Más de 10.000 integrantes de las Brigadas dieron su vida en la defensa de la República. |
En
algunos de los casos algunos extranjeros lucharían integrándose en
unidades del Partido
Obrero de Unificación Marxista (POUM)
o de otras organizaciones de izquierdas disidentes de la
Internacional
Comunista
(Komintern).
Relacionado con esta cuestión, y tras los sucesos
de mayo de 1937 en Barcelona,
el gobierno republicano ordenó el 19 de junio de 1937, por un
decreto puesto en marcha por Vicente
Rojo,
jefe de Estado
Mayor del Ejército Popular de la República,
siguiendo órdenes de Indalecio
Prieto,
ministro de Defensa,
"que todos los extranjeros que prestan servicio al ejército,
quedaban encuadrados en las Brigadas
Internacionales".
Aunque
esta
orden no fue cumplida por muchos soldados extranjeros, que lucharon
hasta el final de la guerra en unidades ajenas a las de los
brigadistas.
La
idea original de la creación de las Brigadas Internacionales
se presentó en Moscú en septiembre de 1936, donde la
Komintern trataba de captar voluntarios comunistas y no
comunistas para participar en apoyo de los republicanos españoles en
la guerra.
El
Gobierno
de la República
no se decidió al principio
por aceptar la propuesta. La opinión cambiaría en octubre de ese
mismo año, cuando los primeros combates y el avance de los
sublevados hacia Madrid
evidenciaron la crítica situación militar de la República.
La
sede internacional de reclutamiento se estableció en París
bajo la dirección del Partido Comunista de la Unión Soviética
y el Partido Comunista francés. Desde el gobierno republicano
se tramitaba la documentación necesaria para el recluta, se hacían
llegar estos documentos a París, y desde allí se embarcaba a
los voluntarios que, desde toda Europa, llegaban vía
ferrocarril a Barcelona. Posteriormente, el gobierno
republicano los remitía a Albacete, donde la Komintern
había establecido el cuartel general de las Brigadas, así
como su centro de entrenamiento.
El
23 de octubre,
Francisco Largo Caballero
crea la División
Orgánica de Albacete
con un comité
de organización
encargado de asistir de manera centralizada a los voluntarios que
llegaban del extranjero. El líder comunista francés André
Marty,
secretario general de la Tercera
Internacional
y hombre, al parecer, de la plena confianza de Stalin,
sería
nombrado Jefe
de la base de Albacete.
Las
movilizaciones para reclutar
a los integrantes de las
Brigadas
Internacionales se
extendieron por toda Europa
y luego por Estados
Unidos,
pero en países como Alemania
e Italia
se identificaron como el primer paso para combatir en el
campo de batalla
al fascismo y al nazismo, que ya había establecido dictaduras en
ambos estados.
Los primeros brigadistas llegaron a
Albacete
el 14 de octubre de 1936.
Las
primeras Brigadas (la XI, XII y XIII) estaban compuestas
mayoritariamente por franceses, belgas, italianos y alemanes
voluntarios. Dentro de cada brigada se constituyeron batallones,
generalmente de miembros de la misma nacionalidad para facilitar las
comunicaciones entre los integrantes.
Hubo
brigadistas de más de 50 países del mundo. El país que más
voluntarios aportó fue Francia, con más de 10.000. El
segundo contingente más importante era el de alemanes y austriacos
con unos 5.000, en su mayoría exiliados en París y Bruselas.
También
destacaron los contingentes de Italia (4.000), los 2.500
británicos, 2.000 estadounidenses y un millar de latinoamericanos.
También se enrolaron en menores cantidades voluntarios de países
como México, Abisinia, Polonia, Albania,
Checoslovaquia, Hungría, Bulgaria, Suecia,
Suiza, Holanda, Cuba o hasta Rumania.
Un
importante número de brigadistas fue de origen judío, colectivo que
mayoritariamente entendió la lucha contra el franquismo en el
contexto de la lucha contra el ascenso del antisemitismo que se
estaba dando en Europa.
Según distintas estimaciones, hasta 8.000 de estos voluntarios, un
15 por
ciento del
total de brigadistas internacionales, lucharon por el bando
republicano.
En
general, estos voluntarios habían sido previamente militantes
comunistas y anarquistas, con poca o nula conciencia hebrea, pero
también se dieron casos de unidades específicamente judías, como
la Unidad
judía Botwin.
La
participación judía en las brigadas internacionales fue silenciada
sistemáticamente.
Los
brigadistas procedían de muy diferentes estratos sociales, desde
intelectuales a trabajadores manuales, pasando por militares
retirados o soldados veteranos. Hubo en sus filas una gran variedad
de procedencias: sindicalistas, mineros de Europa
Central,
estibadores y cargadores de los principales puertos europeos,
ex-combatientes de la Primera
Guerra mundial,
médicos, afroamericanos y orientales naturales de suburbios
neoyorkinos, también entre
los estadounidenses
había
un
numeroso grupo de universitarios procedentes de las zonas de
concentración industrial, algunos escritores, artistas, políticos y
muchos militares desempleados de la
Europa del Este.
La
procedencia tanto geográfica como social y profesional era de una
heterogeneidad impresionante. El importante número de intelectuales,
médicos, artistas y científicos que integraban las brigadas, hizo
que
en muchas ocasiones se les haya definido como “la unidad militar
más intelectual de la historia”.
En
este apartado que hubo varios escritores, como Ernest
Hemingway
y George
Orwell,
que aunque sí participaron en la guerra y escribieron algunas obras
que se han hecho muy populares, como
por ejemplo, Por
quién doblan las campanas
o
Homenaje
a Cataluña,
no se encuadraron como combatientes dentro de las
Brigadas Internacionales.
La
filiación política mayoritaria era la comunista, ya que casi todos
los brigadistas habían sido invariablemente reclutados por los
partidos comunistas de diferentes naciones, aunque unos pocos
acudieron a España para enrolarse directamente sin adherirse
previamente a un partido político.
Sin
embargo, la militancia política variaba según el país de origen;
por ejemplo, entre los brigadistas norteamericanos los efectivamente
marxistas (socialistas, comunistas o anarquistas) no llegaban ni a la
mitad, mientras que en el contingente alemán los soldados de
filiación comunista estaban en torno al 80 por
ciento
siendo de igual proporción la presencia comunista en unidades
francesas o italianas. Mientras tanto, los batallones británicos y
de Europa
Oriental
mostraban presencia mayoritaria de obreros sindicalizados, con una
minoría de militantes de algún partido. La filiación de los
brigadistas no comunistas era muy variada también: iba desde el
socialismo hasta el anarquismo, pasando por todas las formas del
progresismo antifascista.
Fueron
muchos los brigadistas que posteriormente acabarían convirtiéndose
en personajes de notable importancia histórica. Se
podrían citar los nombres del alemán Willy
Brandt,
que sería alcalde de Berlín
y luego canciller
de Alemania,
el intelectual holandés Jef
Last,
el militar húngaro Kleber,
el pintor mexicano David
Alfaro Siqueiros,
el general polaco Walter
y otros muchos alemanes que llegarían a ocupar importantes cargos en
la
RDA.
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