran Cruz del Mérito Militar y nombrado Jefe Superior de las tropas de Marruecos en febrero de 1935. Estos hechos le hicieron aparecer entonces en el ámbito militar como un elemento a tener en cuenta por las clases pudientes españolas.

Tras la entrada de Gil Robles en el gobierno de la República como ministro de la Guerra, Franco regresó a la península y fue nombrado Jefe del Estado Mayor, cargo de máximo prestigio que desempeñó hasta febrero de 1936, aunque sin el apoyo unánime del Ejército. Su siguiente destino fue Canarias, que siempre consideró como un castigo que atribuyó a la animadversión que sentía Azaña por él, algo que influyó mucho en su comportamiento posterior.

Poco tiempo antes de su nombramiento como Jefe Superior de las fuerzas militares de Marruecos, Rico Avelló, Alto Comisario de España en ese país, había conseguido que este cargo dependiera de su autoridad y que no se permitiera ninguna acción militar sin su autorización previa.

A las pocas semanas de incorporarse Franco a su nuevo destino, pidió que las tropas indígenas marroquíes pasaran a depender del Jefe Superior de las fuerzas militares y dejaran de estar a las órdenes del Delegado de Asuntos Indígenas, que era el general Capaz. Con esta petición Franco no solo anuló a Capaz, sino que logró aumentar de forma considerable la aceptación por los militares de un mando único, el suyo.

El citado Alto Comisario de España en Marruecos, parecía desconfiar de Franco como militar que se había enfrentado a la República y al que no se le conocía vinculación importante con la monarquía. Pese a todo, la relación de Franco con Rico era mucho mejor que la que tenía con otros militares más próximos a la monarquía como Sanjurjo y Mola.

Sanjurjo era un monárquico posibilista, que en 1931 aceptó la República, a la vez que se inclinaba sobre todo por una dictadura militar republicana en la que él mismo sería el presidente hasta que se celebraran elecciones y se restaurara la monarquía.

Próximo capítulo: Nobleza y burguesía contra la República (II)