Mastodon Clave Menor: Cádiz

Publicidad

Mostrando entradas con la etiqueta Cádiz. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Cádiz. Mostrar todas las entradas

sábado, 25 de enero de 2025

Setenil de las Bodegas

 

Setenil de las Bodegas, en la provincia de Cádiz, es uno de los pueblos más singulares de España. Conocido por sus casas construidas bajo grandes salientes de roca, este lugar combina naturaleza, historia y arquitectura de una forma impresionante.


Panorámica de Setenil de las Bodegas.


Se cree que la zona estuvo habitada desde la prehistoria. Sus cuevas naturales ofrecían refugio a las primeras comunidades humanas. El nombre "Setenil" proviene del latín Septem Nihil, que significa "siete veces nada", en referencia a los siete intentos que necesitaron los Reyes Católicos para conquistar esta fortaleza nazarí en 1484. Su posición estratégica lo convirtió en un bastión difícil de asediar.

El añadido "de las Bodegas" hace referencia al cultivo de viñedos y la producción de vino durante la época posterior a la Reconquista. Aunque las viñas desaparecieron tras la plaga de filoxera en el siglo XIX, el nombre permanece.

Su arquitectura única se ve reflejada en las casas bajo la roca, muchas de las viviendas y negocios del pueblo están parcialmente excavados en las formaciones rocosas que rodean el río Trejo. Estas casas-cueva mantienen una temperatura estable durante todo el año, lo que las hace frescas en verano y cálidas en invierno.

Entre las calles más icónicas de la localidad están la calle Cuevas del Sol, con casas bajo un enorme saliente de roca que cubre parcialmente la calle y la calle Cuevas de la Sombra, similar a la anterior, pero con la roca formando casi un techo completo sobre la vía. Se trata de un urbanismo adaptado al terreno. El pueblo se extiende de manera irregular, adaptándose al paisaje accidentado.

Entre los puntos de interés se encuentran el Castillo de Setenil, restos de una fortaleza nazarí del siglo XII, que incluye una torre del homenaje bien conservada. Desde aquí se obtienen vistas panorámicas impresionantes. Además, la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación, construida en estilo gótico-renacentista sobre una antigua mezquita, es un testimonio de la transición cultural tras la Reconquista.

Es obligado referirse a la gastronomía local. Su aceite de oliva virgen extra es uno de los productos estrella de la zona, elaborado con aceitunas locales. Setenil es famoso por su chorizo y morcilla caseros y entre sus platos caseros destacan los guisos de caza, como el conejo o la perdiz, y el gazpacho caliente. Entre los dulces los rosquillos y pestiños son imprescindibles.

También es reseñable su entorno natural. A lo largo del río Trejo se asienta el pueblo, y ofrece senderos y paisajes pintorescos. La Vía Verde de la Sierra es una ruta cercana perfecta para senderismo y ciclismo, que conecta Setenil con otros pueblos de la región.

sábado, 9 de diciembre de 2023

El hombre pez de Liérganes

 

Francisco de la Vega Casar un día se lanzó al río Miera (Cantabria) y de él nada se supo hasta cinco años después. Apareció en Cádiz, cubierto de escamas, y solo dijo una palabra «Liérganes».

La primera reseña en la que aparece el relato del hombre pez de Liérganes es de fray Benito Jerónimo de Feijoo en su obra Teatro Crítico Universal. Según la leyenda, a mediados del siglo XVII en el pueblo cántabro de Liérganes había un matrimonio formado por Francisco dela Vega y María de Casar, que tenían cuatro hijos, el segundo de ellos, se llamaba Francisco.


Escultura que recuerda al hombre pez en Liérganes.


La víspera del día de San Juan del año 1674, Francisco se fue a nadar con unos amigos al Miera. El joven se desnudó, entró en el agua y se fue nadando río abajo, hasta perderse de vista. Al parecer, el muchacho era un excelente nadador y sus compañeros no temieron por él hasta pasadas unas horas. Entonces, al ver que no regresaba, le dieron por ahogado.

Cinco años más tarde, en 1679, mientras unos pescadores faenaban en la Bahía de Cádiz, se les apareció un ser extraño, con apariencia humana. Cuando se acercaron a él para ver de qué se trataba, desapareció. La insólita aparición se repitió por varios días, hasta que finalmente pudieron atraparle.

Cuando lo subieron a cubierta comprobaron con asombro que el extraño ser era un hombre joven, corpulento, de tez pálida y cabello rojizo; las únicas particularidades eran una cinta de escamas que le descendía de la garganta hasta el estómago, otra que le cubría todo el espinazo, y unas uñas gastadas, como corroídas por el salitre.

