Ciudadanos de Praga rodean los tanques soviéticos. Foto: Libor Hajsky. Reutters/El País. |
La Primavera de Praga,
que realmente empezó en pleno invierno y terminó en verano, se trató de un
movimiento pacífico y democrático liderado
por el presidente checo y líder del Partido
Comunista, Alexander Dubcek,
quiso modificar los aspectos totalitarios y burocráticos del régimen
prosoviético y avanzar hacia una forma no dictatorial de socialismo. Dubcek, apoyado masivamente por los
checoslovacos, legalizó la existencia de los partidos políticos y de los sindicatos, promovió la libertad
de prensa y, entre otros, reconoció el derecho a la huelga. Un programa de
reformas que fue bautizado como el "socialismo con rostro humano".
El intento democratizador de Dubcek recibió un apoyo tímido y frío de las democracias
occidentales preocupadas por no desairar a Moscú,
mientras que el movimiento estudiantil del Mayo del 68 aplaudía sin reservas
el proceso.
Mientras el bloque comunista preparaba una respuesta
contundente. La noche del 20 de agosto, tanques de la Unión Soviética, Alemania
Oriental, Polonia, Bulgaria y Hungría invadían Checoslovaquia. Dubcek pidió al pueblo que no ofreciera
resistencia, pese a lo cual hubo 72 muertos y más de 700 heridos.
Dubcek y otros
dirigentes de la Primavera fueron
trasladados a Moscú y obligados a
firmar una especie de arrepentimiento por su "desviación burguesa". Las reformas se anularon y se
calcula que casi 300.000 personas abandonaron el país.
Poco después, el líder checo fue expulsado del Partido Comunista y obligado a trabajar
como guarda forestal. Tras la caída del comunismo en
Checoslovaquia en 1989, tras la
llamada Revolución de Terciopelo, Václav Havel nombró a Dubcek presidente de la Asamblea Federal, cargo que ocupó hasta
su muerte en 1992.
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Anastasia Romanov