Meigas, adivinación con tijera y cedazo. |
Para algunos expertos la palabra “meiga” quiere decir exactamente eso: “maga” y las gallegas
comparten también algunas características con las brujas (son capaces de echar el mal de ojo, por ejemplo), aunque se
distingue de esta última en que poseen más atributos benévolos, pueden ser
también curanderas o videntes. La meiga se define como una «persona con poderes extraordinarios o mágicos
y que puede pactar con el diablo».
El antropólogo Carmelo Lisón Tolosana, ya citado en el
capítulo anterior, en sus estudios sobre la brujería gallega diferencia entre meiga y bruxa. La gente acude a la bruxa
cuando piensa que detrás de lo que le sucede hay una voluntad oscura, perversa
y dañina que hay que identificar para atajarla.
La experta en ese
mundo no natural es la bruja, que no
sólo puede averiguar quién ha echado el mal de ojo o el hechizo maléfico sino
que tiene el poder de contrarrestarlo.
Destaca Carmelo Lisón
que "allí donde está el mal ataca la bruja
convirtiéndose, de esta manera, en abanderada del bien". Para combatirlo
se sirve de conjuros, recitaciones e invocaciones a poderes ocultos, aunque
aquí reside la "ambigüedad moral" que define siempre a la bruja, ya que al conocer ese mundo
también lo podría utilizar para causar el mal, que es precisamente lo que la
diferencia de la meiga.
La meiga es la bruja satánica cuyo cometido es causar
el mal en virtud del pacto que tiene con el demonio. En las encuestas llevadas
a cabo por Carmelo Lisón, la meiga
para los entrevistados es "mala, dañosa", "con potestad... para
dominar... a personas", con "poder de hacer el mal",
"ofenden", "hacen perder el sentido", "quitan la
salud", "enferman a un vecino o a un animal", "secan a los
niños", "destruyen el fruto... y la pesca",
"envidian", o "echan la mala suerte en casa".
Y todos los encuestados coinciden n que su poder le viene
del demonio, cuando les mira una mujer que tienen por meiga dicen: vioume o demo,
'me ha visto el demonio'. Sus dos notas esenciales y distintivas son que
envidian y aojan, no sólo a las personas sino a sus pertenencias a su casa y a
su ganado.
Según Carmelo Lisón,
por envidia se entiende "una mala idea o mal pensamiento siempre
intencional, una voluntad perversa junto con una emotividad que consiste en
puro deseo del mal, en querer hacer el mal por el mal, de forma gratuita y
satánicamente. Su objetivo puede ser también la venganza por agravios reales o
supuestos".
Por el contrario, el intelectual Domingo
García Sabell, que fue presidente de la Real Academia Gallega y delegado del Gobierno en Galicia, mantenía que no han existido brujas en Galicia, y en cambio no es muy difícil encontrar meigas; definió a estas últimas como
mujeres con gran capacidad psicológica para descubrir los problemas de sus
vecinos, algunas de ellas con dotes de curanderas y expertas en dar los
consejos adecuados a quienes se los demandaban.
En conclusión, según Carmelo
Lisón, cuando la bruja es
requerida para deshacer la envidia opera de un modo simbólico del
restablecimiento del orden, de la salud, de la vida. Contrariamente, la meiga equivale a las fuerzas que
quiebran la armonía de las partes con el todo, las que introducen el desorden,
la enfermedad y la muerte. Las primeras suelen asociarse a la altura, la luz y
lo sagrado.
Mientras que la meiga
se relaciona con lo ínfimo, oscuro y
satánico, operando en la impunidad de su acción a distancia. La justicia y el
sentido de equidad están de parte de la bruja;
la envidia y la injusticia no se apartan de la meiga que a su vez cristaliza el descontento y la inferioridad,
mientras que aquélla condensa la igualdad y la libertad.
Amistad/hostilidad,
ayuda benévola/competición agresiva, serenidad/ansiedad, felicidad/desgracia,
moralidad/inmoralidad son otros tantos sistemas sémicos que acompañan a bruja y meiga, repectivamente.
TIPOS DE MEIGAS
Se dice que hay un gran número de ellas, cada una con
diferentes poderes:
Meigas chuchonas
(o chupadoras): son las más peligrosas, y se presentan con distintas caras o
transformadas en vampiros e insectos, como abejorros. Chupan la sangre a los
niños y les roban los untos (grasa corporal) para ser empleados en la
elaboración de ungüentos y pociones.
Asumcordas o brujas callejeras: espías de la gente y
vigilantes de quienes entran y salen de las casas.
Marimanta: es la meiga del saco, roba niños y los hace
desaparecer.
Feiticeira (hechicera):
viven cerca de los ríos y riachuelos, aunque anciana, su aspecto no repele,
posee una voz muy bella que con sus cantos hipnotiza a los chicos que se
acercan al río y hace que se vayan metiendo en el río, donde al fin se
ahogarán.
Lavandeira: esta meiga sorprende al caminante que pasa
por un lavadero, invitando a este a que la ayude a escurrir las prendas que
lava, tintas de sangre todavía tibia, a consecuencia, según se dice, de un mal
parto. La persona ha de tener cuidado de torcer la ropa en el mismo sentido que
ella, porque de lo contrario, la desgracia caerá sobre su casa.
Lobismuller
(mujer loba): tienen que haber nacido en Nochebuena
o Viernes Santo, o bien ser la
séptima o novena de una familia donde todas las hijas son mujeres.
Vedoira: es
esbelta y agradable en el trato. Posee facultades adivinatorias, y son expertas
en contactar con el más allá para decir si alguien fallecido está gozando
eternamente en el cielo o si aún penan en el Purgatorio.
Voladoira: vuela
y hace piruetas acrobáticas en el cielo.
Cartuxeira: son meigas echadoras de cartas, que siempre
aciertan en sus vaticinios.
Agoreira: estas meigas envejecen prematuramente, pero
viven muchísimos años.
Dama de castro:
estas meigas viven bajo castros
milenarios o bajo tierra en un castillo de cristal, llevan siempre un largo
vestido blanco de cola y siempre atienden a solicitudes de la gente. Ya que
goza de bienestar y fortuna ningún tipo de halago o favor sirven para recibir
de ella consejos o regalos; al contrario suele aparecerse a personas afligidas
por alguna situación difícil de su vida, y a esas personas otorga sus favores.
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