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sábado, 24 de febrero de 2024

El Monte Pindo

 

El Monte Pindo, el Olimpo sagrado de los celtas, se encuentra en el municipio coruñés de Carnota. Una tierra está llena de fabulosas historias sobre tesoros, hermosas princesas, hadas, sacrificios y rutas secretas.


Monte Pindo.


Cuenta la leyenda que la disposición de las piedras del monte, en vertical y con formas que recuerdan a seres humanos, son en realidad los espíritus de los druidas y héroes celtas que para permanecer toda la eternidad en este mágico monte tomaron forma de piedra, de ahí el nombre de Olimpo Celta por el que es conocida esta mole granítica. En todo este conjunto de piedras llama la atención una, la que más sobresale y a la cual se ha bautizado como druida. Dicen que al colocarte frente a ella y hacer una pregunta aparecerá en la mente una respuesta a lo que se estaba preguntando. Otra de las leyendas que aparecen en torno al Monte Pindo está relacionada con su agua.

En A Moa, el punto más alto del monte, aparecen varias pías (o cazuelas) fruto de la descomposición química del granito en las cuáles se acumula el agua debido a su profundidad. Según la leyenda después de una gran tormenta el agua que se queda depositada en estas pías está bendecida por los dioses y tiene propiedades mágicas.

Si se recoge agua de siete pías distintas las propiedades de esta son aún más fuertes y para que esto funcione se debe recoger el agua con las manos y de rodillas mirando al oeste.

Otras historias cuentan que en este misterioso lugar se hacían rituales celtas y que los matrimonios estériles acudían a la cumbre del Monte Pindo para tener descendencia.

En este mismo monte se encuentra una cueva de acceso complicado llamada “Cova da Casa da Xoana” o “reverte demos”. Cuenta la leyenda que hace muchos siglos las meigas hacían aquelarres durante la noche de San Juan y que al finalizar, estas brujas gallegas se montaban en sus escobas para recorrer este maravilloso paraje volando sobre ellas.

Pero además de esta existen también otras leyendas alrededor de la Cova da casa da Xoana, en este caso con espíritus y mouras, seres míticos, como protagonistas. Según estas historias mitológicas, a esta recóndita cueva acudían multitud de lugareños para buscar remedios que les quitaran maldiciones como “los aires de espíritus” que por allí vagaban. Por otro lado se cree que además de espíritus, las mouras habitaban entre las rocas y desde allí intentaban enamorar y persuadir a alguna de las personas que pasaban por allí.

Otras leyendas cuentan que las piedras con forma de gigantes que se encuentran llegando a la cima del Monte Pindo son en realidad unos guerreros que defendían hace algunos siglos a la Reina Lupa, una reina que controlaba los montes situados en las regiones de Finis Terrae, considerado el fin del mundo en esa época, donde ella habitaba.

sábado, 20 de febrero de 2021

Las Brujas de Zugarramurdi

 

La dimensión internacional que adquirió el proceso por el que 53 vecinos de la comarca de Baztán (Navarra) fueron acusados de brujería y 11 de ellos condenados a la hoguera, convirtió a Zugarramurdi en ‘El Pueblo de las Brujas’. Fueron víctimas de la Santa Inquisición que acabó con sus vidas el 8 de noviembre de 1610.


Museo de las brujas.


Esta localidad navarra rehabilitó su viejo hospital para instalar allí el Museo de las Brujas de Zugarramurdi. Un espacio museístico inaugurado en julio 2007 que pretende ser un lugar donde perpetuar la memoria histórica y mostrar al visitante cómo era la vida cotidiana de aquellas gentes.


En definitiva, un homenaje a las personas, hombres y mujeres, que fueron víctimas de una situación social trasnochada, de una ola de pánico, y de una Inquisición que necesitaba imponer su autoridad. Rompiendo con la imagen folclórica de las brujas, se quiere dar paso a esa otra realidad de unas mujeres y unos hombres acusados de cosas inverosímiles, envueltos en relatos fantasiosos, y finalmente quemados en una hoguera.


Corría el año 1610 cuando una vecina de Zugarramurdi contó que había visto en sueños cómo unos vecinos del pueblo participaban en un aquelarre en la cueva. Lo que debió quedar en una anécdota fue denunciado ante el tribunal de la Inquisición de Logroño, que arrestó a 53 parroquianos. La mayoría murió en la cárcel y 11 ardieron en la hoguera. Muchos otros municipios de Navarra vivieron episodios similares.


El arroyo Orabidea ha excavado un túnel natural de 120 metros de largo y 12 metros de alto, con dos galerías elevadas sobre el cauce. El conjunto recibe el nombre de Sorginen Leizea, que en euskera significa precisamente la cueva de las brujas.


Siguiendo con las referencias esotéricas, la cavidad principal se llama Infernuko Erreka, o lo que es lo mismo, regata del infierno. La cueva ofrece al visitante un ambiente evocador, aunque no presenta estalactitas ni pinturas rupestres, tiene el encanto del misterio que la envuelve. Y es que aquí se llevaban a cabo ritos paganos y prácticas de medicina natural, muy enraizados en la cultura popular y aceptados por la sociedad hasta que se vincularon al satanismo.


