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sábado, 26 de febrero de 2022

45 años de la Operación Gaviota

 

Hace unos días se ha cumplido el 45 aniversario de la frustrada Operación Gaviota un intento, en febrero de 1977, de hacer volar por los aires, con una fuerte carga de explosivos, al dictador argentino Jorge Videla. Tras meses de preparación un comando guerrillero del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) se dispuso en la mañana del jueves 17 de febrero de 1977 a asesinar a todos los pasajeros de un Fokker F-28, bautizado como Tango 02, en el que viajaban el dictador argentino Jorge Videla, su ministro de Economía, Alfredo Martínez de Hoz y otros altos cargos del régimen.


El dictador argentino Jorge Videla.


El plan consistía en colocar dos cargas de explosivos, 45 kilos de TNT y 85 de gelamón, ambos con enorme capacidad destructiva, bajo la pista del aeropuerto Jorge Newbery, en las inmediaciones de Buenos Aires, para detonarlo en el momento del despegue de la aeronave. Una carga explotó, pero la onda expansiva apenas sacudió al avión. La otra, la más letal, no llegó a detonar.

El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era una guerrilla marxista-leninista fundada en 1970 como el aparato militar del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), cuyo objetivo era reemplazar el sistema capitalista argentino por uno socialista. Esta organización denominó Operación Gaviota a su plan para asesinar a Videla, que ya había salvado su vida en atentados anteriores. En 1976 con la dirección casi desmantelada del ERP tras la muerte y desaparición de sus máximos dirigentes, como Mario Santucho, Benito Urteaga y Domingo Mennasus sus sucesores al frente de la organización guerrillera, decidieron el plan que buscaba descabezar a la dictadura.

La idea había surgido cuando un oficial de inteligencia del ERP consiguió los planos de la red de tuberías del Arroyo Maldonado que atraviesa de oeste a este la ciudad de Buenos Aires y comprobaron que las conducciones de agua pasaban justo por debajo de la pista del citado aeropuerto. A partir de ese momento solo deberían obtener la agenda de viajes presidenciales para poder ejecutar su plan. El coste en vidas, además de los blancos elegidos, iban a ser la del piloto, la tripulación y toda la comitiva que acompañara al dictador. Los responsable del ERP eran conscientes de que las represalias para muchas de los miles de personas encerradas en centros clandestinos de detención o incluso en prisiones legales, iba a ser feroz. Sabían que las primeras víctimas serían sus propios compañeros de organización.

Corría la segunda mitad de 1976, con el país ocupado militarmente y, como ya se ha mencionado, con el ERP casi desmantelado, Eduardo Miguel Streger, apodado como el Fino, fue convocado por la jefatura de la organización terrorista para ponerlo al frente de la Operación Gaviota. En el seno del ERT pocos sabían del operativo. El oficial de inteligencia que había entregado los planos oficialmente había abandonado la organización y también Argentina. De todas formas Streger había contactado con el disidente para tener la certeza de que no había caído en manos de los militares y asegurarse que los datos de la Operación Gaviota no se habían filtrado y podían comenzar con la exploración del Arroyo Maldonado. Pasó muy poco tiempo y, a través de un mensaje cifrado, el hombre de inteligencia dio el aviso. Fue entonces cuando Streger puso en marcha los primeros pasos.

Streger vivía en la clandestinidad con documentación falsa y su segundo al mando de la Operación Gaviota era aún más buscado. Estos dos hombres, acompañados por algunos pocos más, debían preparar la logística para colocar las dos poderosas cargas explosivas bajo la pista del Aeroparque metropolitano. Los primeros pasos fueron reconocer los accesos y trayecto del Arroyo Maldonado.

Una vez estudiados los planos, los guerrilleros acondicionaron una furgoneta en la que hicieron un agujero en el chasis para poder descender a una boca de la conducción sin despertar sospechas. Así, una noche, el conductor del vehículo se estacionó unos minutos sobre una de las tapas de acceso, Streger y su segundo ataron unas sogas, descendieron dispuestos a caminar con linternas y planos. La camioneta arrancó y nadie supo que se había dado un paso decisivo para consumar el atentado.

Tras familiarizarse con las tuberías, detectaron una boca de acceso más cercana al aeropuerto Jorge Newbery. El asunto era que, a medida que se acercaban a la desembocadura del arroyo, el caudal del agua aumentaba. Además, los días de lluvia, la corriente crecía aún más. Compraron un bote de fibra de vidrio, lo bajaron. Una vez que habían recorrido varias veces el trayecto, llegó el momento en el que debían trasladar las cargas explosivas. Eran dos, y debían colocarlas a corta distancia. La primera debía explotar una vez que el avión presidencial hubiera iniciado el despegue. La segunda casi de inmediato. Era la forma de garantizar que la nave saltara por los aires.

El explosivo de uso militar por excelencia es el Trinitrotolueno (TNT). No resultaba fácil conseguirlo en las cantidades que requería el operativo y los guerrilleros decidieron combinarlo con Gelamón, un explosivo menos estable, pero que al activarse junto al otro tiene también altísima potencia. Las dos cargas, dado que iban a estar instaladas en el arroyo, fueron herméticamente cerradas con sus respectivos detonadores incorporados y trasladadas en bote hasta debajo de la pista. Entre las dos pesaban unos 130 kilos. Iluminados con linternas y faroles, lograron amarrar ambas bombas debajo de la pista. Las cargas estaban interconectadas por un cable eléctrico, lo que implicó colocar cientos de metros de cableado hasta el àrtefacto explosivo.

