La Santa Compaña es una leyenda popular de Galicia y el noroeste de la península ibérica, sobre una procesión de ánimas. Esta misma leyenda, con variantes, está también presente en la mitología asturiana. donde es conocida como la Güestia, en las provincias de Zamora, León, Salamanca y Extremadura, norte de Portugal, y por extensión a toda su frontera con España, es muy conocida así en los lindes con Huelva, sobre todo en Ayamonte, Villablanca y toda la ribera del Guadiana, también en otras zonas de Castilla, bajo la denominación de Estantigua, incluso en las provincias de Málaga, Granada y Almería.
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Acuarela de Camilo Diaz Baliño (1919). |
Según los escritores Xoán R. Cuba, Antonio Reigosa y Xosé Miranda, "la denominación de Santa Compaña es errónea, pese a su fortuna en la literatura, pues la Compaña podrá ser muchas cosas, pero santa, desde luego, no". Sólo se la llamaría "santa" como acto apotropaico de defensa supersticiosa y en realidad se trataría de una leyenda pagana antigua que luego fue superficialmente cristianizada. Algunos de los elementos concurrentes en el mito parecen provenir de la Cacería salvaje o Mesnie Hellequin, un mito de origen germánico muy difundido por toda Europa.
Aunque el aspecto de la Compaña varía según la tradición de las diferentes zonas, la versión más extendida afirma que está formado por una comitiva de almas en pena vestidas con túnicas negras con capucha que vagan durante la noche. La procesión va encabezada por un vivo portando una cruz y un caldero de agua bendita seguido por las ánimas con velas encendidas, no siempre visibles, percibiéndose su presencia en el olor a cera y el viento que se levanta a su paso.
Esta persona viva que precede a la procesión puede ser hombre o mujer, dependiendo de si el patrón de la parroquia es un santo o una santa. También se cree que quien realiza esa "función" no recuerda durante el día lo ocurrido en el transcurso de la noche, y únicamente se podrá reconocer a las personas penadas con este castigo por su extremada delgadez y palidez.
Cada noche su luz será más intensa y cada día su palidez irá en aumento. No les permiten descansar ninguna noche, por lo que su salud se va debilitando hasta enfermar sin que nadie sepa las causas de tan misterioso mal. De esta forma, están condenados a vagar noche tras noche hasta que mueran u otro incauto sea sorprendido.
Caminan emitiendo rezos, cánticos fúnebres y tocando una pequeña campanilla, y a su paso cesa previamente todo ruido de animales en el bosque; sólo se escuchan unas campanas. Los perros anuncian la llegada de la Santa Compaña aullando en forma desmedida y los gatos huyen despavoridos, realmente asustados.
Se dice que no todos los mortales cuentan con la facultad de contemplar la Compaña. Elisardo Becoña Iglesias, en su obra La Santa Compaña, el Urco y los Muertos explica que según la tradición tan sólo ciertos "dotados" poseen la facultad de verla; sólo los niños a quienes el sacerdote, por error, ha bautizado usando óleo de los difuntos poseen de adultos la facultad de ver la aparición.
Para librarse de la maldición de sumarse a la peregrinación de la Santa Compaña debe dibujarse en el suelo un círculo y entrar en él o bien acostarse boca abajo, o llevar una cruz encima, rezar sin escuchar los cánticos de la Santa Compaña o bien salir corriendo. Aunque todas las versiones de la leyenda coinciden en considerarla anunciadora de muerte, como en el caso de la Banshee céltica irlandesa, hay distintas variantes.
En la mayoría realiza sus apariciones de noche, pero en algunos casos se habla de salidas diurnas. Juan Cuveiro Piñol, en su Diccionario Gallego (1876), sustituye los aparecidos por meigas. En otras versiones se cuenta que la luctuosa procesión transporta un ataúd con una persona en su interior, que sufre una maldición, siendo su cuerpo astral el que yace en el mismo. Se pueden aparecer en diferentes lugares, pero predominan en las encrucijadas y hay fechas concretas en las que se dice se registra una mayor incidencia de apariciones. Por ejemplo, la noche de Todos los Santos o la noche de San Juan.
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