Mastodon Clave Menor: La princesa que murió encerrada

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sábado, 17 de abril de 2021

La princesa que murió encerrada

 

Ana de Mendoza, más conocida como la princesa de Éboli tuvo una gran influencia en la corte del rey Felipe II pero terminó muriendo encerrada por orden del rey. Fue una de las mujeres de más talento de su época, y se la consideró como una de las damas más hermosas de la corte española. La pérdida de su ojo derecho, la imagen con el parche la hizo reconocible para todos, fue producida por la punta de un florete manejado por un paje durante su infancia. Una figura cuya historia está rodeada de leyendas y de datos históricos no suficientemente contrastados, que han dado lugar a numerosos equívocos sobre su biografía.


Princesa de Éboli.


Ana Mendoza de la Cerda era la única hija de Diego Hurtado de Mendoza, virrey de Perú, príncipe de Mélito y duque de Francavilla, y de Catalina de Silva, hermana del conde de Cifuentes. Se concertó su matrimonio con el príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva y Téllez de Meneses, en 1552, aunque la unión no se llevó efectivamente a cabo hasta siete años después. Durante su estancia en la corte entabló una estrecha amistad con la reina Isabel de Valois.


Poseedora de una de las mayores fortunas de España, a la muerte de su esposo en 1573 se retiró al convento de carmelitas de Pastrana (Guadalajara), casa que había sido fundada a expensas suyas por Santa Teresa de Jesús. Allí entorpeció los trabajos que se realizaban porque quería que se construyesen según sus dictados, lo que provocó numerosos conflictos con monjas, frailes, y sobre todo con Teresa de Jesús, fundadora de las carmelitas descalzas.


La princesa quería ser monja y que todas sus criadas también lo fueran. le fue concedido su deseo a regañadientes por Teresa de Jesús y se la ubicó en una celda austera. Pronto se cansó de la celda y se fue a una casa en el huerto del convento con sus criadas. Allí tenía armarios para guardar vestidos y joyas, además de tener comunicación directa con la calle y poder salir a voluntad. Ante esto, por mandato de Teresa, todas las monjas se fueron del convento y abandonaron Pastrana, dejando sola a Ana de Mendoza. Antes de marcharse publicó una biografía tergiversada de la que después fue santa Teresa, lo que produjo el escándalo de la Inquisición española, que prohibió la obra durante diez años.


Después de los referidos seis meses de agitada vida conventual fue obligada por el rey a renunciar a los hábitos y a hacerse cargo, en conformidad con el testamento de su esposo, de la tutoría de sus hijos y de la administración de los bienes heredados por éstos.


A raíz de su regreso a la corte comenzó una etapa de su vida caracterizada por la intriga y el escándalo, fruto de su personalidad caprichosa y voluble y de las supuestas relaciones amorosas, las supuestas con el propio monarca, con Juan de Escobedo, secretario de Juan de Austria, y con Antonio Pérez, secretario real y cabeza visible de la facción ebolista desde la muerte del príncipe.


En este punto habría que señalar respecto a sus supuestos amores con el rey, que varios historiadores niegan esa relación, simplemente porque las fechas no cuadran. En el tiempo de los supuestos amores, el rey estaba en Inglaterra y ella aun siendo una niña, aunque ya casada, vivía en España en casa de sus padres. Además, si estos hubiesen sido ciertos, cuando el rey se casó por tercera vez con Isabel de Valois, resultaba extraño que ninguno de los embajadores franceses enviara a la madre de la reina, Catalina de Médicis, algún tipo de mensaje para informar del asunto, sin mencionar el amor incondicional que Felipe II demostraba a Isabel.


Por otra parte, sí parece probable que la princesa de Éboli y Antonio Pérez mantuvieran relaciones y negociaciones secretas con los rebeldes flamencos y portugueses, hecho del que habría tenido conocimiento Juan de Escobedo; para evitar que Escobedo revelase el secreto se le acusó de una grave conspiración política supuestamente urdida con Juan de Austria. El 31 de marzo de 1578, Escobedo fue asesinado por orden de Antonio Pérez, seguramente con el consentimiento real.


La princesa de Éboli aprovechó la influencia de Pérez y su conocimiento de los secretos de Estado para satisfacer sus ambiciones políticas y sus necesidades económicas. La concesión de dignidades eclesiásticas y la venta de información política reservada figuran entre los negocios más fructíferos en que ambos intervinieron. A la muerte del rey Sebastián de Portugal (1578), la princesa volvió a colaborar con Pérez con el fin de apoyar la candidatura de la duquesa de Braganza al trono portugués, oponiéndose así a las pretensiones dinásticas de Felipe II en este mismo sentido.


Al tener conocimiento de estas intrigas y al percatarse de que había sido engañado en el asunto de Escobedo, el monarca se vio en la necesidad de ordenar, el 18 de julio de 1579, el encarcelamiento de la princesa de Éboli y de Antonio Pérez, hecho que dio lugar al episodio más importante de las llamadas Alteraciones de Aragón. Acusada de pródiga, Ana Mendoza de la Cerda fue encerrada en la Torre de Pinto (Madrid) y luego en la fortaleza de Santorcaz, en las cercanías de Pastrana; en 1581 el rey le permitió retirarse a su villa de Pastrana, donde permaneció hasta su muerte confinada y exonerada de la tutela de sus hijos.


1 comentario:

  1. Pues en la imagen que se presenta de la Princesa se ve que era una mujer de gran belleza, con una vida marcada quizas por ese accidente con el florete

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