Junto con esos preparativos, la inteligencia del ERP contaba con el cronograma de viajes de Videla en avión. Así fue que supieron que el jueves 17 de febrero de 1977, el Fokker F28, a las 8,30 horas, partiría con destino a Bahía Blanca con Videla y su comitiva. Para ese día, el despliegue guerrillero estaba terminado. Habían dispuesto a observadores cercanos a la pista que se comunicaban a través de interfonos con Streger y su segundo quienes, una vez que recibieran desde los bosques de Palermo la señal, tocarían los dos botones que hicieran explotar la pista y terminar con los días de Videla y la decena de personas que lo acompañaban.

Todo salió como estaba previsto, el avión se demoró solo 10 minutos. A las 8,40 horas las turbinas del aeroplano ya estaban en movimiento, el Fokker corrió por la pista y en cuestión de segundos levantó vuelo. El vigía principal se comunicó y Streger y su segundo apretaron los botones. Sin embargo, dos hechos hicieron fracasar el operativo. El avión llevaba poco combustible y al tener menos peso se elevó en un ángulo mayor al que los guerrilleros tenían previsto. La primera bomba explotó pero la onda expansiva apenas sacudió al avión. La segunda carga, la más letal, no explotó. El avión llegó hasta la base de El Palomar, la comitiva cambió de aeronave y siguió camino a Bahía Blanca. El mismo viernes 18 de febrero, a través de un comunicado, el ERP se hizo cargo de la autoría del fallido atentado.

Pocas semanas después de los hechos sus autores y algunos de sus familiares fueron detenidos, secuestrados o desparecidos.


sábado, 24 de octubre de 2020

Conocer a Francisco Largo Caballero (y II)

 

En la entrada anterior conocimos los atropellos perpetrados por la derechona contra la memoria de Largo Caballero y sus inicios en la actividad sindical y política.


Pintadas sobre la estatua a Largo Caballero en Madrid.


En las elecciones legislativas de 1918 fue elegido diputado a Cortes, por lo que fue excarcelado en mayo de 1918; en el XIII Congreso de la UGT, celebrado en julio de aquel mismo año, salió elegido secretario general, cargo que habría de ocupar durante una veintena de años. (1*)


Como secretario general de UGT, asistió en 1919 al congreso de la II Internacional en Berna y al I Congreso de la Federación Sindical Internacional (FSI), que tuvo lugar en Ámsterdam. A su regreso, y contra los criterios de otros dirigentes socialistas, Largo Caballero se opuso a la integración del PSOE en la III Internacional, razón por la cual no formó parte de la ejecutiva del PSOE salida del congreso extraordinario de 1920, en el que eran mayoritarios los partidarios de la adhesión a la misma.


Durante la dictadura del general Miguel Primo de Rivera (1923-1929), Largo Caballero apoyó, frente a la postura contraria de otros dirigentes socialistas como Indalecio Prieto o Fernando de los Ríos, la aceptación de cargos públicos por parte de los militantes del partido y del sindicato, hasta el punto de que él mismo formó parte, a partir de 1924, del Consejo de Estado.

La pretensión de Primo de Rivera de perpetuar un régimen que había nacido con vocación de provisionalidad llevó a Largo Caballero a distanciarse de la postura del dictador y, finalmente, apoyó la tesis defendida por Indalecio Prieto de integrar al PSOE en el pacto de San Sebastián (1930), cuyo objetivo último era derrocar al rey Alfonso XIII y preparar el advenimiento de la república.


Tras las elecciones municipales de 1931, y ante la victoria de los republicanos en las principales capitales de provincia y la proclamación de la Segunda República, Alfonso XIII abandonó España. Los firmantes del pacto de San Sebastián constituyeron un gobierno provisional, presidido por Niceto Alcalá Zamora, en el que Francisco Largo Caballero se hizo cargo de la cartera de Trabajo. Tras la aprobación de la Constitución de 1931, se mantuvo al frente del mismo ministerio en el primer gabinete presidido por Manuel Azaña (1931-1933). En 1932 fue elegido presidente del PSOE, cargo en el que permanecería hasta su dimisión en 1935.


La victoria conservadora en las elecciones de 1933 hizo que los dirigentes del PSOE tuvieran que abandonar el gobierno y pasar a la oposición. Largo Caballero, que había ido evolucionando hacia posiciones cada vez más extremas, intervino de forma decisiva en los preparativos de la Revolución de Octubre de 1934, acelerada por la entrada de ministros pertenecientes a la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en el gobierno de Alejandro Lerroux (1934-1935). Sofocada la revuelta, fue juzgado y condenado por su implicación en los sucesos revolucionarios, pero quedó pronto en libertad.


Tras el estallido de la guerra civil y mientras las tropas nacionales avanzaban sobre Madrid, Francisco Largo Caballero fue designado para presidir un gobierno de coalición (1936-1937), compuesto por ministros de las diferentes fuerzas políticas que conformaban el Frente Popular y en el que ocupó también la cartera de Guerra; sin embargo, por su incapacidad para resolver la crisis barcelonesa de comienzos de mayo de 1937, con enfrentamientos callejeros entre la Generalitat de Catalunya y los comunistas con los anarquistas y los militantes del Partido Obrero de Unificación Marxista, (POUM), se vio obligado a dimitir de la presidencia del gobierno y, carente incluso del apoyo de los tres ministros socialistas, a abandonar sus cargos en el PSOE y en la UGT.


En enero de 1939 abandonó España con destino a Francia. Sin embargo, tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de Francia (1940), fue detenido por el gobierno colaboracionista de Vichy, entregado a los alemanes e internado en 1943 en el campo de concentración de Sachsenhausen, cerca de Oranienburg (Alemania), de donde fue liberado en 1945, poco antes de su fallecimiento en París en 1946.


(1*) Artículo basado en el trabajo de los profesores Ruiza, Fernández y Tamaro, publicado bajo el título “Biografía de Francisco Largo Caballero".