El comisario jubilado José Manuel Villarejo. |
Queda aún un largo camino para llegar a una verdadera
regeneración democrática. Hay que profundizar en la la investigación policial y
judicial, en la protección a los denunciantes, así como en las normas
auto-reguladoras en favor de la integridad en los funcionarios y códigos éticos
preventivos para altos cargos y parlamentarios.
Más allá, de los asuntos relacionados con Bárcenas, los Pujol y otras personas e instituciones. De la mano del condecorado
comisario Villarejo, se destapan
nuevos grandes escándalos, que no parecen tener final.
Son hechos graves que atacan las bases de la democracia y
aunque la investigación judicial avanza, a pesar de que sea al paso lento de la
Justicia, el objetivo es hacer aflorar con transparencia la realidad
de estas tramas de corrupción que ponen en cuestión el Estado de Derecho y exigen delimitar todas las responsabilidades,
incluidas las políticas.
El Estado de Derecho
y la democracia han sido víctimas de abusos de poder por parte de instancias
políticas y económicas, y de actuaciones supuestamente ilegales con la
complicidad de algunos medios, cada vez más señalados.
La Audiencia Nacional,
apoyada en los recursos necesarios y con la colaboración del Gobierno, no puede descansar. Hay que
luchar contra esa denominada policía patriótica que encima tienen un
descarado afán de protagonismo y la intención manifiesta de intoxicar a su
conveniencia para desestabilizar el Estado.
El ruido de la basura que corre por las cloacas lleva
sonando muchos años y se ha convertido en un grave peligro para la democracia. Queda
la esperanza de confiar en las palabras del ministro del Interior, Fernando Grande
Marlaska, que asegura que las cloacas están siendo limpiadas y desmontadas:
habrá que esperar a que las palabras vayan
acompañadas de una investigación a fondo, caiga quien caiga.
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