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viernes, 2 de octubre de 2020

El golpe que llegó de la mano de Alfonso XIII

 

La reciente polémica sobre si el rey Felipe VI cumple su papel constitucional, o si se lo salta a la torera, como parece haber sido el caso de su “llamada privada” al presidente del Consejo General del Poder Judicial, me sirve de base para recordar el golpe de Estado de 1923.


Miguel Primo de Rivera.


Se había consumado la mayor derrota militar desde 1898, y la decadencia española tocaba fondo provocando una grave crisis política que ponía en jaque a la propia monarquía de Alfonso XIII. En este complicado escenario fue tomando protagonismo la figura de Miguel Primo de Rivera, que había desarrollado la mayor parte de su carrera militar en destinos coloniales de ultramar como Cuba o Filipinas y Marruecos.


Miguel Primo de Rivera fue ascendido a teniente general en 1919 y pronto ocupó la Capitanía General de Madrid, desde donde defendió la tesis del abandono de las colonias norteafricanas, motivo por el que fue cesado. En 1922 fue nombrado capitán general de Barcelona y, desde esta posición, espoleado por el Desastre de Annual, comenzó a preparar un pronunciamiento militar que finalmente llegó el 13 de septiembre de 1923.


La reacción de Alfonso XIII ante el golpe de Estado de Primo de Rivera fue de respaldo al militar, mientras daba la espalda al Gobierno de Manuel García Prieto, que solicitaba la detención de los militares sublevados.


Existían antecedentes de la afinidad del monarca con el estamento militar, como el asalto a la revista satírica catalanista ¡Cu-Cut! y al diario La Veu de Catalunya en 1905, o también la crisis de las Juntas de Defensa, en 1917.


El rey acabó nombrando a Miguel Primo de Rivera jefe del Ejecutivo, bajo la forma de presidente del Directorio Militar. El hasta entonces capitán general de Barcelona tenía como estrategia inicial gobernar noventa días con el objetivo de regenerar el país y, posteriormente, dar un paso atrás devolviendo el poder al monarca.


En la proclama a su llegada al poder, Primo de Rivera invocó la necesidad de salvación de una España a la que había que liberar de aquellos profesionales de la política que habían llevado al país al llamado Desastre del 98 y que amenazaban con un final trágico y deshonroso.


El nuevo presidente destituyó a las autoridades provinciales y locales, suspendió la Constitución de 1876 y declaró el estado de guerra, mientras extendía a toda España el Somatén, la institución paramilitar catalana, con el objetivo de combatir el pistolerismo en las calles. Gobernó desde un partido único, la Unión Patriótica, más volcado en la administración que en la política.


La dictadura de Primo de Rivera se prolongó hasta el año 1930, sustituyendo el Directorio Militar por uno civil en 1925, en un intento de suavizar el régimen político tras una importante victoria del Ejército español en Alhucemas. Durante aquellos años, el Gobierno combatió el problema del separatismo y Francesc Macià, fundador en 1922 del partido Estat Català, se acabó convirtiendo en el símbolo de la resistencia catalana.


Claramente se trataba de institucionalizar la Dictadura. En 1927, se constituyó una Asamblea Nacional Consultiva, formada en su mayoría por miembros de citada Unión Patriótica elegidos por sufragio restringido, siguiendo el modelo italiano, en este caso el Consejo Fascista. Esta Asamblea fracasó rápidamente en su intento de redactar una ley fundamental que hiciera el papel de Constitución de la dictadura.


Hay que destacar que el gran éxito del Directorio tuvo lugar en África. El desembarco de Alhucemas en 1925 puso fin de la resistencia de las cábilas del Rif. Su líder Abd-el-Krim se entregó a las autoridades del Marruecos francés.


Por otra parte, señalar que la oposición a la dictadura abarcaba un amplio espectro político, desde algunos liberales y conservadores, hasta republicanos, socialistas, anarquistas, intelectuales y el movimiento estudiantil. Un elemento clave para el deterioro del régimen fue el creciente descontento en las filas del ejército ante las arbitrariedades de Primo de Rivera.


Tras el crak de la bolsa de Nueva York, en 1929, los problemas económicos se extendieron con gran rapidez por el mundo. El descontento social, con la vuelta de los movimientos obreros, vino a acrecentar la oposición a la dictadura.


Anciano, enfermo y sin apoyos sociales, el 27 enero 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al monarca, quién se apresuró a aceptarla. Dos meses después, el dictador fallecía en el exilio en París.

viernes, 5 de junio de 2020

Los reyes de España que fueron niños

España ha tenido tres reyes que fueron menores de 10 años, Carlos II, Isabel II y Alfonso XIII. El primero, Carlos II fue proclamado rey en 1665 a los tres años.

