Mastodon Clave Menor: Islas Canarias

Publicidad

Mostrando entradas con la etiqueta Islas Canarias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Islas Canarias. Mostrar todas las entradas

sábado, 7 de septiembre de 2024

La leyenda de Garajonay

 

El Parque Nacional de Garajonay es el gran tesoro de isla canaria de La Gomera. Está declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y su bosque de laurisilva, con sus helechos, hayas, acebiños y brezos, es un auténtico fósil viviente envuelto muchas veces en una densa neblina. Garajonay es un superviviente de los bosques que cubrían la cuenca mediterránea allá por el terciario.


Parque Nacional de Garajonay.


Muchos años antes de que los españoles llegaran por primera vez a las islas para conquistarlas, estas eran habitadas por aborígenes que habían llegado del norte de África. Cada isla estaba dividida en pequeños reinos.

En la isla de La Gomera había un rey que tenía una joven hija, de nombre Gara. La joven estaba destinada, por deseos de su padre, a desposarse con un joven, hijo de otro rey de la isla, para que esta unión les proporcionará poder a ambos reyes sobre el resto de los reinos de la isla.

Una tarde, Gara estaba paseando por la orilla del mar, y para su sorpresa, se tropezó con un muchacho tirado en el suelo, a simple vista parecía dormido. La belleza de este joven, de cabellos rubios, dejó embelesada a la muchacha, que se quedó a su lado mirando como dormía.

Cuando el joven abrió los ojos quedó maravillado por la belleza de la joven Gara, y en ese momento se enamoraron perdidamente. Jonay, que así se llamaba el joven, era el príncipe de un reino del sur de la isla de Tenerife, de Adeje. Los dos enamorados se veían a escondidas, por el destino de Gara era casarse con otro joven, el que había elegido su padre. Vivieron su amor durante un tiempo, hasta que el padre de la muchacha decidió que era hora de que contrajera nupcias.

Entonces, Gara corrió hacía la playa para contarle los planes de su padre a Jonay, y pensaron en huir a Tenerife, allí estarían seguros. Segundos más tarde, aparecieron unos guerreros junto al príncipe gomero, que sería el futuro esposo de Gara. Jonay luchó solo contra ellos, y los venció. De repente, vio que venían guerreros de todos lados y los 2 enamorados huyeron a las montañas.

En el roque más alto, se abrazaron y se lanzaron juntos por un precipicio. Prefirieron morir juntos a vivir separados sin el amor del otro. Desde ese momento, en honor a los dos jóvenes amantes, se bautizó al bosque con el nombre de los dos.

sábado, 16 de octubre de 2021

Confinamientos en la España del siglo XX

 

Uno de los castigos que el Estado reservaba para los disidentes con el régimen durante el siglo XX en España era la pena del confinamiento que padecieron en el siglo pasado destacados personajes, sobre todo, del mundo de la política, la literatura y el periodismo.


Unamuno montando en camello en Fuerteventura.


Las críticas de Miguel de Unamuno hacia Alfonso XIII y Miguel Primo de Rivera, y su dictadura, hicieron que decretaran su confinamiento en Puerto Cabras (Fuerteventura), a donde llegó, con casi 60 años, el 12 de marzo de 1924 de la mano de su compañero de destierro Rodrigo Soriano, político, diplomático y periodista, entre otras cosas, y se instalaron en una pequeña pensión, el Hotel Fuerteventura y que en la actualidad acoge su casa museo.


Unamuno desde su confinamiento comparaba la pobreza triste de la isla con unas Hurdes marítimas. Al respecto escribía en la primera postal que envió desde allí, “apenas si hay arbolado y escasea el agua. Se parece a La Mancha". Aunque añadía que el paisaje, pese a ser triste, tenía hermosura”. Si bien el escritor, que sufría por estar separado de los suyos y de su país, se siente enseguida atraído por Fuerteventura, ensalzando el clima, la buena comida.


Casi cuatro meses duró la estancia de Unamuno en Fuerteventura, un tiempo que definió como "los días más entrañados y más fecundos de su vida de luchador por la verdad". En ningún momento se sintió encerrado en una cárcel, tal y como pretendía Primo de Rivera. "En mi vida he dormido mejor. ¡En mi vida he digerido mejor mis íntimas inquietudes! Estoy digiriendo el gofio de nuestra historia", escribió. También el diputado socialista Luis Jiménez Asúa, destacado penalista y presidente de la II República en el exilio pasó nueve meses en las islas Chafarinas, frente a las costas de Argelia y Marruecos, entre 1926 y 1927, durante el mandato de Primo de Rivera.


Por lo general, los lugares elegidos para estas reclusiones vigiladas por la autoridad solían estar lejos de los grandes núcleos políticos, con precarias comunicaciones y prácticamente aislados en medio de una naturaleza poderosa. Como eran los casos de las islas Canarias de Fuerteventura, Lanzarote y La Gomera, utilizadas durante las dictaduras de los generales Primo de Rivera y Franco, pero también en la II República, al igual que la comarca cacereña de Las Hurdes a donde el general Franco envió en 1968 al secretario general de la UGT, Nicolás Redondo y al histórico dirigente socialista Ramón Rubial, confinados en dos pequeñas poblaciones de la comarca.


En 1932, Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, desterró al doctor José María Albiñana, líder del Partido Nacionalista Español, por incómodo y agitador, primero a Martilandrán y más tarde a Nuñomoral, durante diez meses en los cuales escribió las memorias de ese encierro, confinado en Las Hurdes. Había sido detenido por emitir en marzo de 1932 un discurso contrario al gobierno republicano en el que instaba a sus paramilitares, los Legionarios de España, para defender a la patria de los "lobos revolucionarios" y tras enviar un mensaje en el que atacaba al ministro de la Gobernación.


Pero fue Franco quien más penas de confinamiento impuso. Tras la victoria en la Guerra Civil española y después de años de fusilamientos y condenas a muerte, los años sesenta destacaron por los confinamientos a representantes de sectores poco afines al régimen. En este sentido cabe destacar el confinamiento del dirigente socialista Gregorio Peces-Barba, que permaneció desterrado durante casi dos meses durante el estado de excepción que se decretó en España en 1969 en un pueblo perdido de Burgos, en Santa María del Campo.


Fuente bibliográfica: Los confinados. Juan Antonio Pérez Mateos. Plaza y Janés, 1977