Mastodon Clave Menor: Isabel II

Publicidad

Mostrando entradas con la etiqueta Isabel II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Isabel II. Mostrar todas las entradas

viernes, 25 de septiembre de 2020

Los amoríos en la corte de Isabel II

Verdades y bulos han rodeado la vida amorosa de la reina de España Isabel II (1830/1904). Unas relaciones plagadas de amantes y con 12 partos o abortos, en una buena parte de padres desconocidos.


Isabel de Borbón y Borbón-Dos Sicilias.


El 8 de noviembre de 1843, Isabel II es declarada mayor de edad con 13 años. El primer problema que debe afrontar es de su matrimonio. Este matrimonio se convierte no sólo en una cuestión de Estado sino en un problema europeo, pues lo que todos quieren es que no se rompa la situación de alianzas y equilibrios, que había en ese momento en Europa. Todos los países maniobran para que la nacionalidad del nuevo rey no perjudicase sus alianzas e intereses. Se contabilizaron hasta siete pretendientes a casarse con la reina.


Unas luchas en las que se ven implicados distintos elementos de la corte española, entre ellos los carlistas y países europeos como Francia, Inglaterra e Italia. Esta situación desemboca en la celebración de la Conferencia de Eu (Francia), donde tanto Francia como Inglaterra renuncian a que sus candidatos se casen con Isabel II, por lo que se opta por Francisco de Asís de Borbón, que era considerado un hombre apocado y de poco carácter, que no iba a interferir en la política


Francisco de Asís de Borbón, es hijo del infante Francisco de Paula de Borbón, hijo de Carlos IV, y de Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, que además era primo hermano de Isabel. Esta elección satisfacía a todos los sectores políticos del país, porque lo consideraban un personaje políticamente inocuo y además se fundían en una sola las dos ramas reales.


La boda se celebró en Madrid, el 10 de octubre de 1846, cuando Isabel cumplía 16 años, siendo una boda doble pues también se casó su hermana Luisa Fernando de Borbón, que tenía 14 años con el príncipe Antonio de Orleans, duque de Montpensier e hijo menor de Luis Felipe I de Francia.


Desde el principio de su matrimonio ambos mostraron una antipatía mutua. Francisco de Asís era homosexual, el pueblo lo llamaba doña Paquita, mientras que era conocida la afición de la reina Isabel por los hombres. Esto producía constantes separaciones. Son conocidas las mediaciones entre la pareja real, como fueron los casos del general Narváez, el confesor de la reina, el arzobispo Antonio María Claret y hasta el mismo papa, Pío IX.


El primer amante oficial de la reina fue el general Serrano a quien Isabel II le calificaba como el general bonito”, una relación que fue motivo de constantes escándalos porque la reina lo perseguía por todos los cuarteles de Madrid. Llegó a tal nivel que el ejército decidió trasladarlo fuera de la capital.


Otros amantes reconocidos fueron el cantante José Mirall, cuya voz entusiasmaba a la reina, el conocido compositor Emiliano Arrieta, el coronel Gándara, también Manuel Lorenzo de Acuña, marqués de Bedma y el capitán José María Arana, conocido como ”el pollo Arana”. Fruto de esa relación nació la infanta Isabel, que sería llamada popularmente la Chata.


Otra relación muy destacada fue la mantenida con el capitán de ingenieros Enrique Puig Moltó conocido como “el pollo real”, que fue el padre de Alfonso XII. Se dice que un día hablando Isabel con su hijo Alfonso le dijo “hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía”.


El general O´Donnell también se sintió atraído por Isabel II y ésta le respondía cultivando un amor platónico, que aumenta su comprensión y confianza mutua. La diferencia de edad entre ambos, 21 años no supuso ningún obstáculo.


Sin embargo, este entendimiento fue cambiando por la influencia conservadora que ejercían sobre la reina el padre Claret y sor Patrocinio, conocida como la monja de las Llagas, que intentaban neutralizar las medidas liberales que el gobierno del general O´Donnell tomaba sobre la Iglesia. Esta circunstancia llevó a que Isabel II humillara públicamente a O´Donnell, provocando su cese.