Coincidiendo con su nacimiento, la lucha contra Fernando de Valenzuela, valido de la reina madre y regente, Mariana de Austria, se fue incrementando, hasta que doce años después, en 1677, Juan José de Austria, hijo bastardo de Felipe IV, padre de Carlos, marchó sobre Madrid y tomó el poder apoyándose en la nobleza.

Alfonso XIII.
Valenzuela fue desterrado y la reina madre abandonó la corte fijando su residencia en el Alcázar de Toledo. Juan José de Austria, con el apoyo popular, se convirtió en el nuevo valido. Su gobierno quedó ensombrecido por la lucha política contra sus adversarios y la dramática situación de la monarquía española, obligada a ceder el Franco Condado a Francia mediante la Paz de Nimega en 1679.

En ese mismo año, el rey, de 18 años de edad, se casa en primeras nupcias con María Luisa de Orleans, sobrina de Luis XIV de Francia. Aunque nunca llegó a estar verdaderamente enamorada de su marido, con el paso de los años María Luisa sentió un especial afecto hacia él. Carlos, por su parte, amaba tiernamente a su esposa. La reina murió en 1689. Luego contrairía matrimonio con Mariana de Neoburgo. Con la muerte de Carlos II sin descendencia, terminaba el reinado del último de los Habsburgo (Casa de Austria) y daba paso a los Borbones.

La segunda reina niña fue Isabel II que era hija del rey Fernando VII y de su cuarta esposa, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias. Su padre había estado casado anteriormente en tres ocasiones, pero ninguna de sus esposas le había dado descendencia que le pudiese suceder.

En previsión de una eventual falta de descendencia directa masculina, el 29 de marzo de 1830, el rey Fernando VII, en detrimento de su hermano Carlos María Isidro, promulgó la Pragmática Sanción de 1830, que restauraba el sistema de sucesión tradicional en España, que permitía a su descendencia femenina sucederle tras su fallecimiento, si el soberano fallecía sin hijos varones. El monarca solo tendría dos hijas, Isabel y su hermana la infanta Luisa Fernanda, nacida en 1832.

Isabel II nació el 10 de octubre de 1830 en el Palacio Real de Madrid. Tras su bautismo, el 13 de octubre de 1830 y de acuerdo con la Pragmática Sanción, su padre mandó que, hasta el eventual nacimiento de un hijo varón, se guardasen a la infanta heredera los honores de correspondientes a los príncipes de Asturias.
Isabel II ascendió al trono de España el 29 de septiembre de 1833 tras la muerte de su padre, sin haber cumplido todavía los tres años de edad, motivo por el cual fue necesario nombrar a su madre regente del reino.

Su nacimiento y posterior ascensión al trono provocó el inicio de un largo conflicto dinástico, pues su tío, el infante Carlos María Isidro de Borbón, hasta entonces primero en la sucesión a la corona, que no aceptó que Isabel fuese nombrada princesa de Asturias y luego reina de España. La oposición del infante Carlos a la Pragmática Sanción condujo a este al exilio. La división entre isabelinos y carlistas acabó provocando la primera guerra carlista.

Durante los primeros años de su reinado, mientras Isabel era una niña, la regencia fue asumida por su madre, María Cristina de Borbón-Dos Sicilias hasta que las Cortes, decidieron adelantar un año la mayoría de edad de la reina, prevista para cuando cumpliera 14 años. Así, el 8 de noviembre de 1843, Isabel II fue declarada mayor de edad por 193 votos a favor frente a 16 en contra. Dos días después, Isabel II juró la Constitución en sesión solemne ante las Cortes.

El tercer caso, es el de Alfonso XIII, que fue rey de España desde su nacimiento hasta la proclamación de la Segunda República Española el 14 de abril de 1931. Asumió el poder efectivo a los dieciséis años de edad, el 17 de mayo de 1902.

La inesperada muerte del rey Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885, a sus 27 años, provocó una crisis que llevó al Gobierno presidido por Sagasta a paralizar el proceso de sucesión a la corona a la espera de que la viuda del rey, María Cristina de Habsburgo diese a luz, pues estaba embarazada en aquel momento.

Cuando el 17 de mayo de 1886 la reina regente dio a luz a un varón, Alfonso XIII, este fue reconocido de inmediato como rey, siendo un caso único en la Historia.
Durante su reinado España experimentó cuatro problemas de suma importancia que acabarían con la monarquía liberal.

