Mastodon Clave Menor: La fábrica de muñecas de Segorve

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sábado, 4 de mayo de 2024

La fábrica de muñecas de Segorve

 

En el municipio de Segorbe (Castellón) se encuentra una fábrica de muñecas de porcelana abandonada. Todavía quedan muñecas o restos de ellas como piernas, brazos, cabezas, torsos, pelucas que nunca llegaron a completarse. Antes de ser una fábrica de muñecas, fue un convento donde, al parecer, se fusilaron a los religiosos que allí residían tirándolos a un pozo de la propiedad.


Restos de la fábrica de muñecas.


El edificio de la fábrica fue construido en el siglo XVII por los frailes de la Cartuja de Valldecrist para usarlo como molino para el cereal con el que luego hacer el pan. De aquella primera construcción ha sobrevivido el acueducto y la capilla, igualmente hay zonas en escombros de lo que fue, en siglos pasado, un almacén y una parte que se utilizó para confección de tejidos de lana por los monjes.

En el siglo XIX, con la desamortización, pasó a manos privadas. Durante la II República, presuntamente, se asesinó allí a varias personas que tiraron a los pozos de exterior. Según relatos de habitantes de la zona las víctimas habrían sido los monjes, algo sin confirmar. El edificio lo embargó la CNT durante la Guerra Civil y se usó de puesto de vigilancia. Al parecer, la capilla se dedicó a gallinero.

En la década de los 70 del pasado siglo XX pasó a ser propiedad de Ramón y Josefina Inglés que se dedicarían a la fabricación de finas muñecas de porcelana, ambos eran reconocidos escultores de Bétera (Valencia) que competían con la hoy famosa firma Lladró. En 1997 muere Ramón y la fábrica cierra. Tras el fallecimiento de Ramón Inglés, los objetos que se fabricaron con su firma se han convertido en obras de arte muy apreciadas por anticuarios y coleccionistas particulares.

El edificio fue vendido a una persona que pretendía rehabilitarlo para destinarlo a residencia de niños discapacitados, pero enfermó y el proyecto se quedó sólo en el papel. A partir de ese momento, el abandono fue total. Ahora quedan en pie los muros y las fachadas, aunque con gran peligro de derrumbe.

Sobre el lugar pesa, según la leyenda urbana, una maldición por la cual cualquier propietario que compre el inmueble morirá al poco tiempo, quizás basada en el hecho de que los dos últimos no corrieron demasiada suerte tras adquirir el inmueble. También se cuenta que en el interior se han podido escuchar voces de ultratumba y sonidos extraños.

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