Mastodon Clave Menor: Historia de un hombre lobo

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sábado, 15 de mayo de 2021

Historia de un hombre lobo

 

Manuel Blanco Romasanta fue autor confeso de trece asesinatos durante el siglo XIX, y no fue ejecutado al considerarse el único caso documentado de licantropía clínica, un trastorno mental caracterizado por la existencia de la alucinación de ser o estar transformándose en un animal.


Retrato robot de Manuel Blanco Romasanta.


Manuel Blanco Romasanta nació el 18 de noviembre de 1809 en la aldea de Regueiro perteneciente a la provincia gallega de Ourense. Fue uno de los cinco hijos de Miguel Blanco y María Romasanta. Era de aspecto físico normal, aunque más bajo que la media, medía sobre 137 centímetros, era rubio y de facciones afeminadas, según diversos testimonios. Estudiosos del caso afirman que padecía una enfermedad llamada pseudohermafroditismo femenino, por la cual tenía órganos sexuales femeninos, pero generaba tal cantidad de testosterona que le hacía parecer un varón. Es posible que esta enfermedad y la testosterona que generaba fuera la causante, en parte, de los hechos que marcaron su vida.


Sabía leer y escribir, además cosía y bordaba, por lo que trabajó como modisto. Contrajo matrimonio a los 22 años, pero su esposa falleció al año siguiente. Tras enviudar, en 1833, decidió dejar la vida sedentaria y empezó a dedicarse a la venta ambulante, trasladándose para ello durante los primeros años por la zona de Esgos (Ourense) y posteriormente por toda Galicia.


La primera acusación de asesinato le llegaría en 1844 por la muerte, cerca de Ponferrada, de Vicente Fernández, un alguacil de León que pretendía cobrarle una deuda. Tras ser condenado en rebeldía a diez años de prisión, consiguió escaparse a un refugio en el pueblo abandonado de Ermida (Portugal). Allí convivió con el ganado durante meses.


Volvió a aparecer en público bajo la falsa identidad de Antonio Gómez, esta vez en Rebordechao (Ourense), mezclándose poco a poco con la población local, y estableciendo progresivamente relaciones personales, ganó en especial la confianza y amistad de las mujeres. Llegó a desempeñar el oficio de tejedor considerado propio de las mujeres en aquella época. Además, continuaba ejerciendo de vendedor ambulante y de acompañante sobre todo para aquellas mujeres que debían atravesar los bosques.


Durante esos años es cuando comenzaron sus asesinatos, que cometía en los bosques de Redondela (Pontevedra). Cometió al menos trece asesinatos, siendo las víctimas siempre mujeres o niños. Las desapariciones pasaban desapercibidas, ya que se encargaba de que sus familiares recibieran misivas contando que se habían establecido en otros lugares, logrando eludir así la justicia durante años.


Su fama como vendedor de un ungüento de grasa/jabón se extendió rápidamente por Galicia, pero lugareños comenzaron a sospechar que estaba compuesto por grasa humana, se le llegó a conocer como el sacamantecas. La aparición de algunas pertenencias de los desaparecidos acrecentó las sospechas sobre las desapariciones, cada vez más comentadas. Planeó su huida, llegando a salir de Galicia.


En 1852, finalmente se presentó una denuncia en la ciudad de Escalona (Toledo) alegando que un vendedor ambulante engañaba a mujeres y niños para que viajaran con él, y que luego nunca más se sabía de ellos. Las autoridades, al relacionar más adelante los rumores con el vendedor, iniciaron su búsqueda como sospechoso. Finalmente fue capturado en Nombela (Toledo) y juzgado en Allariz (Ourense).


Se le acusó de llevarse con él mediante mentiras y engaños a mujeres y niños para matarlos y sacarles el sebo o unto, y posteriormente venderlo. En su defensa, Blanco Romasanta declaró ser víctima de un sortilegio de una bruja que, según él, le hacía transformase en lobo durante las noches de luna llena. Indicó que, convertido en lobo, había matado a trece personas por instinto, usando sus patas y dientes para acabar con sus vidas y comerse los restos en compañía de otros.


Más tarde alegaría que lo que sufría no era una maldición sino una enfermedad. Además, declaró recordar todo lo sucedido una vez transformado de nuevo en ser humano, lo que fue decisivo para su sentencia. La defensa del reo argumentó que no se podía probar un asesinato con una única confesión, aunque ésta fuera la del propio acusado.


El juicio, que fue conocido como la causa contra el hombre lobo, duró aproximadamente un año. La sentencia se dictó el 6 de abril de 1853, cuando Romasanta contaba 44 años. En ella se consideró que no estaba loco y se le condenó al garrote vil por los únicos nueve asesinatos que se le pudieron probar y a pagar una multa de mil reales por víctima.


Un hipnólogo francés que había seguido el caso envió una carta al ministro de Gracia y Justicia en la que expresaba sus dudas acerca de si Romasanta padecía o no licantropía. Aseguraba haber curado a otros pacientes con la hipnosis y pedía que, antes de ejecutarlo, le dejaran hipnotizarlo.


También solicitó la intervención de la reina Isabel II, que a su vez pidió al Tribunal Supremo que revisase el caso. Tiempo después, la reina firmó una orden para librar a Romasanta de la pena capital, reduciéndose a cadena perpetua. Murió el 14 de diciembre de 1863 en la prisión de Ceuta al parecer de cáncer de estómago, aunque hay que señalar que existe polémica entre los historiadores sobre el lugar y la fecha de su muerte.

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