Mastodon Clave Menor: El drama de la soledad

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sábado, 4 de mayo de 2019

El drama de la soledad

Hace más de un año, concretamente el 28 de febrero de 2018, escribía en este mismo blog un artículo titulado “La soledad, una epidemia”, con el que pretendía llamar la atención sobre uno de los problemas más graves que sufre la población española. Un problema que se agrava con el paso del tiempo y del que no se ha hablado prácticamente en la pasada campaña electoral.

La soledad como problema.
En España, según los datos del estudio del INE, había 4.732.400 personas viviendo solas en 2018, de las cuales un 43,1 por ciento tenían 65 o más años. Y de este porcentaje, casi tres de cada cuatro son mujeres. Por lo que se refiere a los hogares unipersonales con residentes menores de 65 años, el 59,1 por ciento estaban formados por hombres y el 40,9 por ciento por mujeres. Los hogares unipersonales con personas mayores de 65 aumentaron un 3,9 por ciento y, atendiendo al estado civil, las viviendas unipersonales de hombres más frecuentes estaban formadas por solteros (58 por ciento del total) y los de mujeres por viudas (47,3 por ciento).

Aunque hay que tener claro que no es lo mismo vivir solo que sentirse solo. Hay mucha gente que vive sola pero no siente sola. Simplemente lo hacen porque les apetece y son felices así. Son los llamados 'solos voluntarios'. Luego están las personas que viven acompañadas o en familia y se sienten enormemente solas. No hay una correlación obligatoria entre soledad física y psicológica.

El aspecto más preocupante es de las personas que viven solas por obligación. Personas mayores, especialmente mujeres, a las que el fallecimiento de su pareja aboca a una soledad de la que es difícil salir si no se apela a dos pilares fundamentales en la sociedad, la familia y la amistad.  Y la dirección en que se mueve esta sociedad no parece facilitar el empleo de esas dos herramientas. Se está perdiendo el sentimiento de comunidad, el barrio, la familia amplia.

La soledad, voluntaria u obligada, gana presencia en la sociedad gracias, entre otros factores, a la consolidación del individualismo. Crece el número de jóvenes que optan por vivir solos, si se lo pueden permitir, después de hallar una estabilidad laboral.

La vida en pareja bajo un mismo techo es una opción que pierde adeptos ante el temor a que la relación no avance en la dirección deseada. En este sentido,  los expertos creen que vivimos en una época de enorme individualismo y falta de empatía hacia el otro. Hay una falta de comunicación en las parejas que viene derivada de ahí.

En muchas ocasiones, las personas ven más veces a sus compañeros de trabajo que a su pareja. No se habla porque no hay tiempo para hablar. Se prefiere ver la televisión o chatear por WhatsApp. Muchas veces, los problemas de la soledad llegan tras esa falta de comunicación.

El reverso contrario, el paro y la precariedad laboral, también pueden conducir a ese mismo estado de soledad. El empleo le da una persona un estatus y prestigio social. Los que lo pierden o todavía no lo han alcanzado, como les ocurre a muchos jóvenes, se ven desplazados. El porcentaje de jóvenes entre 25 y 29 años que vive con sus padres ha subido un 4,6 por ciento en los últimos cinco años hasta situarse en un 53,1 por ciento, según el INE.

Se tiende cada vez más a unas relaciones personales frías, casi de diseño, pero que no son genuinas ni nos hacen crecer como personas. Además, cada vez tenemos menos tolerancia a las emociones negativas, que son tan necesarias para la vida como las positivas. Estamos en un momento en el que se pretende sustituir las redes sociales tradicionales, como la familia y la comunidad, por otras virtuales.

La soledad origina situaciones dramáticas como la que recogía el pasado 24 de abril el diario “El País”, “En los últimos cinco años, nadie ha echado en falta a Amanda J., una vecina del distrito madrileño de Salamanca de 83 años. Al menos hasta la semana pasada, cuando una sobrina suya que vive en Israel denunció ante la Policía Nacional su desaparición. Cuando los agentes llamaron a la puerta, nadie les contestó. Decidieron entonces avisar a un cerrajero para que la abriera. La anciana estaba tirada muerta y momificada en la cocina. El caso de Amanda se repitió hasta en 17 ocasiones en la capital durante el año pasado, según datos del Ayuntamiento de Madrid. La autopsia al cuerpo de Amanda desveló que pudo morir a principios de 2014 tras sufrir un ictus”. Un auténtico drama.

Próximo capítulo: Bicentenario del Prado







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