De un lado, la falta de una verdadera representatividad política de amplios grupos sociales, de otro, la pésima situación de las clases populares, en especial las campesinas,y además de los problemas derivados de la guerra del Rif y el nacionalismo catalán.

Esta turbulencias políticas y sociales iniciadas con el desastre del 98 impidió que los partidos turnistas lograran implantar una verdadera democracia liberal, lo que condujo al establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera, aceptada por el monarca.
Con el fracaso político de esta, el rey impulsó una vuelta a la normalidad democrática con intención de regenerar el régimen. No obstante, fue abandonado por toda la clase política, que se sintió traicionada por el apoyo de Alfonso XIII a la dictadura de Primo de Rivera.

Abandonó España voluntariamente tras las elecciones municipales de abril de 1931, que fueron tomadas como un plebiscito entre monarquía o república. Fue inicialmente enterrado en Roma, donde falleció; sus restos no fueron trasladados al Panteón de los Reyes del Monasterio de El Escorial hasta 1980.



domingo, 18 de noviembre de 2018

Nace la II República en España


Los resultados de las elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931 hicieron saltar por los aires los cimientos de la política española. La victoria republicana empujó  al rey al exilio dando lugar a la proclamación de la II República.

El lunes 13 de abril de 1931 se conocen los resultados provisionales de las municipales celebradas en la jornada anterior. Las candidaturas con tintes monárquicos han logrado la victoria en tan solo nueve capitales de provincia. Las republicanas, en  cuarenta y una. En Barcelona, la victoria de los republicanos superó el 80 por ciento. En Madrid, los concejales republicanos triplicaban a los monárquicos.

Madrid, el 14 de abril de 1931.
El Gobierno de entonces estaba compuesto en exclusiva por personalidades monárquicas de los ámbitos políticos, militares e industriales, pero divididos en dos corrientes. Una partidaria  de resistir enérgicamente apoyándose en el Ejército y la Guardia Civil y, otra, favorable a una resistencia moderada con el objetivo de recuperar la popularidad de la monarquía.

El debate originado en el  seno del Consejo de Ministros, celebrado el día 13 y presidido por el almirante Juan Bautista Aznar-Cabañas, se movió entre adoptar el camino de la fuerza o el de empezar a negociar de inmediato con los vencedores de las elecciones.

Se acordó la segunda opción, que contó con la opinión favorable de Alfonso XIII, que de ninguna manera quería pasar a la Historia como el origen de un enfrentamiento armado. Pero al monarca le faltaba fuerza moral ya que había equivocado por completo en la forma de presentarse ante el pueblo, practicando la tradicional campechanía borbónica y buscando la simpatía populista.

La política del monarca había derivado hacia la frivolidad. La preocupación del rey por el mantenimiento de su dinastía había obtenido el resultado contrario y en ese momento se hacía necesario ocuparse de su seguridad física. El final del zar Nicolás, ya narrado en estas páginas, era la gran preocupación de Alfonso XIII que exigió garantías para que él y su familia pudieran salir de España sin dificultades.

A primeras horas de la mañana del martes 14 de abril el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil se dirige a la casa de Miguel Maura, donde se encuentran reunidos los miembros del comité revolucionario que no estaban exiliados en Francia, ni escondidos,  Niceto Alcalá-Zamora, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos, Santiago Casares Quiroga y Álvaro de Albornoz

Nada más entrar en la casa el general Sanjurjo se cuadra ante Maura y le dice, "A las órdenes de usted señor ministro". Por su parte el rey Alfonso XIII le pide al conde de Romanones, viejo conocido de Niceto Alcalá-Zamora, que se ponga en contacto con él para que, como presidente del comité revolucionario, le garantice su salida pacífica de España y la de su familia.

A la una y media de la tarde tiene lugar la entrevista en casa del doctor Gregorio Marañón, quien había sido médico del rey y que ahora apoyaba la causa republicana. El conde de Romanones le propone a Alcalá-Zamora crear una especie de gobierno de transición o incluso la abdicación del rey en favor del príncipe de Asturias. Pero Alcalá-Zamora exige que el rey salga del país "antes de que se ponga el sol". Y le advierte: "Si antes del anochecer no se ha proclamado la república, la violencia del pueblo puede provocar la catástrofe".

La familia real abandona España hacia el exilio la noche del mismo 14 de abril de 1931 desde el puerto de Cartagena, mientras que  en la calle, la República ya era festejada y la bandera roja presidía el edificio de Correos.