La localidad de Zugarramurdi se sitúa en la comarca navarra de Baztán, a pocos kilómetros de la frontera con Francia. Con apenas 250 habitantes, es muy conocida por el magnífico paisaje de pinos y castaños que la rodea, así como por una imponente cueva esculpida por el agua.


Por cierto, el término aquelarre, que se utiliza para denominar las ceremonias de invocación del diablo, tiene su origen en Zugarramurdi, porque junto a la gruta hay un prado llamado Akelarre o Campo del Macho Cabrío. Cada 18 de agosto se celebra el Zikiro Jatea, una fiesta gastronómica donde el protagonista es el cordero asado.


Además de visitar las grutas y el Museo de las Brujas, en el pueblo se puede observar la pintoresca mezcla de arquitectura popular con palacios señoriales, como el de Dutario, que recuerda las casas de los indianos. La construcción más antigua del pueblo es la de Beretxea, pues fue la única que sobrevivió al incendio de 1793, provocado por tropas francesas de la época de la Revolución Francesa, durante la guerra de la Convención o del Rosellón, que salpicó a ambos lados de la frontera.


Otro de los encantos de la zona son los senderos que recorren el valle y que utilizaban los contrabandistas en el pasado. El más importante es el que une las cuevas de Zugarramurdi con las de Sara y las de Urdax.

sábado, 5 de diciembre de 2020

El aula de Satanás

 

La Cueva de Salamanca forma parte de la que fuera iglesia de San Cebrián, un templo románico que se levantó junto a la antigua muralla de la ciudad de Salamanca con motivo de la repoblación de la ciudad, en el siglo XII, y que desapareció en el siglo XVI, salvo este pequeño espacio escavado en la tierra.


El aula de Satanás.

La existencia de la cripta se debe al desnivel de la zona, que obligó a la creación de 25 peldaños desde los bajos exteriores de la muralla para poder acceder a la nave del templo religioso. Es curioso que la cueva se situara precisamente bajo un templo dedicado a San Cebrián, que es considerando como uno de los grandes magos de la antigüedad. San Cebrián o Cipriano de Antioquia fue un personaje de gran cultura con extensos conocimientos sobre la magia de la época y que los recogió en un libro antes de convertirse al cristianismo. Está considerado el patrón de los brujos.


Según la tradición oral, allí se levantó un lugar que albergó una escuela de ciencias ocultas donde, tal y como señala la leyenda, Satanás, vestido de sacristán, ofrecía sus conocimientos sobre magia, astrología o adivinación a siete alumnos durante siete años.


Es decir, los muros de la Cueva de Salamanca fue punto de encuentro del demonio con estudiantes, un lugar que, todavía en la actualidad, es objeto de estudio por analistas de la historia más oscura.


Esta leyenda, recogida en parte por escritores como Cervantes o Calderón de la Barca, señala que los alumnos citados superaban los siete años de docencia y abandonaban el lugar. Todos salvo uno, que quedaba al servicio de la cueva para siempre.

De esta leyenda hay distintas versiones que han pasado de generación en generación, y no faltan aquellas que ubican en este mismo espacio a brujas o seguidores del mal de distinta índole o condición.


La tradición y distintas publicaciones señalan que ya en la sociedad antigua se decía que este espacio había sido fundado por Hércules. De hecho, a día de hoy, todavía en latinoamérica se llama salamancas a lugares donde se dice que brujas o demonios llevan a cabo sus aquelarres.


Esa misma leyenda señala que uno de los estudiantes que pasó por la cueva fue Enrique de Aragón, futuro marques de Villena, que tuvo su palacio junto a este mismo lugar del que queda en pie en la actualidad una torre, conocida como Torre del Marques de Villena.


Tras completar sus siete años de aprendizaje en la cueva, Enrique de Aragón logró engañar al diablo y escapar para no quedarse al servicio de ella. Enrique volvió a Toledo y allí se le pudo ver paseando por las calles de esta ciudad, siendo conocido por ser el hombre sin sombra. Se dice que en las clases que recibió del demoníaco sacristán aprendió el arte de la inmortalidad.


Así los salmantinos han mantenido este lugar de la ciudad como un lugar reconocido por los amantes de las ciencias ocultas y temido por los que creen que fue el Aula de Satanás.

sábado, 25 de enero de 2020

Historia de meigas y bruxas (I)

Meiga es el nombre que se da en Galicia, y en zonas colindantes de León y de Asturias, a la bruja o a la hechicera cuyo cometido es megar, esto es, enmeigar, que hace el bien y es capaz de deshacer los conjuros maléficos y el mal de ojo de las bruxas. Según el antropólogo Carmelo Lisón Tolosana la meiga no debe confundirse con la bruxa cuyo cometido es hacer el mal a personas y animales, para lo que establece un pacto con el diablo.

