Castrillo de los Polvazares (León) es una villa de aire medieval que habla de su genuina cultura arriera. Sus imponentes casas solariegas muestran con orgullo sus blasones mientras los grandes pórticos y los ventanales de madera colorean de blanco y verde el lento pasar de los peregrinos del Camino de Santiago.
Castrillo de los Polvazares. |
Un conjunto arquitectónico excepcionalmente conservado que enamora a primera vista. Pero son sus pucheros cocinados a fuego lento, de los que sale el tradicional cocido maragato, su santo y seña gastronómico.
Los habitantes de Castrillo fueron tradicionalmente arrieros maragatos. Estos comerciantes traficaban con vinos, pescados, y muchos otros bienes. Las casas, llamadas casas arrieras, están estructuradas en función de esa actividad, existiendo grandes puertas para el paso de carros, patios interiores que son el centro de organización de la casa, cuadras, y algunas grandes bodegas.
El pueblo originalmente se encontraba en una ubicación distinta. Fue destruido por unas riadas, y se reconstruyó en el siglo XVI en su emplazamiento actual.
Los arrieros maragatos gozaron de gran poder e influencia en la zona entre los siglos XVI y XIX. La comarca maragata está situada en un punto estratégico en las comunicaciones del interior de la península y Galicia. Los maragatos transportaban al interior salazones de pescado traídos de la costa gallega, y al volver a su tierra cargaban con embutidos y productos de secano. La decadencia de esta profesión comenzó con la llegada del ferrocarril a Astorga en 1866.
La principal actividad económica del pueblo en la actualidad está basada en el turismo y en la artesanía. Sus principales reclamos turísticos son su arquitectura típica y su gastronomía (con el cocido maragato como estandarte). Los restaurantes más conocidos del pueblo están situados en casas maragatas rehabilitadas para ese menester. Su excelente cocido maragato,que se come al revés, primero la carne y por último la sopa, ya merece de por sí una visita.
El hispanista Richard Ford describió así a los arrieros maragatos en su libro 'Cosas de España. El país de lo imprevisto' (1833-1836): "Ellos, al igual que los judíos y los gitanos, viven exclusivamente entre los suyos, conservan sus trajes primitivos y nunca se casan fuera de su región. Son tan nómadas y errantes como los beduinos, sin más diferencia que llevan mulas en vez de camellos (...) cobran caro, pero su honradez compensa este defecto, pues puede confiárseles oro molido".
Esta población constituyó un municipio independiente hasta 1975, cuando su ayuntamiento decidió su incorporación al municipio de Astorga.
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