Hace aproximadamente 7.000 años ya se recogía salmuera de manantiales naturales de las salinas de Añana (Álava). Se colocaba en vasijas de cerámica para evaporar con fuego y extraer la sal. En el siglo I a.C., con la llegada de los romanos, se cambia el sistema de evaporación forzada por uno natural, usando las terrazas y la acción combinada del sol y el viento.
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Salinas de Añana. |
El Valle Salado está formado por miles de plataformas de producción de sal. En este singular paisaje se puede participar en el proyecto de recuperación abierto al público que se está llevando a cabo para devolver a su esplendor una explotación salinera con más de 7.000 años de historia. Documentos del año 822 ya recogen información de los primeros manantiales salinos.
En los siglos IX y X, las incursiones musulmanas eran frecuentes, lo que motivó que la villa de Añana se blindase para proteger su riqueza salina. En 1114, Alfonso I de Navarra funda oficialmente la villa, convirtiéndola en la primera de Álava, y en 1140 Alfonso VII ratifica su fuero. Durante la Edad Media (siglos XII–XV), la sal se convierte en un recurso económico clave, estimulando el comercio y la prosperidad de la localidad. A finales del siglo XVI, la Corona impone un monopolio sobre las salinas.
En 1869, tras la caída de Isabel II y la Constitución liberal, se liberaliza la sal y se elimina el monopolio, al tiempo que la competencia con las salinas costeras, el transporte ferroviario y la industrialización causan el declive de la explotación. En la década de 1950, operaban unas 5.648 eras (parcelas) con 664 habitantes; para 1990 sólo quedaban 300 eras en uso.
Entre 1998 y el año 2000, la Diputación Foral de Álava lanzó un ambicioso plan de recuperación, y en 2009 se crea la “Fundación Valle Salado”. Hoy se han rehabilitado entre 1.500–2.000 eras con técnicas tradicionales, manteniendo la producción artesanal de sal.
El Valle Salado fue reconocido en el año 2018 por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) como un Sistema Importante del Patrimonio Agrícola Mundial (SIPAM), el primero en Europa. En el año 2015 recibió el Gran Premio del Jurado del Premio Unión Europea de Patrimonio Cultural / Premio Europa Nostra.
En resumen, las Salinas de Añana evocan un viaje de 7.000 años que pasa por la innovación romana, el esplendor medieval, el monopolio real, el declive industrial y, finalmente, una impresionante recuperación. Hoy se alzan como un entorno cultural vivo, con función productiva, guías interpretativos y atractivo turístico que compagina tradición, sostenibilidad y gastronomía.
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