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jueves, 5 de julio de 2018

Educar de otra manera


“Nuestro máximo esfuerzo ha de ser desarrollar seres humanos libres, capaces de otorgar un propósito y un objetivo a sus vidas por sí mismos”  (Rudolf Steiner)

Hoy, como ayer, está abierto el debate sobre las virtudes y defectos del actual sistema educativo. Como aportación a esta discusión, para cambiar la educación pública en España, que está a años luz de las necesidades reales y del auténtico ritmo de los niños, sería conveniente tener en cuenta la pedagogía Waldorf, que se abre paso en todo el mundo y consigue éxitos sonoros en países como Finlandia.

La educación pública, en un intento de promover una educación basada en la excelencia y en una supuesta calidad, exige a los niños habilidades cognitivas y conocimientos, cada vez a más temprana edad, sin respetar su ritmo ni su desarrollo, provocando así que los pequeños se pierdan de sí mismos y por tanto pierdan algo que no van a poder recuperar nunca más, su infancia. Un hecho que se puede constatar en las aulas de la educación secundaria donde los niños llegan desmotivados, desvitalizados y sin ganas de aprender.

Una metodología educativa que tiene alternativa, con más de cien años de experiencia y que requiere, eso sí, una mayor implicación activa de las familias. La educación Waldorf proviene de las enseñanzas y de las investigaciones de Rudolf Steiner, filósofo austríaco, quien a principios del siglo XX desarrolló una pedagogía pionera en el área del aprendizaje basada en el desarrollo apropiado para cada edad. Es una educación equilibrada, que parte de la comprensión del desarrollo evolutivo del niño. Una pedagogía que busca educar la globalidad, equilibrando todas sus capacidades, sus potencialidades y su voluntad.

En resumen, la pedagogía Waldorf busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en las artes y los trabajos manuales. Casi 100 años después de la fundación de la primera Escuela Waldorf en Stuttgart hoy su método está implantado en más de 80 países.

Se trata de que los niños aprendan a través de imágenes creadas y cercanas, con vivencias. Se huye de lo meramente cognitivo y del sistema que todos conocemos basado en currículos cerrados, pruebas escritas o deberes. Esta pedagogía  abarca todos los contenidos que exige el Ministerio de Educación solo que se emplea una metodología diferente.

Los niños deben ser libres de movimiento, de jugar, de imitar.
En sus primeros siete años de vida, los niños son grandes experimentadores y tienen una muy buena capacidad de imitación. Es cuando desarrollan su voluntad, por lo que deben ser libres de movimiento, de jugar, de imitar. Esto se respeta en el nivel infantil Waldorf, incidiendo en el movimiento, el ritmo y el lenguaje oral.  Por tanto se incluyen actividades de juego libre, movimiento, cuentos, actividades artísticas o paseos por la naturaleza.

A partir de los 7 años, el niño aprende cómo funciona el mundo, y lo aprende mejor cuando la información se presenta de forma imaginativa. Para ello, en la escuela primaria Waldorf, todas las asignaturas se imparten de un modo vívido e ilustrativo.

Se trabaja la voluntad, que es fundamental para manejarse el día de mañana y bajo el lema de “con dedos ágiles, mente ágil”. Pero, sobre todo, se hace sentir a cada alumno único y se les atiende según el momento madurativo de cada uno de ellos para darle su tiempo en sus procesos de desarrollo. Se mira al niño desde el plano físico, anímico y espiritual, pero sin dogma ni inclinaciones religiosas.
Al iniciarse en las escuelas Waldorf, los niños son eso, niños. Se respeta su ritmo sin exigirles conocimientos cognitivos, como la lectoescritura o las matemáticas. Es de destacar, que se emplean juguetes de materiales naturales y sencillos, lo que estimula el trabajo imaginativo del niño. También es importante el papel que juegan los docentes.

Ambos elementos, permiten que los niños puedan imitar y aprender a apreciar el valor de las habilidades de la vida real. El efecto contario que provocan un teléfono móvil o un ordenador. La filosofía Waldorf se basa en la sencillez, el orden, la armonía y la paz.

Rudolf Steiner.
Tampoco existen las órdenes como ‘siéntate’, ‘escucha’ o ‘estate quieto’, que son sustituidas por melodías o canciones que tararea el docente.  Se puede comprobar que los chicos ya saben lo que tienen que hacer sin necesidad de que les levante la voz.

Luego, a partir de primaria, se inicia una etapa en la que los principales objetivos buscan potenciar el arte, los trabajos manuales, la música o el teatro. Incluso se inicia el aprendizaje de idiomas extranjeros con metodología oral.

Por ejemplo, para aprender a multiplicar no siguen la típica tabla, sino que establecen un juego con saquitos de arena y lo interiorizan a través del movimiento. Para estudiar los verbos lo hacen siguiendo mágicas historias de caballeros. Hasta quinto de primaria no hacen ningún tipo de examen. Y tampoco es un examen tradicional en este nivel, sino una prueba de conocimiento sin calificación numérica. Ya que se considera  que poner notas numéricas es una lacra para los niños. No se trata de puntuar sino de saber y conocer hasta dónde puede llegar cada uno según las materias.

Tras este rápido paseo por la Pedagogía Waldorf, que cuenta con el reconocimiento de la Unesco, hay que añadir que ahora mismo no es apta para todo tipo de bolsillos en España. Al tratarse de centros privados, los padres deben pagar una cuota mensual de septiembre a junio, que suelen alcanzar los 360 euros en primaria y los 300 en infantil. Como conclusión, la escuela pública debería abrazar esta pedagogía. Estaríamos formando ciudadanos más libres, con más recursos personales, con más capacidad de discernir y, posiblemente, con la capacidad de ser más felices.