España no participó en la II Guerra Mundial, pero los espías españoles fueron muy importantes en su desarrollo. Uno de los espías españoles más destacados fue Joan Pujol García, más conocido como Garbo por el espionaje británico (MI5) o como Alaric Arabel por los servicios secretos alemanes (Abwehr). Al parecer, no tenía ni idea de lo que era el espionaje ni conocía otra lengua que no fuera el español, pero gracias al servicio secreto inglés y su valentía pudo engañar a los alemanes.
Joan Pujol García. |
La información falsa que Pujol proporcionó a Alemania ayudó a convencer a Hitler de que el ataque principal contra el ejercito del Eje no sería en Normandía, sino en otra fecha y en otro lugar, en el Paso de Calais (Francia), lo que pesó en la decisión del dictador de reducir las tropas en la zona del desembarco.
Nacido en Barcelona en el seno de una familia de clase acomodada en 1912, Pujol desarrolló una profunda aversión hacia la Alemania nazi y la Unión Soviética después de sus vivencias del fascismo y del comunismo en Cataluña tras la Guerra Civil Española. Alrededor de 1940, decidió que debía contribuir al final de la guerra ayudando al Reino Unido, único adversario de Alemania en aquellas fechas.
Joan se dirigió entonces a la embajada británica en Madrid, donde ofreció sus servicios como espía. Tras ser rechazado, ofreció sus servicios al III Reich con la intención de servir como espía doble para los aliados. Fue reclutado por un oficial del Abwehr, Karl-Erich Kühlenthal. Una vez aceptado por los alemanes estableció una falsa red de espías e hizo pequeños trabajos para estos, tales como retransmitir códigos por radio, y volvió a ofrecer sus servicios al MI5, siendo esta vez aceptado, ya que el servicio de inteligencia británico había controlado sus pasos y conocía su situación.
Aunque operaba inicialmente desde Lisboa, fingía ante los alemanes estar en Gran Bretaña. Inventaba informes ficticios sobre movimientos de barcos mercantes, convenciéndolos con éxito de que eran datos verdaderamente valiosos, gracias a información obtenida en la biblioteca de Lisboa y noticieros del cine. Fingía viajar por toda Gran Bretaña y enviaba sus partes de gastos, según los precios que obtenía de una guía de ferrocarriles británica.
Llegó al Reino Unido en la primavera de 1942 y operó como agente doble bajo el auspicio del Comité XX, una iniciativa de la inteligencia británica basada en la captura de agentes alemanes y su posterior conversión en agentes dobles para labores de contraespionaje o para maniobras de desinformación del enemigo. Su trabajo principal fue el de convencer a los alemanes de que había conseguido reclutar a un gran número de agentes en Reino Unido, algunos de ellos personas de mucha influencia y con información valiosa. La dificultad de su trabajo radicaba en que debía en todo momento fabricar informes coherentes de todos los agentes que iba inventando y que no se contradijeran entre sí.
A veces debía inventar razones para explicar al Abwehr por qué uno de sus agentes había sido incapaz de informar sobre alguna operación que tarde o temprano llegaría a oídos alemanes para no descubrir que todo era una farsa. En una ocasión informó de que uno de sus agentes de Liverpool había caído enfermo justo antes de un gran movimiento de flota desde ese puerto a la costa oeste de Inglaterra. Al caer supuestamente enfermo, le fue imposible a ese espía transmitir aquella información.
Para dar énfasis a su historia inventada, incluso tuvo que fingir la muerte de ese agente y hasta publicar una esquela falsa en un diario local. De esa forma, los alemanes creyeron su historia y hasta pagaron una pensión a la viuda del agente muerto.
La información que Pujol enviaba a los alemanes era inventada por sus superiores británicos e incluía una gran parte de sucesos verdaderos para que los informes fueran más convincentes. En ocasiones, se conseguía el efecto deseado mandando información genuina pero retrasando su llegada para que el daño fuera mínimo.
El trabajo de desinformación de Garbo era parte de la Operación Fortitude, que convenció a Adolf Hitler y a muchos de sus colaboradores de que la invasión aliada ocurriría, como se ha dicho, en el estrecho de Calais, a 249 km de Normandía, y que el desembarco de Normandía era solo una maniobra para atraer a las tropas alemanas lejos de Calais. De hecho, fue tal la credibilidad de la que gozó por parte de Hitler que incluso una vez comenzado el desembarco siguió pensando que esta no era la verdadera invasión, sino una mera distracción para el verdadero ataque. Para cuando Hitler se dio cuenta del engaño, la llamada Operación Overlord ya había sido un éxito y las tropas aliadas se habían adentrado demasiado en el continente.
Después del final de la II Guerra Mundial, Pujol temíó represalias de supervivientes nazis. Con la ayuda del MI5, Pujol viajó a Angola y fingió su muerte de malaria en 1949. De hecho, nadie supo que seguía vivo, ni siquiera los servicios secretos británicos. Había ganado mucho dinero en la guerra ya que fue muy bien pagado, sobre todo por los alemanes y se trasladó a la población de Lagunillas en Venezuela, donde vivió en el anonimato estableciendo una librería, una tienda de regalos y un cine en Choroní, localidad costera de estado Aragua de la que Pujol estaba enamorado. Pero no tuvo suerte en los negocios y perdió su dinero.
Antes de desaparecer se había divorciado de su primera esposa y posteriormente se casó en Maracay, Venezuela, con Carmen Cilia con la que tuvo dos hijos, Carlos Miguel y Juan Carlos, y una hija que murió en 1975 a la edad de veinte años. Durante décadas se le dio por muerto, incluso su primera mujer y dos hijos que tuvo con ella lo creían así. Tampoco la familia que creó en Venezuela sabía quién había sido en realidad.
En 1984, Pujol se había trasladado con su hijo a una urbanización, La Trinidad, de Caracas. Fue más o menos por estas fechas cuando el escritor británico Nigel West, especializado en novelas de espías, se interesó por el fascinante personaje de Pujol sorprendiéndole su supuesta muerte tan novelesca. West intuyó que Pujol podría seguir vivo y se dedicó a su búsqueda consiguiendo al fin encontrarlo.
Tras su reaparición, viajó a Inglaterra donde se reunió con sus viejos compañeros del MI5 y donde recibió toda clase de honores, siendo recibido, además, por el duque de Edimburgo, marido de la reina Isabel II. También viajó por varios países europeos en donde apareció en diversos medios de comunicación. Naturalmente visitó su ciudad natal, Barcelona, allí tuvo un encuentro con los hijos de su primer matrimonio que también le habían considerado muerto. Pujol murió en Caracas en 1988 y está enterrado en Choroní, su querida localidad costera muy próxima al Parque Nacional Henri Pittier.
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