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sábado, 30 de octubre de 2021

La armas químicas en España

 

En la Guerra del Rif, España utilizó armas químicas entre 1921 y 1927 para derrotar a las tropas rebeldes de Abdelkrim. Las actas e informes oficiales silenciaron esta acción que violaba la legalidad internacional. Se conocían como bombas X, arrojando fosgeno, difosgeno, cloropicrina e iperita, el conocido como gas mostaza.

Guerra del Rif. Foto: José Navarro.

Las investigaciones de varios historiadores han recogido el testimonio de ancianos rifeños que recuerdan con espanto la reacción que provocaba en los cuerpos el veneno que caía desde los aviones españoles. Los efectos eran demoledores, ceguera, piel quemada, ganado hinchado y muerto, plantas que se secaron.


Sin embargo, otros investigadores califican de aventurado afirmar que la mayor incidencia de casos de cáncer hoy en el Rif pueda atribuirse a los efectos de la iperita en la población y en sus descendientes. Estos mismos estudiosos mantienen que la relación causa-efecto que diversas asociaciones rifeñas pretenden establecer entre los casos de cáncer en el Rif y los bombardeos con iperita de hace 90 años carece de toda base científica.


La primera vez registrada en la que se usaron bombas químicas se remonta a la Primera Guerra Mundial. En contra de lo que algunos piensan, España no fue el primer país que utilizó gases tóxicos en una guerra. Antes lo habían hecho en la I Guerra Mundial Alemania, Francia e Inglaterra.



Aunque posteriormente los países vencedores decidieron abstenerse de emplear las armas químicas contra otras naciones del continente europeo, no dudaron en hacerlo contra sus colonias. Inglaterra las utilizó en Iraq entre 1919-1920 y, después que España en el Rif, mientra que en la Italia de Mussolini las utilizarían masivamente en Abisinia entre 1935-1936. España sí fue el primer país que utilizó la aviación para esos bombardeos.


Fue a raíz de la Primera Guerra Mundial cuando los mandos militares españoles empezaron a considerar que las armas químicas podrían ser el medio más eficaz de acabar rápidamente con el conflicto bélico en el Rif y ahorrar vidas de soldados españoles, pero la idea no se impuso hasta después del desastre de Annual. Como España no fabricaba ese tipo de gases, tenía que obtenerlos en el extranjero. A los primeros procedentes de Francia no tardarían en seguir los de procedencia alemana.


Los gases tóxicos empezarían a utilizarse en campaña en 1923, primero por la artillería, y, después, por la aviación. El ejército habría deseado que fuesen ataques masivos para causar el mayor daño posible, físico y material, así como para desmoralizar a los combatientes rifeños y a la población civil, pero, por toda una serie de factores de orden técnico y político, no llegaron a serlo. Todo parece indicar que fueron selectivos.


A pesar de la polémica, el hecho de que hoy se reconozca públicamente, después de tantos años de silencio, la utilización por España de gases tóxicos en la Guerra del Rif de lo que se trata hora es hacer justicia a la verdad histórica. Para lo que no sólo es preciso un reconocimiento público, sino también una condena. Como mejor podría España reparar colectivamente el daño causado a los rifeños sería incrementando sustancialmente la ayuda al desarrollo de la región.

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