A esta larga lista de nombres habría que añadir el de su secretario Miguel Tenorio; el del cantante Tirso Obregón; José de Murga y Reolid, marqués de Linares; el gobernador de Madrid y posterior ministro de Ultramar, Carlos Marfori y Calleja, que le acompañará a París cuando se exilia en Francia tras el triunfo de la Gloriosa en 1868 y también el capitán de artillería, José Ramón de la Puente.


Mientras todo esto sucedía su marido Francisco de Asís y Borbón tuvo un amigo íntimo, Antonio Ramón Meneses, con el que convivió toda su vida. Los continuos amantes de Isabel II, los asumió con naturalidad. Por el reconocimiento de la paternidad de los hijos de Isabel, recibía a cambio un millón de reales al hacer la presentación de cada uno de ellos.


Hay que subrayar que algunos historiadores aseguran que la etiqueta de ninfómana que marcó la vida de la reina fue una artimaña de la propaganda de sus detractores, y que a pesar de ser cierto que tuvo muchos amantes, esto era lo habitual entre la aristocracia y la realeza de la época.

viernes, 5 de junio de 2020

Los reyes de España que fueron niños

España ha tenido tres reyes que fueron menores de 10 años, Carlos II, Isabel II y Alfonso XIII. El primero, Carlos II fue proclamado rey en 1665 a los tres años.

Coincidiendo con su nacimiento, la lucha contra Fernando de Valenzuela, valido de la reina madre y regente, Mariana de Austria, se fue incrementando, hasta que doce años después, en 1677, Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, padre de Carlos, marchó sobre Madrid y tomó el poder apoyándose en la nobleza.

Alfonso XIII.
Valenzuela fue desterrado y la reina madre abandonó la corte fijando su residencia en el Alcázar de Toledo. Juan José de Austria, con el apoyo popular, se convirtió en el nuevo valido. Su gobierno quedó ensombrecido por la lucha política contra sus adversarios y la dramática situación de la monarquía española, obligada a ceder el Franco Condado a Francia mediante la Paz de Nimega en 1679.

En ese mismo año, el rey, de 18 años de edad, se casa en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Aunque nunca llegó a estar verdaderamente enamorada de su marido, con el paso de los años María Luisa sentió un especial afecto hacia él. Carlos, por su parte, amaba tiernamente a su esposa. La reina murió en 1689. Luego contrairía matrimonio con Mariana de Neoburgo. Con la muerte de Carlos II sin descendencia, terminaba el reinado del último de los Habsburgo (Casa de Austria) y daba paso a los Borbones.

La segunda reina niña fue Isabel II que era hija del rey Fernando VII y de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Su padre había estado casado anteriormente en tres ocasiones, pero ninguna de sus esposas le había dado descendencia que le pudiese suceder.

En previsión de una eventual falta de descendencia directa masculina, el 29 de marzo de 1830, el rey Fernando VII, en detrimento de su hermano Carlos María Isidro, promulgó la Pragmática Sanción de 1830, que restauraba el sistema de sucesión tradicional en España, que permitía a su descendencia femenina sucederle tras su fallecimiento, si el soberano fallecía sin hijos varones. El monarca solo tendría dos hijas, Isabel y su hermana la infanta Luisa Fernanda, nacida en 1832.

Isabel II nació el 10 de octubre de 1830 en el Palacio Real de Madrid. Tras su bautismo, el 13 de octubre de 1830 y de acuerdo con la Pragmática Sanción, su padre mandó que, hasta el eventual nacimiento de un hijo varón, se guardasen a la infanta heredera los honores de correspondientes a los príncipes de Asturias.
Isabel II ascendió al trono de España el 29 de septiembre de 1833 tras la muerte de su padre, sin haber cumplido todavía los tres años de edad, motivo por el cual fue necesario nombrar a su madre regente del reino.

Su nacimiento y posterior ascensión al trono provocó el inicio de un largo conflicto dinástico, pues su tío, el infante Carlos María Isidro de Borbón, hasta entonces primero en la sucesión a la corona, que no aceptó que Isabel fuese nombrada princesa de Asturias y luego reina de España. La oposición del infante Carlos a la Pragmática Sanción condujo a este al exilio. La división entre isabelinos y carlistas acabó provocando la primera guerra carlista.

