Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo un terrible dragón atemorizaba a los habitantes de un pueblecito de Cataluña llamado Montblanc (Tarragona). Para calmar su ira, decidieron sacrificar cada día a una persona, hasta que le llegó el turno a la hija del rey.
Casa Batlló (Barcelona). |
Según la leyenda de Sant Jordi, la villa de Montblanc estaba siendo aterrorizada por un colosal dragón. La bestia se había instalado a las afueras del pueblo, infectando el aire y el agua con su aliento apestoso y causando estragos entre el ganado. En su búsqueda de alimento, cada vez se aproximaba más a las murallas, por lo que los vecinos tuvieron que buscar una forma de mantenerlo apartado.
Empezaron dándole de comer ovejas; cuando éstas se acabaron, siguieron con los bueyes, y luego con los caballos. Y por fin no tuvieron más remedio que sacrificar a los propios habitantes. Se metieron los nombres de todos en un puchero, también el del rey, y el de su hija la princesa, y cada día una mano inocente decidía quien moriría la mañana siguiente.
Una tarde la escogida para ser entregada al dragón fue la princesa que se llamaba Cleodolinda. Cuenta la leyenda que el rey lloró y suplicó a sus súbditos por la vida de su hija, pero que de nada le sirvió, ya que no era el único padre desconsolado. Cuentan otros que el rey entregó a su hija al dragón con valentía y entereza. Sea como fuere, la joven salió de las murallas y se dirigió hacia su triste destino.
Cuando el terrible dragón avanzaba hacia la princesa y ya todo parecía perdido, surgió entre la bruma un apuesto caballero de reluciente armadura, sobre un caballo blanco que arremetió contra la bestia. El animal, herido, se sometió al caballero, que le ató al cuello un extremo del cinturón de la princesa.
La dama tomó el otro extremo del cinturón y, para pasmo de los pobladores de Montblanc, condujo al dragón como a un perrito hasta la puerta de la ciudad. Allí, a la vista de todos, el caballero remató a la bestia de un certero golpe de lanza.
Unos dicen que el dragón se fundió y fue absorbido por la tierra. Otros cuentan que un gran charco de sangre de dragón se formó a los pies del caballero. En lo que todos coinciden es que, en aquel mismo instante creció un rosal en el mismo punto del dragón muerto y de sus ramas brotaron hermosas rojas rosas.
Las “huellas” de esta leyenda perviven hoy en día de múltiples maneras. Por ejemplo, el 23 de abril, fiesta de Sant Jordi y Día Internacional del Libro, la ciudad de Barcelona se convierte en una enorme librería al aire libre y es costumbre regalar un libro y una rosa.
Además, son muchos los monumentos de Barcelona que hacen guiños a esta historia. El más famoso es quizá la Casa Batlló de Gaudí, en la que el genial arquitecto diseñó la azotea con la forma del lomo de un dragón y con una cruz como si se tratara de la espada del caballero dando muerte a la bestia.
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