Los pescadores llevaron al extraño sujeto al convento de San Francisco, donde, después de conjurar a los espíritus malignos que pudiera contener, le interrogaron en varios idiomas sin obtener de él respuesta alguna. Al cabo de unos días, los esfuerzos de los frailes en hacerle hablar se vieron recompensados con una palabra: «Liérganes».

El suceso corrió de boca en boca por la bahía y nadie encontraba explicación alguna al vocablo hasta que un mozo cántabro que había emigrado para trabajar en Cádiz, comentó que en Cantabria había un pueblo que se llamaba así. También el entonces secretario del San Oficio de la Inquisición, Domingo dela Cantolla, confirmó dicha afirmación ya que él era de allí.

A continuación, llegó la noticia a Liérganes para averiguar si había pasado algo extraño en los últimos años y desde Cantabria respondieron que únicamente se había registrado la desaparición de Francisco dela Vega, cinco años atrás. Entonces Juan Rosendo, un fraile del convento, acompañó a Francisco en un viaje de vuelta desde Cádiz hasta Liérganes para comprobar si era cierto que era de allí.

Cuando llegaron al monte que llaman de la Dehesa, cerca del pueblo, el religioso mandó al joven que se adelantase. Así lo hizo su silencioso acompañante, que se dirigió directamente hasta Liérganes, sin errar una sola vez en el camino; ya en el lugar, se encaminó sin dudar hacia la casa de María de Casar. Esta, en cuanto le vio, le reconoció como su hijo Francisco, al igual que sus hermanos que se hallaban en la casa.

Ya en casa de su madre, Francisco vivió tranquilo sin mostrar ningún interés por nada. Siempre iba descalzo, y si no le daban ropa no se vestía y andaba desnudo con absoluta indiferencia. No hablaba; sólo de vez en cuando pronunciaba las palabras «tabaco», «pan» y «vino», pero sin relación directa con el deseo de fumar o comer. Cuando comía lo hacía con avidez, para luego pasarse cuatro o cinco días sin probar bocado. Era dócil y servicial; si se le mandaba algún recado lo cumplía con puntualidad, pero jamás mostraba entusiasmo por nada. Por todo ello se le tuvo por loco hasta que un buen día, al cabo de nueve años, desapareció de nuevo en el mar sin que se supiera nunca más de él.


sábado, 14 de marzo de 2020

Tortilla Francesa

La tortilla francesa es un plato elaborado con huevo batido y cocinado con mantequilla o aceite, depende de la zona, en una sartén. La versatilidad de este plato es tan grande que existen innumerables variaciones. Se ha escrito mucho sobre el origen de la tortilla francesa. Lo cierto es que los únicos que no llaman tortilla francesa a la tortilla francesa son los franceses.

Tortilla francesa.
En la web del Institut Français dedicada a los orígenes del plato elaborado con huevo batido y cocinado en una sartén, se precisa que para los galos la única omelette considerada como autóctona es la que va condimentada con queso. Para los franceses, parece que el huevo batido sólo sirve de abrigo para el jamón, las verduras, las setas, el pescado y para el queso.

En España se dice que se empezó a popularizar el término tortilla a la francesa a raíz del asedio de las tropas napoleónicas a la ciudad de Cádiz en 1810. Ante la falta de alimentos y sin patatas con las que preparar la tradicional tortilla española nacida en Navarra tras la adopción del tubérculo como alimento básico en el recetario español, los ciudadanos de Cádiz decidieron cocinar el huevo batido sin condimentos. Y como homenaje a sus asediadores la llamaron “tortilla de cuando los franceses”.

Este origen es simple leyenda, pues en 1806, varios años antes de que los franceses asediaran Cádiz, Alexander Hunter publicaba en York (Inglaterra) el recetario Culina Famulatrix Medicinae, donde incluía la receta de "A French Omelette", lo que hace suponer que el apelativo de "Francesa" se lo pusieron los ingleses a finales del siglo XVIII. Otros afirman que fueron los catalanes los que dijeron “truita de quan la guerra del francès”.

Según estudios de los arqueólogos, ya en el Imperio Arquémida existía la Kookoo persa, una tortilla condimentada con hierbas. En términos más modernos, en De re coquinaria, el libro más antiguo de cocina del que se tiene constancia y cuya autoría se le atribuye al noble romano Gravius Apicius, se habla de la Ova spongia ex lacte, tortilla de huevos con leche, en cuya preparación se explica que hay que darle la vuelta para su perfecta cocción.

Las tortillas eran ya conocidas en la América pre-colombina. Las primeras referencias que se tienen de la expresión "tortilla de huevo" en ese continente provienen de las crónicas de Indias, cuando los conquistadores españoles describieron los tianguis o mercados de la ciudad de México-Tenochtitlan. En esos textos la tortilla de Mesoamérica es referida como pan de maíz, por lo que la alusión a la tortilla de huevo se realiza con claridad.