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sábado, 18 de enero de 2020

El mal de ojo

El llamado mal de ojo está presente en el imaginario de la humanidad desde hace miles de años. El mal de ojo se puede definir como una maldición transmitida a través de una mirada maliciosa por lo general alimentada por la envidia.

Imagen de un nazar.
Según algunos expertos en esta heterodoxa materia el mal de ojo deriva de la creencia de que alguien que logra un gran éxito atrae la envidia de quienes lo rodean. Esa envidia se manifiesta como una maldición que acabará con su buena fortuna.

Esta creencia abarca muchas culturas y generaciones. Hasta la fecha, una de las compilaciones más exhaustivas de leyendas sobre el mal de ojo está en el libro The Evil Eye: The Classic Account of an Ancient Superstition, de Frederick Thomas Elworthy.

Lo cierto es que desde la petrificante mirada de las gorgonas griegas, despiadado monstruo femenino, hasta los cuentos populares irlandeses de hombres capaces de hechizar a los caballos con una sola mirada, prácticamente todas las culturas tienen una leyenda relacionada con el mal de ojo.

El símbolo del ojo está tan profundamente arraigado en la cultura que, a pesar de sus connotaciones potencialmente paganas, también  está presente dentro de textos religiosos como la Biblia y el Corán.

El mal de ojo trascendió la mera superstición de la mano de una serie de célebres pensadores que atestiguaron su veracidad. Uno de los ejemplos más ilustrativos fue el del filósofo griego Plutarco, quien en sus Simposios sugirió una explicación científica señalando que el ojo humano tenía el poder de liberar rayos invisibles de energía que en algunos casos eran lo suficientemente potentes como para matar a niños o pequeños animales.

Además, Plutarco afirmó que ciertas personas poseían una habilidad aún más fuerte para maldecir, refiriéndose a grupos de personas al sur del Mar Negro. La mayoría de las veces se hacía referencia a personas con los ojos azules, una rareza genética en el área del Mediterráneo.

Algunos expertos mantienen respecto de la ya citada energía que a menudo olvidamos una gran verdad, todo lo que miramos, lo alimentamos. La mirada amorosa hace crecer todo lo que ve con su nutritiva energía; de la misma manera, que una mirada maliciosa podría causar daño. Probablemente sí, o eso cree la gran mayoría. Las mismas fuentes aseguran que parece algo banal pero es un tema serio, por lo menos así lo entendió la humanidad desde el principio.

Para poder defenderse de tales males, el ser humano desarrolló a lo largo del tiempo todo tipo de amuletos y talismanes siempre con la idea de hacer retroceder toda la ola de calamidades, alejar la maldición encubierta y sostener la buena fortuna. El más popular de los amuletos anti mal de ojo es la conocida imagen del ojo azul cobalto llamada 'nazar'. El nazar de mayor antigüedad que se conoce es de origen sumerio y data del 3300 a.C.

Presente en Egipto como el Ojo de Horus, este ojo salvador se expandió por toda la región del Mediterráneo y viajó incansable por Oriente y Occidente. El nazar es un símbolo persistente en el tiempo, presente en los navíos de los etruscos y aún hoy podemos verlo sobre el fuselaje de los aviones turcos. En la actualidad se utiliza el ojo azul cobalto en todo tipo de objetos, o como adornos protectores para puertas o ventanas, en fundas de los teléfonos móviles, ropa, calzado y hasta en los stickers de las historias en Instagram.

También hay otros amuletos que se utilizan para repeler el mal de ojo o la mala suerte, según el lugar del globo terráqueo que se visite. Uno muy famoso es la mano simétrica de Fátima o Hamsa, que es un símbolo sagrado tanto en el judaísmo como en el islam y que tiene el ojo en el medio de la palma de la mano.


2 comentarios:

  1. Muy buena documentación y referentes históricos a tenor de la contrafundamentación más objetiva, lo primero explicar esta creencia subjetiva ligada a ciertos visos de espiritualidad, un poco alejados de la realidad doctrinal, me oparece oportuno que cites a PLUTARCO, por ejemplo, todo depende de las etapas desde las que fundamentar lo verdadero o lo falso. Lo desconocía en profundidad, gracias por el post. Un abrazo, Ramón.

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