“Nuestro máximo
esfuerzo ha de ser desarrollar seres humanos libres, capaces de otorgar un
propósito y un objetivo a sus vidas por sí mismos” (Rudolf
Steiner)
Hoy, como ayer, está abierto el debate sobre las virtudes y
defectos del actual sistema educativo. Como aportación a esta discusión, para
cambiar la educación pública en España, que está a años luz de las necesidades
reales y del auténtico ritmo de los niños, sería conveniente tener en cuenta la
pedagogía Waldorf, que se abre paso
en todo el mundo y consigue éxitos sonoros en países como Finlandia.
La educación pública, en un intento de promover una
educación basada en la excelencia y en una supuesta calidad, exige a los niños
habilidades cognitivas y conocimientos, cada vez a más temprana edad, sin
respetar su ritmo ni su desarrollo, provocando así que los pequeños se pierdan
de sí mismos y por tanto pierdan algo que no van a poder recuperar nunca más,
su infancia. Un hecho que se puede constatar en las aulas de la educación secundaria
donde los niños llegan desmotivados, desvitalizados y sin ganas de aprender.
Una metodología educativa que tiene alternativa, con más de
cien años de experiencia y que requiere, eso sí, una mayor implicación activa
de las familias. La educación Waldorf
proviene de las enseñanzas y de las investigaciones de Rudolf Steiner, filósofo austríaco, quien a principios del siglo XX
desarrolló una pedagogía pionera en el área del aprendizaje basada en el
desarrollo apropiado para cada edad. Es una educación equilibrada, que parte de
la comprensión del desarrollo evolutivo del niño. Una pedagogía que busca
educar la globalidad, equilibrando todas sus capacidades, sus potencialidades y
su voluntad.
En resumen, la pedagogía Waldorf busca el desarrollo de cada niño en un ambiente libre y
cooperativo, sin exámenes y con un fuerte apoyo en las artes y los trabajos
manuales. Casi 100 años después de la fundación de la primera Escuela Waldorf en Stuttgart hoy su método está implantado en más de 80 países.
Se trata de que los niños aprendan a través de imágenes creadas
y cercanas, con vivencias. Se huye de lo meramente cognitivo y del sistema que
todos conocemos basado en currículos cerrados, pruebas escritas o deberes. Esta
pedagogía abarca todos los contenidos
que exige el Ministerio de Educación
solo que se emplea una metodología diferente.
Los niños deben ser libres de movimiento, de jugar, de imitar. |
En sus primeros siete años de vida, los niños son grandes
experimentadores y tienen una muy buena capacidad de imitación. Es cuando
desarrollan su voluntad, por lo que deben ser libres de movimiento, de jugar,
de imitar. Esto se respeta en el nivel infantil Waldorf, incidiendo en el movimiento, el ritmo y el lenguaje
oral. Por tanto se incluyen actividades
de juego libre, movimiento, cuentos, actividades artísticas o paseos por la
naturaleza.
A partir de los 7 años, el niño aprende cómo funciona el
mundo, y lo aprende mejor cuando la información se presenta de forma
imaginativa. Para ello, en la escuela primaria Waldorf, todas las asignaturas se imparten de un modo vívido e
ilustrativo.
Se trabaja la voluntad, que es fundamental para manejarse el
día de mañana y bajo el lema de “con
dedos ágiles, mente ágil”. Pero, sobre todo, se hace sentir a cada alumno
único y se les atiende según el momento madurativo de cada uno de ellos para
darle su tiempo en sus procesos de desarrollo. Se mira al niño desde el plano
físico, anímico y espiritual, pero sin dogma ni inclinaciones religiosas.
Al iniciarse en las escuelas Waldorf, los niños son eso, niños. Se respeta su ritmo sin
exigirles conocimientos cognitivos, como la lectoescritura o las matemáticas.
Es de destacar, que se emplean juguetes de materiales naturales y sencillos, lo
que estimula el trabajo imaginativo del niño. También es importante el papel
que juegan los docentes.
Ambos elementos, permiten que los niños puedan imitar y
aprender a apreciar el valor de las habilidades de la vida real. El efecto
contario que provocan un teléfono móvil o un ordenador. La filosofía Waldorf se basa en la sencillez, el
orden, la armonía y la paz.
Rudolf Steiner. |
Tampoco existen las órdenes como ‘siéntate’, ‘escucha’ o
‘estate quieto’, que son sustituidas por melodías o canciones que tararea el
docente. Se puede comprobar que los
chicos ya saben lo que tienen que hacer sin necesidad de que les levante la voz.
Luego, a partir de primaria, se inicia una etapa en la que
los principales objetivos buscan potenciar el arte, los trabajos manuales, la
música o el teatro. Incluso se inicia el aprendizaje de idiomas extranjeros con
metodología oral.
Por ejemplo, para aprender a multiplicar no siguen la típica
tabla, sino que establecen un juego con saquitos de arena y lo interiorizan a
través del movimiento. Para estudiar los verbos lo hacen siguiendo mágicas
historias de caballeros. Hasta quinto de primaria no hacen ningún tipo de
examen. Y tampoco es un examen tradicional en este nivel, sino una prueba de
conocimiento sin calificación numérica. Ya que se considera que poner notas numéricas es una lacra para los
niños. No se trata de puntuar sino de saber y conocer hasta dónde puede llegar
cada uno según las materias.
Tras este rápido paseo por la Pedagogía Waldorf, que cuenta con el reconocimiento de la Unesco, hay que añadir que ahora mismo no
es apta para todo tipo de bolsillos en España. Al tratarse de centros privados,
los padres deben pagar una cuota mensual de septiembre a junio, que suelen
alcanzar los 360 euros en primaria y los 300 en infantil. Como conclusión, la
escuela pública debería abrazar esta pedagogía. Estaríamos formando ciudadanos
más libres, con más recursos personales, con más capacidad de discernir y,
posiblemente, con la capacidad de ser más felices.