Durante los primeros años de su reinado, mientras Isabel era una niña, la regencia fue asumida por su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias hasta que las Cortes, decidieron adelantar un año la mayoría de edad de la reina, prevista para cuando cumpliera 14 años. Así, el 8 de noviembre de 1843, Isabel II fue declarada mayor de edad por 193 votos a favor frente a 16 en contra. Dos días después, Isabel II juró la Constitución en sesión solemne ante las Cortes.

El tercer caso, es el de Alfonso XIII, que fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931. Asumió el poder efectivo a los dieciséis años de edad, el 17 de mayo de 1902.

La inesperada muerte del rey Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885, a sus 27 años, provocó una crisis que llevó al Gobierno presidido por Sagasta a paralizar el proceso de sucesión a la corona a la espera de que la viuda del rey, María Cristina de Habsburgo diese a luz, pues estaba embarazada en aquel momento.

Cuando el 17 de mayo de 1886 la reina regente dio a luz a un varón, Alfonso XIII, este fue reconocido de inmediato como rey, siendo un caso único en la Historia.
Durante su reinado España experimentó cuatro problemas de suma importancia que acabarían con la monarquía liberal.

De un lado, la falta de una verdadera representatividad política de amplios grupos sociales, de otro, la pésima situación de las clases populares, en especial las campesinas,y además de los problemas derivados de la guerra del Rif y el nacionalismo catalán.

Esta turbulencias políticas y sociales iniciadas con el desastre del 98 impidió que los partidos turnistas lograran implantar una verdadera democracia liberal, lo que condujo al establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera, aceptada por el monarca.
Con el fracaso político de esta, el rey impulsó una vuelta a la normalidad democrática con intención de regenerar el régimen. No obstante, fue abandonado por toda la clase política, que se sintió traicionada por el apoyo de Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera.

Abandonó España voluntariamente tras las elecciones municipales de abril de 1931, que fueron tomadas como un plebiscito entre monarquía o república. Fue inicialmente enterrado en Roma, donde falleció; sus restos no fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial hasta 1980.



sábado, 2 de febrero de 2019

Las guerras carlistas (y II)

En el capítulo anterior se explicaban las razones del origen de las llamadas guerras carlistas, la formación de los bandos enfrentados y el desarrollo de la primera guerra carlista que terminó con la firma del acuerdo de Vergara en 1839.

La segunda guerra carlista, más que una guerra civil, fue una insurrección durante la llamada Década moderada, pues los carlistas seguían siendo la menor fuerza opositora al liberalismo. Se centró en la zona de Granada, un municipio enclavado en la comarca del Alto Penedés, en la provincia de Barcelona, «guerra dels matiners», y fue fácilmente sofocada.

La reina Isabel II y su marido Francisco de Asís.
Su origen, al menos teórico, fue el fracaso de los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón, objetivo de distintos sectores moderados partidarios de Isabel.
 Sin embargo, Isabel II terminó casándose con su primo Francisco de Asís de Borbón. La segunda guerra carlista (1846-1849) comenzó con la inestabilidad política del Estado y la falta de solución a los numerosos conflictos políticos, económicos y sociales. Las transformaciones de los últimos años (la movilidad de las tropas favorecida por las nuevas vías de comunicación, la eficacia de las armas, etc.) la distinguirán de la guerra anterior.

El temor que produjo en la corte tras la Revolución de 1854, la llamada Vicalvarada, llevó a intentar nuevas negociaciones para la reconciliación de las dos ramas de la familia real, a fin de oponerse juntos a los revolucionarios, enemigo común de ambas ramas de la dinastía. El fracaso del proyecto resultó en el levantamiento carlista de 1855.

Al igual que en la segunda guerra carlista, el levantamiento tuvo más importancia en Cataluña, en la que entraron Marsal, Borges, Rafael Tristany, Estartús y otros emigrados, levantándose partidas numerosas, como las de Boquica, Comas y Juvany. Marsal fue investido del cargo de comandante general interino y Tristany, a quien acompañaban sus hermanos, del de comandante general de la provincia de Barcelona. El primero cayó herido y prisionero en Orriols, siendo fusilado en Gerona el 8 de noviembre de 1855. Tristany, al frente de unos 200 hombres, logró sostenerse un año, teniendo que volver a emigrar.

