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sábado, 29 de mayo de 2021

El hombre más malo de España

 

Antonio Pérez del Hierro, que fue secretario del rey Felipe II, era conocido como el hombre más malo de España, dicen que por su lengua de serpiente. A Antonio Pérez, al que se le atribuyen muchos de los males de la España del siglo XVI, era inteligente, pícaro, atrevido y valiente, pero acabó juzgado por traición a la corona y por asesinar a Juan de Escobedo.


Antonio Pérez del Hierro.


Parece ser que nació en Valdeconcha (Guadalajara) entre los años 1940 y 1542. Su familia era de origen aragonés que procedía de Monreal de Ariza (Zaragoza). Su padre Gonzalo había sido ordenado sacerdote en fechas anteriores a su paternidad, sus enemigos le acusaron de haber engendrado a Antonio tras su ordenación, acusación siempre negada por Gonzalo pero que empañaría el origen de Antonio. Nunca esclareció quién era la madre del niño, posiblemente la doncella Juana de Escobar. Fue legitimado por el emperador como hijo de Gonzalo Pérez, uno de los más importantes secretarios de Carlos I de España y V de Alemania.


Protegido por Ruy Gómez de Silva, príncipe de Éboli, Antonio Pérez se educó en las universidades de Alcalá, Lovaina, Salamanca y Padua. Al morir su padre en 1556 pasó a ocuparse de la secretaría real interinamente, recibiendo confirmación oficial de su cargo en 1567.


En las luchas políticas de la corte destacó como un gran intrigante alineado con la facción de su protector, el príncipe de Éboli, contra el duque de Alba y contra don Juan de Austria. Y acabó asesinando al secretario de Juan de Austria, Juan de Escobedo, en posible connivencia con Felipe II. Este crimen sería utilizado por el rey contra Antonio Pérez cuando descubrió que su secretario le espiaba para el papa Pío V, acusación que no podía hacer directamente por ser la monarquía española y el papado dos potencias amigas, al menos en teoría.


En 1579 Antonio Pérez fue detenido, al tiempo que su amante, la princesa de Éboli y sustituido como secretario del rey por el cardenal Granvela, aunque en realidad Pérez siguió desempeñando la secretaría hasta 1584. Se le acusó inicialmente de corrupción, cargo del que había abundantes pruebas y diez años después se le acusó además del ya citado asesinato de Juan de Escobedo, sometiéndole a tormento como requería el proceso judicial en la época.


Después de once años en la cárcel, Pérez consiguió huir disfrazado de Madrid y refugiarse en Aragón, en donde se acogió a la protección del derecho foral alegando ser hijo de un natural de aquel reino. Su causa quedó así unida a la defensa de las libertades aragonesas frente a la corona. El rey hizo entonces que le acusara de herejía la Inquisición, única institución con jurisdicción en toda España, pero el tribunal inquisitorial fracasó en el intento de hacerse con el reo, ante la agitación de las masas populares que dieron paso a las llamadas alteraciones de Aragón.


Dispuesto a imponer su autoridad, Felipe II envió un ejército a Zaragoza, que tampoco consiguió prender a Pérez, que ya había huido a Francia con ayuda del Justicia Mayor de Aragón, Juan de Lanuza. Mientras las autoridades forales aragonesas se levantaban en armas contra el rey por lo que entendían una violación de sus fueros, Antonio Pérez era acogido calurosamente en la corte francesa. Fue juzgado y condenado en su ausencia por la Inquisición, que confiscó sus bienes y quemó públicamente una estatua de él.


Durante años asesoró tanto a Enrique IV de Francia como a Isabel I de Inglaterra en sus acciones militares contra Felipe II. Se dedicó también a publicar escritos contra el rey, que suministraron gran parte del material con el que se tejió la leyenda negra contra la monarquía española. Desde la muerte de Felipe II perdió interés político y, pobre y marginado, murió en el exilio en París en 1611 sin haber conseguido el perdón de la corona.

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