El Pazo de Meirás, en Sada (A Coruña), más allá de su papel más conocido como residencia veraniega del dictador Francisco Franco, es un enclave cargado de historias, algunas de ellas poco conocidas. Antes de la etapa franquista, el edificio se conocía como las “Torres de Meirás” y se levantó sobre los restos de una fortificación del siglo XIV. La propiedad de las ruinas del fortín pasaron de familia en familia al menos hasta llegar a ser propiedad de los Pardo de Lama. Fue reconstruido entre 1893 y 1900 por la escritora Emilia Pardo Bazán, quien instaló allí su biblioteca en lo que ella denominaba “la torre de la quimera”. Un detalle poco conocido es que los jardines fueron concebidos como espacio de experimentación agrícola y ecológica, introduciendo especies exóticas, y parte del terreno se dedicó a la silvicultura y la producción.
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| Fachada principal del Pazo de Meirás. |
Tras el estallido de la Guerra Civil, en 1938 se constituyó la “Junta pro Pazo del Caudillo”, con el fin de recoger donativos, algunos de forma obligatoria, entre funcionarios, ayuntamientos y empresas para comprar el pazo y entregárselo a Franco como residencia de verano. No fue una compra voluntaria sino que la operación tuvo características de presión política y social en la provincia de A Coruña. Diversos estudios y trabajos de memoria recogen testimonios de vecinos de la zona coruñesa (incluida Sada) que explican cómo se recaudó el dinero para “regalar” Meirás a Franco. Alcaldes y jefes locales de Falange iban casa por casa para exigir 25 pesetas por familia; en algunos casos, los testimonios hablan de vecinos “apuntados por escopetas” cuando dudaban en pagar, mientras que a funcionarios y trabajadores se les hacía una retención mensual en la nómina, sin explicación clara, y al Concello de A Coruña se le obligó a entregar el 5 por ciento de su recaudación para el Pazo.
Un hecho poco conocido es que el 19 de febrero de 1978 se declaró un incendio en el pazo y las causas no llegaron a conocerse públicamente. Un incendio que contribuyó al deterioro de partes del edificio y de sus jardines en los años siguientes, algo que permanece en la memoria local como síntoma de abandono. Los jardines fueron transformados de forma brutal durante la etapa franquista ya que perdieron parte de su carácter romántico y de ocio de la etapa Pardo Bazán, para convertirse en jardines más rígidos, formales, una escenografía del poder. En esos espacios exteriores también se introdujeron elementos simbólicos del franquismo, como escudos, columnas o ampliaciones de terreno mediante expropiaciones colindantes.
En investigaciones recientes se han hallado entre los bienes del pazo 270 cráneos de animales, corzos, cabras montesas o ciervos, contabilizados por topógrafos e historiadores al revisar el inmueble. Esto habla de una especie de “colección de trofeos” de caza o de decoración que da fe del deseado uso aristocrático y de ocio del inmueble, más allá de su mero valor arquitectónico. También se ha señalado que múltiples bienes muebles, como tapices u objetos de valor histórico fueron incorporados al pazo en el periodo franquista, lo que ha generado polémica respecto a su titularidad.
Más allá de la historia romántica o de poder, el Pazo de Meirás se ha convertido en símbolo del debate sobre memoria, propiedad y derecho. En 2020, un juzgado declaró que la donación a los Franco era “nula” y que el pazo pasaba a propiedad estatal. En 2025, se ha iniciado su tramitación para ser declarado oficialmente como “Lugar de Memoria Democrática” por el Gobierno español, dada su relevancia histórica.
Añadir que, en un artículo muy difundido por medios locales se juega, en tono irónico, con la idea de crear una “Liga Armada Galega” para “tomar el Pazo de Meirás”, aludiendo a un verso de “Miña terra galega”, de Siniestro Total y a la frustración por lo lento del proceso de devolución Esa liga no fue una organización real en torno a Meirás, pero la idea funciona porque el Pazo se ha convertido en el símbolo perfecto del abuso y de la resistencia en Galicia.

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