San
Simón es un diminuto archipiélago de la Ría de Vigo que
cuenta con dos islas, las de San Simón y San Antón
unidas por un puente, y dos islotes menores, San Bartolomé y
San Norberto. Pertenece a la parroquia de Cesantes, en
el municipio de Redondela, siendo uno de los cinco lugares de
esta parroquia. En la actualidad se encuentra deshabitada.
Preside
la ensenada de San Simón, en el extremo interior de la Ría
de Vigo, que baña los municipios de Redondela, Sotomayor
y Vilaboa. El conjunto de las dos islas mide 250 metros de
ancho y 84 de largo.
A
lo largo de su historia la isla fue empleada como monasterio,
lazareto, cárcel y hogar para niños huérfanos.El conjunto de las
dos islas está catalogado como Bien de Interés Cultural con
categoría de Sitio Histórico desde el 29 de julio de 1999.
San
Simón ha sido escenario de gran cantidad de hazañas y penurias
que la harían incluso digna de protagonizar un libro de aventuras.
Allí se fraguó una de las batallas más grandes que ha visto
Galicia, la batalla de Rande, dentro de la Guerra de
Sucesión española, que dejó una huella profunda en este
territorio.
También
ha sido la cuna de antiguos literatos galaicos. Uno de los más
ilustres trovadores, Mendinho, componía sus cantigas de amigo
observando a San Simón, plasmando en el papel lo que esta
isla le evocaba. La pérdida, la soledad y la separación entre el
hombre que viaja y la mujer que espera incansablemente.
El
temible pirata Sir Francis Drake vio en sus aguas un terreno
perfecto para el saqueo y, acompañado de otros tantos piratas
ingleses, asesinó y robó a su antojo todo lo que encontraba en la
ensenada y en la isla. Los galeones de la Corona de Castilla
vieron arrebatadas las riquezas obtenidas en las Indias.
La
historia de Drake resume muy bien la que es también historia
de San Simón, una isla que ha sido habitada y abandonada en función
de intereses de propios y extraños. Durante la Edad Media,
diferentes gremios de artesanos encontraron cobijo allí. Además,
las órdenes religiosas veían a esta isla un gran lugar para
establecerse. Pasó de ser, desde una sede de los templarios hasta
una sede de los franciscanos.
Con
el paso de los años San
Simón
fue
adquiriendo nuevos
usos.
El lazareto que la preside se llegó a utilizar como leprosería,
donde los afectados de esta enfermedad contagiosa permanecían
hacinados en cuarentena. Pero también fue víctima de los
movimientos políticos del momento, como cuando fue convertida en
campo de concentración franquista.
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