Conocida como la reina roja, la británica Barbara Castle fue una gran desconocida, pero la mujer que consiguió que por primera vez las mujeres cobrasen el mismo salario que los hombres. Barbara Castle, nacida en 1910, fue la mujer más importante del Partido Laborista británico, con su personalidad arrolladora se enfrentó a los sindicatos y fue la primera mujer que ocupó un ministerio en el Reino Unido.
Barbara Castle. |
Barbara era la tercera hija de Frank Betts, un inspector de Hacienda, cuyo trabajo garantizaba un buen nivel de vida para la familia. Su progenitor fue un ardiente socialista y un intelectual que aprendió por sí sólo griego, islandés, español e italiano lo suficientemente bien como para leer textos originales. Frank y su esposa Annie creían que el socialismo no sólo era un credo político sino una forma de vida. Lo veían como una doctrina de redistribución económica y justicia, pero también una forma de dar acceso a todo el mundo a la educación, la música y el arte.
Barbara creció, por tanto, entre los pilares de la igualdad social, pero pronto se dio cuenta que la vida real era de otra manera. La primera vez que sintió exclusión como mujer fue en Oxford, la elitista universidad donde tuvo que abrirse camino en un mundo dominado por los hombres. Comenzó un romance con un hombre mayor y casado, William Mellor, una figura destacada de la izquierda intelectual con quien compartió su vida hasta que él falleció, en 1942. Editor fundador de Tribune, una revista progresista, fue el padrino que necesitaba Castle para introducirse en el mundo que siempre quiso, el de la política, un sueño que había hecho realidad Nancy Astor en 1919 al convertirse en la primera mujer elegida para la Cámara de los Comunes.
Fallecida en 2002 a los 91 años fue descrita por Michael Foot, quien después lideró el Partido Laborista, como “la mejor ministra socialista que hemos tenido nunca". Inteligente y decidida, fue la política más destacada que ha producido el movimiento obrero del Reino Unido. Hasta sus amigos más íntimos temían su temperamento. Protagonista singular de la izquierda del siglo XX, supo imponer sus normas en un mundo de hombres. Ironías de la vida, fue su papel en el Partido Laborista lo que allanó luego el camino a Margaret Thatcher, para llegar al cargo de primera ministra.
Tras una serie de derrotas Barbara finalmente consiguió en 1945 un escaño por la circunscripción de Blackburn, asiento que ocupó hasta que se jubiló en 1979. Fue la diputada más joven del reducido grupo de mujeres que en aquellas elecciones consiguió entrar en el parlamento. Se casó con el periodista Ted Castle, estuvieron juntos durante 34 años, hasta que él falleció en 1979. No tuvieron hijos.
Desde el principio supo acaparar la atención de la prensa. Sus encantos personales le consiguieron un gran número de admiradores. Su apasionada defensa de las causas de la izquierda le garantizaron también un ejército de detractores. Sus protestas contra el trato que recibían los detenidos por apoyar a Mau Mau (movimiento rebelde nacionalista) en Kenia, o su denuncia por la brutalidad de los soldados que debían mantener la paz en Chipre no dejaron indiferente a ningún bando.
En 1964, cuando su aliado político Harold Wilson se convirtió en primer ministro, fue nombrada responsable de la cartera de ayuda internacional. Desde el principio, destacó por ser una ministra brillante. Era una mujer con un claro sentido del deber, un genio para atraer la atención del público, una hábil figura para salirse siempre con la suya. En 1966 se convirtió en la responsable del Departamento de Transporte. Recibió un aluvión de críticas. “No sabe conducir y encima es mujer, lo que faltaba”, señalaban sus enemigos a los medios. Con todo, sus programas sentaron cátedra. Primero luchó contra la alcoholemia al volante. Luego con la importancia de los cinturones de seguridad. En 1968 su fama había alcanzado tal nivel que algunos observadores se referían a ella como la siguiente líder del Partido Laborista.
En un momento en el que el Gobierno y los sindicatos habían llegado a un punto de ruptura debido a las reivindicaciones salariales, la inflación y el valor de la libra, Wilson le propuso su mayor reto nombrándola ministra del departamento de Trabajo y Productividad. Barbara llevó al Ejecutivo al borde de la catástrofe cuando intentó introducir la reforma sindical en contra de la abrumadora oposición de los diputados liderados por Jim Callaghan, que más tarde se convertiría en primer ministro.
Pero se supo reponer al impulsar la histórica Ley de Igualdad Salarial de 1970 que garantizaba el mismo salario a hombres y mujeres. Fue su última gran contribución antes de los laboristas perdieran las elecciones de ese mismo año. Pero su camino no terminó ahí. De nuevo en el Gobierno entre 1974 y 1976, reformó radicalmente las pensiones y prestaciones por hijo, pagando la ayuda directamente a la madre en vez de incluirla en la nómina del padre.
Como ya se ha reseñado, Barbara Castle ocupó varios cargos en el ejecutivo durante la década de 1960, incluido el de ministra de Desarrollo de Ultramar y ministra de Transporte. En 1968, cuando era Secretaria de Estado de Empleo y Productividad, intervino en favor de las mujeres maquinistas de coser en huelga en la planta de motores Ford Dagenham. Como resultado, introdujo con éxito la Ley de Igualdad Salarial de 1970. Luego se convirtió en Secretaria de Estado de Salud y Servicios Sociales y miembro del Parlamento Europeo.
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