Última imagen con vida del presidente Allende, mientras La Moneda era bombardeada. |
La verdad es que el golpe fue bien recibido por un amplio
sector de la sociedad chilena, enemiga de las reformas y cansada de penurias
económicas. Los militares desencadenaron una furibunda represión contra los
partidarios de la Unión Popular
(UP), que se saldó con miles de detenidos y centenares de muertos.
Dos semanas antes del golpe, el general Augusto Pinochet había sido designado por Salvador Allende comandante en jefe del Ejército. Sustituía al dimitido general Carlos Prats, que falto de apoyos en la cúpula militar, no pudo resistir
la presión social de la derecha. Posteriormente, en 1974, sería asesinado por
la policía política de la dictadura (DINA).
Augusto Pinochet,
que era un hombre astuto, hermético y ambicioso, al que se consideraba un
militar constitucionalista, logró que Allende
confiara en su lealtad hasta última
hora. No había jugado un papel relevante en la preparación del golpe, pero
cuando los organizadores se lo propusieron, no dudó en aprovechar la
oportunidad histórica de encabezarlo.
En la madrugada del martes 11 de septiembre los barcos de la
Armada chilena, que habían zarpado
el día anterior para participar junto a buques estadounidenses en unas
maniobras militares, regresaron a Valparaíso.
Unos pocos cañonazos bastaron para ocupar las calles del puerto, la Intendencia
y los centros de comunicación. Eran las 6 de la mañana.
El presidente Allende,
advertido de los primeros movimientos golpistas de la Armada en Valparaiso,
había llegado a La Moneda,
acompañado de su guardia personal, a las 7,30 horas. En los alrededores del
palacio ya se apostaban tropas rebeldes.
En una primera alocución por radio, Salvador Allende informó al país del levantamiento, que él suponía
restringido a la Armada en Valparaíso. Quince minutos después las
radios de oposición transmitieron la primera proclama de las Fuerzas Armadas.
Después de tratar inútilmente de comunicarse con los jefes
de los tres ejércitos, Allende tuvo
claro que los tres cuerpos estaban conjurados en el golpe. Entonces empezaron a
sentirse los primeros disparos entre golpistas y francotiradores instalados en
los edificios públicos próximos. A las 9,20 horas, Allende habló por última vez a través de Radio Magallanes. Con emotivas palabras, en el que sería su último
discurso, se despidió del pueblo chileno.
Poco más tarde, los tanques comenzaron disparar intensamente
contra La Moneda, desde donde los
defensores respondieron el fuego. Allende
rechazó el ofrecimiento de un avión para partir al exilio. Alrededor de las 11
horas, a instancias del presidente, un grupo de mujeres, entre las que se
encontraban sus hijas, y funcionarios del gobierno abandonaron el palacio.
A las 12 horas cuatro aviones, se cree que pilotados por
militares norteamericanos, arrojaron
durante quince minutos más de veinte bombas sobre el viejo edificio, que empezó
a arder. El ataque a La Moneda constituyó
la acción militar más emblemática del golpe, la más determinante para su éxito
y un ejemplo de precisión, porque las bombas destruyeron el interior del
inmueble pero no la fachada del palacio, la cual sólo quedó impactada por
disparos de rifle y metralla.
El presidente resistió los ataques aéreos y terrestres
dentro de La Moneda, junto con un
grupo de fieles colaboradores, hasta que efectivos militares lograron entrar en
el edificio por una puerta lateral. La guardia de Carabineros, encargada de custodiarlo, ya se había pasado a los
golpistas. Cuando los militares ocuparon la planta baja, Allende instó a sus colaboradores a rendirse. Eran las 13,30 horas.
Oscar Soto,
médico personal del mandatario, que ya se había entregado, escuchó una ráfaga
de metralleta y ya no volvió a ver a Allende.
Cuando el comandante Roberto Sánchez
- otro fiel colaborador del presidente- entró al salón donde estaba el cuerpo
de Salvador Allende, lo encontró con
un fusil automático AK-47 dirigido a la mandíbula, pero puesto en tiro a tiro.
Esta es una de las incógnitas que queda todavía por aclarar, la metralleta
estaba puesta tiro a tiro y lo que se escuchó fue una ráfaga.
En los primeros momentos, existieron varias versiones sobre la
muerte del presidente. Una, que murió combatiendo en la defensa del palacio, otra, que fue asesinado cuando se encontraba herido y
una última, que acabó suicidándose antes que rendirse, con la AK-47 que
le había regalado Fidel Castro.
Esta última hipótesis
es la más aceptada después de que el mismo presidente, en su discurso
radiofónico de despedida a través de Radio
Magallanes, expresara: "pagaré con mi vida la lealtad del
pueblo". Esta versión fue avalada por el testigo presencial Patricio Guijón, un médico colaborador
de Allende, y aceptada por la familia. Salvador Allende fue
enterrado en el cementerio de Viña del Mar
y con la llegada de la democracia en 1990 fue trasladado al de Santiago.
El 23 de mayo de 2011, a petición de la fiscalía, su cadáver
fue exhumado para revisar las causas del fallecimiento. El equipo internacional
que examinó el cuerpo confirmó que Salvador
Allende se había suicidado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario