El bandolero Diego Corrientes nació en Utrera (Sevilla) en 1757. En los documentos de su proceso se le describe como «de dos varas de cuerpo, blanco, rubio, ojos pardos, grandes patillas de pelo, algo picado de viruelas y una señal de corte en el lado derecho de la nariz».´
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Castillo de Alcantarilla donde al parecer se refugió el bandolero. |
A pesar de que sus correrías apenas duraron unos cinco años y que fue ajusticiado con sólo veintitrés, la imaginación popular y la leyenda han llenado su vida de episodios novelescos que destacan su rebeldía y su generosidad, presentándolo como una injusta víctima empujada por diversas circunstancias a delinquir, pero que compartía con los más pobres el producto de sus robos, lo que le ganó el respeto del pueblo, que lo apreciaba y colaboraba en el encubrimiento de sus delitos. Aunque nada se ha podido comprobar de manera fehaciente, limitándose a la tradición oral, es cierto que no se le pudo probar el haber causado muerte alguna.
El también conocido como Robin Hood español había nacido en el seno de una familia campesina. No consta por qué se echó al campo, aunque es de suponer su rebeldía contra la explotación en los latifundios.
El rey Carlos III, por medio del juez Francisco de Bruna y Ahumada, ordenó en 1780 su captura, ofreciendo cien piezas de oro a quien lo entregara vivo o muerto. Ese mismo año huyó a Portugal por el acoso constante de las autoridades. Fue prendido en Covillana por el gobernador de Sevilla y una compañía portuguesa al mando del capitán Arias. Poco tiempo después fue trasladado a Sevilla, donde fue juzgado y condenado a morir en la horca y terminó colgado en la Plaza de San Francisco.
Posteriormente, su cadáver fue descuartizado, como era costumbre, y enviadas partes de su cuerpo a cada una de las provincias en las que había actuado. Su cabeza quedó en Sevilla para, días más tarde, recibir sepultura en la iglesia de San Roque, donde apareció a finales del siglo XX, durante unas operaciones de restauración del templo, con un garfio clavado en el cráneo, como se solía hacer con las cabezas de los ajusticiados.
Diego Corrientes, ahorcado, descuartizado y repartido en trozos por sus propios escenarios vitales, no tardó en protagonizar no sólo leyendas de boca en boca, sino obras teatrales, letras flamencas, y, con el tiempo, cómics, películas y hasta series de televisión. Se convirtió en el prototipo de bandolero romántico.
Esta historia puede servir de excusa para realizar la Ruta de los Bandoleros, un itinerario turístico y cultural en Andalucía, especialmente en la Serranía de Ronda y parte de la Sierra de Grazalema, que recorre los escenarios históricos donde actuaron famosos bandoleros de los siglos XVIII y XIX.
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