En los últimos meses en más de una ocasión se ha oído
referirse al papel que tuvieron las llamadas guerras carlistas en la actual
configuración del escenario político de España. Se trata aquí de explicar algo
sobre el desarrollo de las referidas contiendas.
Las guerras carlistas fueron una serie de contiendas civiles
que tuvieron lugar en España a lo largo del siglo XIX. Aunque la principal
razón de la lucha fue la disputa por el trono, también representaron el choque
de ideologías políticas de la época. Los carlistas, que luchaban bajo el lema
Dios, Patria, Rey, encarnaron la oposición más reaccionaria al liberalismo,
defendiendo la monarquía tradicional absolutista, el catolicismo conservador y los
derechos del sistema foral.
Recreación de la guerra carlista en Abárzuza (Navarra). |
Geográficamente, sus partidarios predominaron en la mitad
norte de España, especialmente en el País Vasco y Navarra, que eran sus focos
más importantes. También tuvieron implantación en el norte de Cataluña, Aragón
y especialmente en la comarca del Maestrazgo, entre Teruel y Castellón.
El origen del conflicto hay que situarlo en la actuación del
rey Fernando VII, que previendo un gran problema sucesorio al no disponer de
descendencia masculina directa, promulgó en 1830 la Pragmática Sanción, por la
que derogó el Reglamento de sucesión de 1713, aprobado por Felipe V, denominado
“Ley Sálica”, que impedía que las mujeres accedieran al trono. A los pocos
meses, su cuarta esposa dio a luz a una niña, Isabel, que fue proclamada
princesa de Asturias.
Cuando, en el otoño de 1832, Fernando VII cayó gravemente
enfermo, los seguidores de su hermano, Carlos María Isidro de Borbón,
consiguieron que el rey firmara la derogación de la Pragmática, lo que
supondría que éste heredaría el trono. Pero, recuperado de la enfermedad,
Fernando VII tuvo tiempo de restablecer la validez de la Pragmática Sanción
antes de su muerte el 29 de septiembre de 1833.
Como Isabel solo contaba en ese momento tres años de edad,
su madre, María Cristina de Borbón, asumió la regencia, llegando a un acuerdo
con los liberales para preservar el trono de su hija frente al alzamiento de
los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón.
Estos se denominaron carlistas o apostólicos, y eran
favorables al absolutismo y defensores de las tradiciones. Entre ellos se
encontraban pequeños propietarios empobrecidos y artesanos arruinados, sobre
todo del mundo rural, que recelaban de las reformas, pero también miembros de
la pequeña nobleza y parte del clero.
Los liberales fueron partidarios de Isabel, hija y legítima
heredera de Fernando VII, también llamados isabelinos
o cristinos (por la regencia de María Cristina de Borbón). Sus seguidores
los encontraron entre la población urbana, la burguesía y amplios sectores de
la nobleza.
Los enfrentamientos entre carlistas y liberales tendrán tres
episodios destacados en el siglo XIX: las tres guerras carlistas.
La primera guerra carlista (1833-1840) se inició con el
levantamiento de partidas carlistas en el País Vasco y Navarra. Pronto
controlaron el medio rural, aunque ciudades como Bilbao, San Sebastián, Vitoria
y Pamplona permanecieron fieles a Isabel II y al liberalismo.
La vacilación del gobierno y el gran apoyo popular
permitieron a los carlistas organizar la guerra con el método de guerrillas,
hasta que el general Zumalacárregui organiza un ejército en territorio
vasco-navarro, y el general Cabrera unifica las partidas aragonesas y
catalanas. La primera guerra carlista tiene un trasfondo político que se
materializa en dos personas con derecho al trono, según sus partidarios.
Fernando VII (1784-1833), rey de España, casó en 1802 con
María Victoria de Nápoles, que murió sin descendencia después de dos abortos.
El rey desposó en segundas nupcias a Isabel de Braganza, sobrina que dio a luz
a una niña que murió a los cuatro meses, falleciendo al poco tiempo la reina. Vuelto a casar por tercera vez en 1819, su esposa fue María
Josefa Amalia de Sajonia, tampoco le dio hijos. Finalmente, en 1829, se casó
con otra de sus sobrinas, María Cristina de Borbón Dos Sicilias, teniendo por
fin descendencia: Isabel (1830-1904) y Luisa Fernanda (1832-1897).
Antes del nacimiento de Isabel, el heredero del trono era
Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, pero todo cambió, como ya se ha escrito, cuando
el rey tuvo descendencia femenina. Entonces se publicó la ya referida
pragmática sanción de Carlos IV que cambiaba la ley en vigor, permitiendo a una
mujer heredar el trono de España.
Don Carlos entró en España y se puso al frente del ejército
dirigiéndose hacia Madrid, objetivo que no consiguió. Recibió el apoyo de armas
de Rusia, Austria y Prusia. Mientras que Isabel II contó con el de Inglaterra,
Francia y Portugal, favorables a la implantación de un liberalismo moderado en
España.
La muerte de Zumalacárregui en 1835 durante el sitio a
Bilbao inició una reacción liberal. El general Espartero venció a las tropas
carlistas en Luchana en 1836 y el último periodo del conflicto estuvo marcado
por la iniciativa del ejército liberal al mando de Espartero y la división de
los carlistas entre los partidarios de llegar, o no, a un acuerdo con los liberales.
Mediante el Convenio de Vergara de 1839, los generales
Maroto y Espartero firmaron la paz, y acordaron mantener los fueros en las
provincias vascas y Navarra e integrar a la oficialidad carlista en el ejército
liberal. Las partidas de los intransigentes dirigidas por Cabrera continuaron
la guerra en la zona del Maestrazgo aragonés, hasta su derrota en 1840.
Próximo capítulo: Las guerras carlistas (y II)
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