Luego llegó un tercer alzamiento carlista el  día 1 de abril de 1860, cuando el general Jaime Ortega y Olleta, capitán general de Baleares, realizó un pronunciamiento a favor de Carlos Luis de Borbón, con el que pretendía destronar a la reina Isabel II, mediante el envío de una expedición militar a la península, cerca de la población de San Carlos de la Rápita (Tarragona). Fracasó debido a la negativa de sus propios oficiales a secundarlo.

Infante Carlos María Isidro.
Estos hechos fueron seguidos todavía de otro intento de alzamiento en 1869, tras el destronamiento de Isabel II y el paso de numerosos militares isabelinos a las filas carlistas. Estos intentaron un alzamiento mal organizado que fracasó, y en el que se destacó en la provincia de León la partida de Pedro Balanzátegui, que sería fusilado.

Ya en el denominado Sexenio Democrático, beneficiados por la libertad ideológica para los partidos antidinásticos que trajo la revolución de 1868 y la adhesión de la mayoría de los llamados neocatólicos a Don Carlos, el carlismo había revivido como fuerza política.

En las Cortes de 1869, obtuvo una veintena de diputados y en las posteriores legislativas sus resultados fueron aún mejores. Pero la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña fuerza política opuesta a la nueva monarquía y con posiciones enormemente conservadoras. La subida al trono español de la casa de Saboya terminaría por imponer la opción armada.

Comienza la tercera guerra carlista, una guerra civil desarrollada en España entre 1872 y 1876, entre los partidarios de Carlos María de Borbón, duque de Madrid, pretendiente carlista al trono, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII.

La restauración borbónica en la figura de Alfonso XII marcaría el declive carlista en la guerra. El conflicto acabará en 1876 con la definitiva derrota militar del carlismo, durante los primeros años del reinado de Alfonso XII. Los generales Martínez Campos y Fernando Primo de Rivera derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra, País Vasco y el resto de España.

El 28 de febrero de 1876 finalizan las guerras carlistas. Don Carlos cruzaba la frontera al grito de “Volveré”. Su liderazgo había sentado las bases del carlismo político, que tras la derrota sufriría divisiones internas. En 1888 el sector más intransigente del carlismo, partidario de la unidad católica de España con sanción coercitiva, se separaría de Don Carlos, creando el llamado Partido Integrista.

 Todavía en el año 1900 hubo un intento de insurrección armada originado en Badalona, y que se extendió a otras localidades de España, aunque fracasó rápidamente.


Próximo capítulo: La cuestión foral.





sábado, 26 de enero de 2019

Las guerras carlistas (I)


En los últimos meses en más de una ocasión se ha oído referirse al papel que tuvieron las llamadas guerras carlistas en la actual configuración del escenario político de España. Se trata aquí de explicar algo sobre el desarrollo de las referidas contiendas.

Las guerras carlistas fueron una serie de contiendas civiles que tuvieron lugar en España a lo largo del siglo XIX. Aunque la principal razón de la lucha fue la disputa por el trono, también representaron el choque de ideologías políticas de la época. Los carlistas, que luchaban bajo el lema Dios, Patria, Rey, encarnaron la oposición más reaccionaria al liberalismo, defendiendo la monarquía tradicional absolutista, el catolicismo conservador y los derechos del sistema foral.

Recreación de la guerra carlista en Abárzuza (Navarra).
Geográficamente, sus partidarios predominaron en la mitad norte de España, especialmente en el País Vasco y Navarra, que eran sus focos más importantes. También  tuvieron  implantación en el norte de Cataluña, Aragón y especialmente en la comarca del Maestrazgo, entre Teruel y Castellón.

El origen del conflicto hay que situarlo en la actuación del rey Fernando VII, que previendo un gran problema sucesorio al no disponer de descendencia masculina directa, promulgó en 1830 la Pragmática Sanción, por la que derogó el Reglamento de sucesión de 1713, aprobado por Felipe V, denominado “Ley Sálica”, que impedía que las mujeres accedieran al trono. A los pocos meses, su cuarta esposa dio a luz a una niña, Isabel, que fue proclamada princesa de Asturias.

