Juan de Borbón. |
Juan de Borbón y Battenberg, nacido en el Real Sitio de San Ildefonso (Segovia) el 20 de junio de 1913 y fallecido en Pamplona el 1 de abril de 1993, fue jefe de la Casa Real española entre 1941 y 1977 y, como tal, pretendiente al trono de España. Referido habitualmente como don Juan de Borbón o como conde de Barcelona, de haber reinado lo habría hecho como Juan III. A pesar de no haber sido rey su sepulcro se encuentra en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial e incluye la siguiente inscripción latina, “Ioannes III, comes Barcinonae” (Juan III, conde de Barcelona).
Tercer hijo varón de Alfonso XIII y de Victoria Eugenia de Battenberg, en 1933 asumió los derechos dinásticos como heredero de su padre, en el exilio desde 1931. Así, tras la renuncia a la jefatura de la Casa Real de su padre en 1941, poco antes de su muerte, Juan de Borbón se convirtió en pretendiente al trono de España. Como órgano consultivo contó desde 1946 hasta su disolución en 1969 con un Consejo Privado, al que se añadió un secretariado político con funciones ejecutivas, también disuelto en 1969.
La designación en julio de 1969 por parte de Francisco Franco de Juan Carlos, varón primogénito de Juan de Borbón, como sucesor en la jefatura del Estado, alteró notablemente las relaciones hasta entonces mantenidas entre Juan de Borbón y el general Franco, así como las mantenidas entre padre e hijo, que pasaron a sostener posiciones políticas no coincidentes y a veces contrarias.
Juan de Borbón descendiente directo de un rey en su calidad de heredero legítimo de Alfonso XIII como tercer hijo varón, sus dos hermanos mayores, Alfonso y Jaime, renunciaron a sus derechos sucesorios por sus taras físicas, ya que ambos eran hemofílicos y el segundo sordomudo, era además progenitor de otro rey Juan Carlos I de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, su segundo hijo, tras la infanta Pilar y antes de los infantes Alfonso y Margarita.
Pero en sus 80 años de vida Juan de Borbón y Battenberg nunca fue rey debido a las
circunstancias vitales del único titular de la dinastía borbónica española que no pudo reinar.
Había nacido cuando la España de la Restauración afrontaba los primeros problemas graves de estabilidad política y socioeconómica bajo fórmulas liberal parlamentarias. Vivió su juventud al amparo de una dictadura militar auspiciada por su padre y que llevaría al rey al exilio.
Desde la proclamación de la Segunda República en 1931 se convirtió con 18 años en un exiliado, primero en Gran Bretaña y luego en Francia, Italia, Suiza y Portugal durante el resto de su vida, con breves visitas a España hasta su regreso definitivo en 1982.
Si Juan de Borbón no fue rey, la razón hay que encontrarla en la convulsa historia de España en los decenios centrales del siglo XX, que dieron al traste con una monarquía autoritaria a su inicio y configuraron de otra nueva monarquía democrática a su término, previo “salto dinástico” de su persona. En este proceso el papel de hijo de Alfonso XIII fue relevante pero no decisorio.
A pesar de sus virtudes o defectos, era “un Borbón” desde su estatura corpulenta hasta su nariz aguileña y prominente cabeza; desde su sentido del deber institucional hasta su trato desinhibido y campechano; desde su pasión por los deportes hasta su gusto por las mujeres, incluyendo su feliz matrimonio, plenamente voluntario, con su prima María de las Mercedes. A lo que hay que añadir su escasa formación cultural inicial hasta su creciente capacidad para la maniobra política, fruto más de su dilatada trayectoria vital que de la reflexión intelectual.
Su posición como pretendiente siempre estuvo condicionada por su adversario y, a veces, enemigo abierto, el dictador Francisco Franco Bahamonde. Sin duda, las relaciones entre el pretendiente y el general Franco fueron decisivas para el futuro de España.
Las primeras relaciones entre los dos personajes ya dejaban entrever la distinta situación vital de cada uno. Mientras Franco ascendía durante la Guerra Civil los escalones que le llevarían a protagonizar una larga dictadura, el tercer hijo de un rey exiliado trataba inútilmente de combatir entre sus filas como soldado raso y anónimo.
La negativa de Franco a aceptar su presencia en el frente era bastante interesada, ya que buscaba “fundar” un “Estado Nuevo” y no “restaurar” una monarquía ligada al “liberalismo caduco”. Así se lo había dicho al propio Alfonso XIII en 1937
al afirmar que “la nueva monarquía tendría que ser muy distinta de la que cayó el 14 de abril de 1931”.
Entre 1941, tras su conversión en titular de los derechos sucesorios, y hasta 1948, tras su primera entrevista personal con Franco a bordo del yate Azor en la costa cantábrica, las relaciones de Juan de Borbón con el general atravesaron diversas etapas presididas la confrontación entre sus respectivas políticas.
Pero ni siquiera la declaración de “ruptura” con el régimen del célebre manifiesto de Lausana en 1945, suscrito por el aspirante al trono, hizo mella en la actitud del dictador. Además, las grandes democracias no tenían ninguna intención de propiciar la desestabilización de España por el interés geoestratégico de la península Ibérica para la defensa de Europa occidental que conllevaba la aceptación de la existencia del franquismo como mal menor.
Juan de Borbón jugó una carta decisiva en su relación con Franco en 1948, al negociar con él que su hijo y heredero, Juan Carlos, fuera educado en España para que no fuera un extraño en su propia patria. Franco aceptó la propuesta porque ya había descartado al padre del futuro rey como heredero.
Fue un acuerdo de mínimos de indudable alcance histórico. Veinte años después, en el verano de 1968, Franco nombró a Juan Carlos “sucesor a título de rey”. Juan de Borbón esperó casi otros 10 años, hasta estar ya formalmente convocadas las elecciones generales de junio de 1977, para ceder sus derechos dinásticos en quien ya era rey.
En un discurso pronunciado en el Palacio de la Zarzuela el 14 de mayo de 1977, hizo renuncia de sus derechos dinásticos en favor de su hijo Juan Carlos, que ya había sido proclamado rey ante las Cortes franquistas el 22 de noviembre de 1975, con el dictador ya muerto, manteniendo para sí mismo la denominación de conde de Barcelona.
Pues nada que no supiéramos ya: un juego de poder entre fascistas que culminó con el reinado del putero fugado.
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