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sábado, 20 de diciembre de 2025

Anarquismo y feminismo

 

Teresa Claramunt i Creus (1862) fue una de las mujeres más poderosas del movimiento obrero español del siglo XIX, pionera del feminismo obrero y anarquista. Una mujer influyente porque unió lucha de clase y lucha de género cuando casi nadie lo hacía. Defendía que la mujer obrera sufría una doble opresión: por ser trabajadora y por ser mujer.


Teresa Claramunt.


Nació en Sabadell, en una familia obrera textil y trabajó desde niña en fábricas, lo que marcó su conciencia social, además de participando activamente en huelgas, sindicatos y organizaciones anarquistas. Rechazaba el feminismo burgués, ya que luchaba por pan, dignidad, educación y libertad para las mujeres trabajadoras. 

Defendía la emancipación femenina, el amor libre y la educación racionalista. Ya en en el siglo XIX Inspiró el posterior movimiento de Mujeres Libres. También escribió en prensa obrera y anarquista, además de fundar y colaborar en asociaciones femeninas revolucionarias.

ENCARCELADA

Su discurso era directo, combativo y accesible a la clase trabajadora. Fue encarcelada en varias ocasiones. Tras el atentado del Liceo (1893), sufrió torturas pese a no estar implicada. Vivió vigilada, enferma y empobrecida, pero nunca renunció a sus ideas.

Introdujo el feminismo dentro del anarquismo español y dio voz política a las mujeres obreras, no solo a las intelectuales, demostrando que el poder también puede ejercerse desde abajo, sin cargos ni privilegios.

sábado, 13 de diciembre de 2025

Tribunal de Sangre

 

En 1567, Felipe II envió a Fernando Álvarez de Toledo, III duque de Alba, a los Países Bajos con el encargo de sofocar la rebelión calvinista y restablecer la autoridad real.Tras la iconoclasia de 1566, destrucción de imágenes católicas por parte de protestantes, el duque interpretó que el territorio estaba en rebeldía y herejía.


Fernando Álvarez de Toledo.


Apenas llegó a Bruselas, creó un tribunal extraordinario en septiembre de 1567 llamado el Consejo de los Tumultos (Raad van Beroerten), que la población pronto apodó Tribunal de Sangre (Bloedraad). No era un tribunal ordinario ya que actuaba al margen de los derechos tradicionales de los Países Bajos, conocido como de los privilegios, lo que lo hacía aún más temido.

El tribunal estaba compuesto por juristas españoles y flamencos leales al duque, y presidido por el propio Alba y su lugarteniente, Juan de Vargas. Investigaba y juzgaba a quienes hubieran apoyado o simpatizado con la revuelta, la herejía protestante o las protestas contra el rey. Los procedimientos eran sumarios, sin garantías, sin apelación y con sentencias durísimas, que a menudo acababan en la horca o el patíbulo.

El Tribunal de Sangre radicalizó a los neerlandeses por lo que muchos nobles y burgueses que aún eran leales a España se unieron a la revuelta. Supuso el inicio formal de la Guerra de los Ochenta Años (1568–1648), que culminaría en la independencia de las Provincias Unidas (actuales Países Bajos).
La reputación del duque de Alba quedó marcada para siempre: en la historiografía protestante y luego liberal se convirtió en símbolo de la represión y la tiranía española.