Cuando, en el otoño de 1832, Fernando VII cayó gravemente enfermo, los seguidores de su hermano, Carlos María Isidro de Borbón, consiguieron que el rey firmara la derogación de la Pragmática, lo que supondría que éste heredaría el trono. Pero, recuperado de la enfermedad, Fernando VII tuvo tiempo de restablecer la validez de la Pragmática Sanción antes de su muerte el 29 de septiembre de 1833.

Como Isabel solo contaba en ese momento tres años de edad, su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia, llegando a un acuerdo con los liberales para preservar el trono de su hija frente al alzamiento de los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón.

​ Estos se denominaron carlistas o apostólicos, y eran favorables al absolutismo y defensores de las tradiciones. Entre ellos se encontraban pequeños propietarios empobrecidos y artesanos arruinados, sobre todo del mundo rural, que recelaban de las reformas, pero también miembros de la pequeña nobleza y parte del clero.

Los liberales fueron partidarios de Isabel, hija y legítima heredera de Fernando VII, también llamados isabelinos o cristinos (por la regencia  de María Cristina de Borbón). Sus seguidores los encontraron entre la población urbana, la burguesía y amplios sectores de la nobleza.

Los enfrentamientos entre carlistas y liberales tendrán tres episodios destacados en el siglo XIX: las tres guerras carlistas.

La primera guerra carlista (1833-1840) se inició con el levantamiento de partidas carlistas en el País Vasco y Navarra. Pronto controlaron el medio rural, aunque ciudades como Bilbao, San Sebastián, Vitoria y Pamplona permanecieron fieles a Isabel II y al liberalismo.

La vacilación del gobierno y el gran apoyo popular permitieron a los carlistas organizar la guerra con el método de guerrillas, hasta que el general Zumalacárregui organiza un ejército en territorio vasco-navarro, y el general Cabrera unifica las partidas aragonesas y catalanas. La primera guerra carlista tiene un trasfondo político que se materializa en dos personas con derecho al trono, según sus partidarios.

Fernando VII (1784-1833), rey de España, casó en 1802 con María Victoria de Nápoles, que murió sin descendencia después de dos abortos. El rey desposó en segundas nupcias a Isabel de Braganza, sobrina que dio a luz a una niña que murió a los cuatro meses, falleciendo al poco tiempo la reina. Vuelto a casar por tercera vez en 1819, su esposa fue María Josefa Amalia de Sajonia, tampoco le dio hijos. Finalmente, en 1829, se casó con otra de sus sobrinas, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, teniendo por fin descendencia: Isabel (1830-1904) y Luisa Fernanda (1832-1897).

Antes del nacimiento de Isabel, el heredero del trono era Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, pero todo cambió, como ya se ha escrito, cuando el rey tuvo descendencia femenina. Entonces se publicó la ya referida pragmática sanción de Carlos IV que cambiaba la ley en vigor, permitiendo a una mujer heredar el trono de España.

Don Carlos entró en España y se puso al frente del ejército dirigiéndose hacia Madrid, objetivo que no consiguió. Recibió el apoyo de armas de Rusia, Austria y Prusia. Mientras que Isabel II contó con el de Inglaterra, Francia y Portugal, favorables a la implantación de un liberalismo moderado en España.

La muerte de Zumalacárregui en 1835 durante el sitio a Bilbao inició una reacción liberal. El general Espartero venció a las tropas carlistas en Luchana en 1836 y el último periodo del conflicto estuvo marcado por la iniciativa del ejército liberal al mando de Espartero y la división de los carlistas entre los partidarios de llegar, o no,  a un acuerdo con los liberales.

Mediante el Convenio de Vergara de 1839, los generales Maroto y Espartero firmaron la paz, y acordaron mantener los fueros en las provincias vascas y Navarra e integrar a la oficialidad carlista en el ejército liberal. Las partidas de los intransigentes dirigidas por Cabrera continuaron la guerra en la zona del Maestrazgo aragonés, hasta su derrota en 1840.

Próximo capítulo: Las guerras carlistas (y II)