El
comité organizador de
las Brigadas
Internacionales
se
vio superado ante la llegada de tantos voluntarios y pronto se
transformó en un comité militar dirigido
por el comandante
Vidal
y André Marty,
que se convertiría en el jefe de la base y de las Brigadas.
Albacete fue la sede de las Brigadas Internacionales. |
El
encuadramiento en los distintos grupos se efectuó en función de del
idioma
y del
origen. Los jefes en un principio fueron elegidos por los propios
voluntarios, pero más tarde la elección pasó a hacerse en función
de las necesidades. Al lado de cada jefe militar había un comisario
político, cuyas tareas principales eran de carácter político.
Se
formaron siete brigadas. Cada brigada se dividía a su vez en tres
batallones (salvo en algunos casos en los que había cuatro) que en
un principio rondaban los 650 hombres cada uno. Estos batallones
recibían nombres con un claro contenido político, como Garibaldi
o Commune de Paris.
Durante
1938 se suceden los intentos para poner fin a la guerra civil desde
los organismos internacionales, como la Sociedad de Naciones,
ante el evidente fracaso del Comité de No Intervención para
detener el conflicto.
Tras
la grave derrota sufrida en abril en
el Frente
de
Aragón,
la República
era consciente de su debilidad, y Juan
Negrín
juega la baza de apostar por un proceso de pacificación,
proponiendo,
con ocasión del 1 de mayo de 1938, un posible acuerdo basado en
trece puntos ante la opinión pública internacional, entre los que
se incluía la retirada de todas las fuerzas compuestas por
extranjeros que estuvieran presentes en el conflicto español.
A
esto se unía a una intensa labor diplomática, encabezada por Manuel
Azaña, en la que se mostraba a Francia y Gran Bretaña
la conveniencia de tener un fuerte aliado en el sur ante los
acontecimientos que se precipitaban en Europa tras la amenaza
dirigida contra Checoslovaquia por Hitler.
La
desfavorable situación bélica y estratégica de la República,
que desde el 15 de abril había quedado cortada en dos zonas, causó
que Francia y Gran Bretaña no mostrasen entusiasmo por
la propuesta de Negrín, e inclusive la prensa de la URSS,
bajo control gubernamental, admitía seriamente la posibilidad que
Franco triunfase en España.
El
Gobierno de la República comunicó oficialmente a la
Sociedad de Naciones y al Comité de No Intervención
su firme compromiso en la retirada de las Brigadas Internacionales
el 21 de septiembre, cuando ya se había estancado mucho el
avance de las tropas republicanas en la Batalla del Ebro.
Para
esta fecha se había dificultado en
gran medida el
reclutamiento de soldados extranjeros para las Brigadas
Internacionales,
debido a los intermitentes cierres de la frontera realizados por
Francia;
las pugnas internas entre el PCE
y el POUM
habían desalentado el reclutamiento de extranjeros en las Brigadas,
ya
que
preferían luchar
en otras unidades del Ejército
Popular de la República,
y pese a su gran experiencia en combate las Brigadas
empezaban a ver reducido su número tras la derrota en Aragón.
Sumaban
menos de 10.000 hombres en toda España al empezar la Batalla
del Ebro.
La
propuesta llegó al bando nacional, si bien el
general Franco
comunicó "oficiosamente" que era tarde ya para cualquier
acuerdo, en tanto las tropas rebeldes contaban con una situación
militar mucho más ventajosa.
De
todas formas, el Gobierno
de la República
consumó el proceso de desmovilización esperando que la buena
voluntad sirviera para que las potencias europeas presionaran a
Franco.
Mientras
la URSS
estudiaba
la posibilidad de que numerosos militantes comunistas integrados en
las Brigadas
abandonaran España,
al alejarse las posibilidades de un triunfo republicano.
Despedida de las Brigadas Internacionales en Barcelona. |
El
23 de septiembre de 1938 los brigadistas vivieron su último día de
combate, pero no sería hasta el 27 de octubre que los
internacionales del Ejército del Centro y de Levante,
1.500 hombres, serían reagrupados en Valencia. Al día
siguiente ocurrió igual con los brigadistas de Cataluña, que
fueron reunidos en Barcelona.
El
ejército les brindó un gran homenaje bajo el lema ‘Caballeros
de la libertad del mundo: ¡buen camino!’. El mayor de los
homenajes que se les rindió fue el desfile celebrado en Barcelona
el 28 de octubre. Toda la ciudad amaneció con pancartas y carteles
alusivos a las Brigadas Internacionales. Ante Companys,
Azaña, Negrín, Vicente Rojo y más de 300.000
personas, los internacionales desfilaron por la Avenida 14 de abril
(actual Avenida Diagonal), en un ambiente altamente emotivo, con un
histórico discurso de Dolores Ibárruri. Hubo actos similares
de homenaje en Valencia y Madrid.
La
mayoría de los menos de diez mil brigadistas supervivientes a la
guerra trataron de volver a sus países. Muchos de ellos no tendrían
problemas, entre
ellos los franceses,
británicos y
norteamericanos,
pero otros muchos se vieron
con
situaciones complejas. Formalmente eran expulsados de España
pero, o serían detenidos en sus países al regreso debido que en
ellos gobernaban el fascismo y el nazismo, o bien se arriesgaban a la
cárcel porque habían salido sin autorización para servir en un
ejército extranjero.
Algunos
brigadistas que no tenían un país al cual volver con seguridad se
refugiaron en casas particulares en Cataluña
y otros pasaron la frontera de los
Pirineos
solo
para quedarse clandestinamente en Francia.
La URSS
acogió a algunos brigadistas, pero éstos eran casi exclusivamente
líderes comunistas de importancia.
Tras
la salida de las Brigadas internacionales, y con el regreso a
sus países de origen, sus miembros fueron acogidos de forma
distinta. En un principio muchos fueron tachados de simples
mercenarios, mientras otros fueron condecorados en su propia tierra.
La
llegada de la Segunda Guerra Mundial evidenció el papel que
habían tenido estos combatientes en España al ser los
primeros soldados de sus respectivos países que habían luchado
contra el expansionismo fascista de Alemania e Italia.
El
26 de enero de 1996, el Congreso de los Diputados español
concedió la nacionalidad española a los brigadistas si renunciaban
a su nacionalidad propia, cumpliendo así la promesa realizada por
Juan Negrín cuando estos abandonaron España 57 años
antes. La mayoría de los veteranos optó por no renunciar.
Años
después,
la Ley
de la Memoria Histórica
reconoció a los brigadistas la nacionalidad española por
naturalización, sin tener que renunciar a la suya propia. En junio
de 2009, la embajada española en Londres
entregó a varios brigadistas sus pasaportes españoles
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