Mastodon Clave Menor: Confinamientos en la España del siglo XX

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sábado, 16 de octubre de 2021

Confinamientos en la España del siglo XX

 

Uno de los castigos que el Estado reservaba para los disidentes con el régimen durante el siglo XX en España era la pena del confinamiento que padecieron en el siglo pasado destacados personajes, sobre todo, del mundo de la política, la literatura y el periodismo.


Unamuno montando en camello en Fuerteventura.


Las críticas de Miguel de Unamuno hacia Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera, y su dictadura, hicieron que decretaran su confinamiento en Puerto Cabras (Fuerteventura), a donde llegó, con casi 60 años, el 12 de marzo de 1924 de la mano de su compañero de destierro Rodrigo Soriano, político, diplomático y periodista, entre otras cosas, y se instalaron en una pequeña pensión, el Hotel Fuerteventura y que en la actualidad acoge su casa museo.


Unamuno desde su confinamiento comparaba la pobreza triste de la isla con unas Hurdes marítimas. Al respecto escribía en la primera postal que envió desde allí, “apenas si hay arbolado y escasea el agua. Se parece a La Mancha". Aunque añadía que el paisaje, pese a ser triste, tenía hermosura”. Si bien el escritor, que sufría por estar separado de los suyos y de su país, se siente enseguida atraído por Fuerteventura, ensalzando el clima, la buena comida.


Casi cuatro meses duró la estancia de Unamuno en Fuerteventura, un tiempo que definió como "los días más entrañados y más fecundos de su vida de luchador por la verdad". En ningún momento se sintió encerrado en una cárcel, tal y como pretendía Primo de Rivera. "En mi vida he dormido mejor. ¡En mi vida he digerido mejor mis íntimas inquietudes! Estoy digiriendo el gofio de nuestra historia", escribió. También el diputado socialista Luis Jiménez Asúa, destacado penalista y presidente de la II República en el exilio pasó nueve meses en las islas Chafarinas, frente a las costas de Argelia y Marruecos, entre 1926 y 1927, durante el mandato de Primo de Rivera.


Por lo general, los lugares elegidos para estas reclusiones vigiladas por la autoridad solían estar lejos de los grandes núcleos políticos, con precarias comunicaciones y prácticamente aislados en medio de una naturaleza poderosa. Como eran los casos de las islas Canarias de Fuerteventura, Lanzarote y La Gomera, utilizadas durante las dictaduras de los generales Primo de Rivera y Franco, pero también en la II República, al igual que la comarca cacereña de Las Hurdes a donde el general Franco envió en 1968 al secretario general de la UGT, Nicolás Redondo y al histórico dirigente socialista Ramón Rubial, confinados en dos pequeñas poblaciones de la comarca.


En 1932, Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, desterró al doctor José María Albiñana, líder del Partido Nacionalista Español, por incómodo y agitador, primero a Martilandrán y más tarde a Nuñomoral, durante diez meses en los cuales escribió las memorias de ese encierro, confinado en Las Hurdes. Había sido detenido por emitir en marzo de 1932 un discurso contrario al gobierno republicano en el que instaba a sus paramilitares, los Legionarios de España, para defender a la patria de los "lobos revolucionarios" y tras enviar un mensaje en el que atacaba al ministro de la Gobernación.


Pero fue Franco quien más penas de confinamiento impuso. Tras la victoria en la Guerra Civil española y después de años de fusilamientos y condenas a muerte, los años sesenta destacaron por los confinamientos a representantes de sectores poco afines al régimen. En este sentido cabe destacar el confinamiento del dirigente socialista Gregorio Peces-Barba, que permaneció desterrado durante casi dos meses durante el estado de excepción que se decretó en España en 1969 en un pueblo perdido de Burgos, en Santa María del Campo.


Fuente bibliográfica: Los confinados. Juan Antonio Pérez Mateos. Plaza y Janés, 1977

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