Galicia, tierra de meigas.
La referencia más antigua de la existencia de personas que en Galicia recurren a algún tipo de magia data de finales del siglo XIII, cuando un sínodo reunido en Santiago de Compostela en 1289 prohíbe a los clérigos, bajo ciertas penas, que sean adivinos, augures, sortílegos y encantadores. La prohibición se extiende a todo tipo de personas en el siglo siguiente bajo pena de excomunión.

En el siglo XVI se menciona la existencia de ”mujeres hechiceras” que hacen hechizos y maleficios a los hombres. El sínodo del obispado de Ourense celebrado en 1543-1544 proclama la excomunión de todas aquellas “personas así varones como mujeres, que queriendo saber lo que no saben, o lo que ha de ser... va[n] a agoreros y a encantadores, hechiceros y hechiceras”.

El sínodo denuncia que al estar el “santo olio... en la pila del bautismo, hechiceros y hechiceras con sacrílega temeridad y atrevimiento diabólico lo han hurtado para mezclar con sus hechizos y supersticiones erróneas”. Por otro lado, ni la palabra bruxa ni la palabra meiga aparecen en la documentación de la época.

El tribunal de la Inquisición española de Santiago de Compostela, que comenzó a actuar en la segunda mitad del siglo XVI, se ocupó de los "hechiceros" y de las "hechiceras". Los primeros casos datan de 1565 cuando se acusó a un sastre de “hechicero” e “invocador de demonios”, al que acudía la gente para preguntarle “cosas futuras y escondidas” y a un ciego de ser “hechicero e invocador de demonios que llamaba en sus conjuros y prácticas a... Belcebú”.

En un tercer caso se menciona, probablemente por primera vez, a las brujas, cuando un campesino acusado de invocar a “Satanás y a Barrabás" declara que le habían llevado un joven para que lo curara y que “eran tres brujas las que] hacían mal al muchacho”.

En los casos de los que se ocupó el tribunal de Santiago durante el resto del siglo XVI a los acusados de practicar la magia se les llama “hechiceros” y “hechiceras”, pero algunos de ellos habrían sido considerados brujos y brujas por otros tribunales debido a los tratos que mantenían con el demonio.

En 1579 una hechicera es interrogada y torturada por “haber tenido invocaciones, tratos y cópula con el demonio”; en 1582 otra “hechicera e invocadora de demonios” “confesó el pacto que tenía con el demonio y cómo a veces... había tenido con él acceso carnal, unas veces de día y otras de noche y haberse ofrecido en cuerpo y ánima al demonio, ofreciéndole así mismo la sangre del dedo”. O más claramente e el caso de un “hechicero que iba donde andaban las brujas... de noche”.

A finales del siglo XVI y principios del siglo XVII estudiando las actas de los procesos de la Inquisición se puede observar que se empieza a distinguir entre hechicera y bruja, como ha destacado el ya citado Carmelo Lisón. El concepto de hechicera se relaciona "más con la manipulación de ensalmos, hierbas, nóminas, bendiciones, filtros, polvos, pelo, ropa, incienso, tierra de cementerio, agua bendita, conjuros, ligar y desligar”.

Mientras que el de bruja va adquiriendo características demoníacas, hacer el mal, vuelos y reuniones nocturnas, pacto y acceso carnal con el demonio, muerte de niños, etc. Es el caso de una mujer a la que sus vecinos le llaman bruja sin que ella lo niegue que le gritó a uno de ellos "que le había de hacer cosa que no medrase en su vida"; o de otra que también es acusada por sus vecinas de "que tenía fama de bruja y se lo llamaban y ella los sufría y lo debía de ser porque habían visto cómo había amenazado a una mujer de que se lo había de pagar y hacer que no viese ni pudiese ganar de comer y que había sucedido que dentro de ocho días se le soltó a la amenazada mucha sangre por la boca y tuvo los ojos para perder". También la palabra bruja empieza a ser usada a nivel popular, como lo contrario a una mujer "honrada y limpia" moralmente.

A partir de 1612, sólo dos años después del proceso de las brujas de Zugarramurdi en Logroño, la actividad del tribunal de la Inquisición de Santiago se dirige más contra las "brujas" que contra las "hechiceras". Y es precisamente en esa segunda década del siglo XVII cuando aparece la palabra meiga para referirse a la bruja maléfica cuyo propósito es enmeigar, es decir, hacer el mal a personas y animales.​

En las décadas siguientes la bruja-meiga reproduce los rasgos de la idea de la bruja que predomina entonces en Europa Occidental y que llega a Galicia a través de la brujería vasca. Así en las actas del tribunal de Santiago aparecen todas las fantasías atribuidas en Logroño a las brujas de Zugarramurdi, que "respetan una jerarquía entre ellas, se untan para salir de casa y volar, reniegan de la fe y cumplen con el ósculo infame y, asimismo, después de la apostasía tienen relación carnal con el demonio por sus partes traseras"; "se casan con el diablo que las marca con la uña por suyas, destruyen los frutos de los campos en salidas nocturnas, matan a niños, entran en aposentos para poner hechizos a los que duermen y para consumirles la vida". Se reúnen junto a una fuente de Cangas en la noche de San Juan.

Próximo capítulo: La meiga en la cultura popular gallega (y II)


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