El Castillo de Peracense es una impresionante fortaleza construida en en el siglo XIII con la piedra roja del lugar, ubicada en Peracense, Teruel. Se asienta sobre una formación rocosa escarpada, lo que le confiere un carácter único y vistas espectaculares. Es un ejemplo destacado de arquitectura medieval española y un importante bien cultural de Aragón.
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Castillo de Peracense. |
Se erigió como sistema de defensa en la frontera con Castilla. Tras la unión de Castilla y Aragón por el matrimonio de los Reyes Católicos, el castillo pierde su importancia y se hace cargo de él la Comunidad de Daroca, que estuvo nombrando alcaides hasta 1702. Durante la I Guerra Carlista (1833-1840) el castillo de Peracense fue reutilizado y transformado por un contingente militar del ejército liberal. Tuvo que hacer frente a varios ataques carlistas en 1837 y 1839 cuando se llegó a tomar el pueblo de Peracense.
Tras esto, el castillo pasa a manos del Ayuntamiento de Peracense. Cae en el abandono cuando es objeto del saqueo de sus materiales constructivos. Su interior fue usado como cantera de piedras de afilar. Durante la postguerra el interior del castillo fue utilizado como zona de pastos gracias a sus grandes explanadas. Tras el cierre de las minas de hierro de Sierra Menera en 1987, se decide restaurar el castillo para recolocar a los trabajadores de las minas.
El paso del tiempo no ha podido con esta inexpugnable edificación, que a día de hoy conserva sus estancias casi en su totalidad. Cuenta con una planta de 4000 metros cuadrados y tres recintos concéntricos. Se puede observar cómo la roca se funde con el castillo y cómo este se mimetiza con su entorno, y es que la mayoría de edificios del pueblo, como la iglesia o el ayuntamiento, están construidos, al igual que el castillo, con piedra de rodeno, característica por su color rojizo.
Sobre el castillo existen diversas leyendas, como la que narra que, hace siglos, cuando los descendientes de los druidas aún dominaban esos lares, un caballero de la familia de los Ares encarceló a un poderoso brujo en la torre del castillo. Este druida, conocido como El Buco, juró venganza y, en la mágica noche de San Juan, recuperó sus poderes. Con su bastón en alto, desató una tormenta aterradora y lanzó una maldición contra el castillo y su señor. Pero las brujas de Jabaloyas, en su camino al akelarre del Moncayo, protegieron la fortaleza con sus capas mágicas. Así, mientras el castillo resistió, los alrededores quedaron convertidos en gigantescas rocas rojizas, formando el paisaje fantástico que hoy se conoce. El Buco, castigado por su maldad, fue petrificado para siempre.
Restaurado y declarado Bien de Interés Cultural, es una atracción turística importante.
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