Mastodon Clave Menor: Una noche toledana

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sábado, 11 de abril de 2020

Una noche toledana

Nos dice el diccionario que una noche toledana es aquella “que se pasa sin conciliar el sueño”. En el actual Paseo de Sán Cristóbal, en lo que fuera antiguamente el barrio conocido como “Montichel”, por ser una de las siete colinas sobre las que se asienta Toledo, aconteció uno de los episodios más oscuros y sangrientos de la historia toledana, lo que se conoce como “Una noche toledana” o “La Jornada del Foso”.

Toledo, ciudad imperial. Foto: R. Triviño.
El dicho popular está ligado a una leyenda que tiene su origen en un hecho ocurrido en Toledo en el año 797, siendo emir de Córdoba Al-Hakam I, nieto de Abd al-Rahman I. Tulaytula, nombre árabe de Toledo, era gobernada por un joven llamado Jusuf-ben-Amru, déspota y cruel con todos los toledanos y autor de múltiples fechorías que cometía amparándose en su poder.

Tal era el descontento popular que tras un levantamiento, los toledanos tomaron la ciudad. Una comisión de nobles advirtió al joven gobernador de lo peligroso de la situación, pero éste, ignorando los consejos, continuó intentando mantener su poder en la ciudad, enviando a su guardia personal para tratar aplastar el levantamiento. Percatándose de que Jusuf quedaba poco protegido, los nobles decidieron darle captura. El pueblo pidió la cabeza del joven y éste fue ejecutado.

Los componentes de la nobleza enviaron noticias de lo sucedido al emir de Córdoba, al que pusieron al corriente de la situación que había vivido Toledo bajo el gobierno de Jusuf. El emir hizo llamar al padre del gobernador ajusticiado y le contó el triste final del que fuera su hijo. Amru, padre del gobernador ejecutado, pidió al emir que, como pago a sus favores, fuera enviado como nuevo gobernador de Toledo.

Los toledanos siempre habían sido un pueblo rebelde e insubordinado contra sus opresores y siempre trataron de vivir con cierta independencia. Al-Hakam I decidió acabar con esa «rebeldía» por la vida más rápida y sanguinaria y envió a Amrus para llevar a cabo sus planes. Las órdenes del nuevo gobernador eran hacerles creer que gobernaría con independencia de Córdoba y que, además, tendría en cuenta y estudiaría sus reivindicaciones. Su objetivo, ganarse su confianza.

Amrus llegó con buenas palabras y fue un buen gobernador hasta que los nobles toledanos se confiaron y el plan de Al-Hakam comenzó a tomar cuerpo. Con la excusa de la llegada del príncipe heredero al trono de Córdoba, Abd al-Rahman II, Amrús invitó a toda la nobleza a su residencia para agasajar con una cena la visita del heredero.

Los nobles, confiados, se pusieron sus mejores galas y allí se presentaron. La guardia personal del príncipe esperaba tras una puerta por donde iban entrando, uno a uno, los nobles de Toledo. Tras la puerta les esperaba un foso, cavado para tal propósito, donde eran arrojados tras ser degollados. Fueron degollados muchos, hasta que alguien grito: ¡Toledanos, es la espada, voto a Dios, la que causa ese vapor (de la sangre) y no el humo de las cocinas!

Los que todavía no habían entrado pudieron escapar, pero Al-Hakam I consiguió sus objetivos y la población de Toledo se apaciguó durante muchos años.

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